Las tres palabras 21: Vacaciones

Estamos en el jardín de una casa abandonada, el porche consiste en cuatro pilares fuertes que sujetan lo que parece un balcón del piso superior. Las ventanas y puertas están tapiadas con maderas y todo el edificio está cubierto por musgo y plantas enredaderas. El relato se titula: Vacaciones.
Vacaciones. Imagen libre de licencia: Pixabay.

Vacaciones es un relato de terror cómico perteneciente a «Las tres palabras», una sección dentro de «Ejercicios de escritura». En ella haré relatos incluyendo tres palabras generadas automáticamente con esta web.


cenefa2

Palabras a añadir:


PLACER 1
ALA 2
RADIANTE 3


cenefa2

ROSE, DOROTHY Y BLANCHE volvían a casa después del instituto. Faltaba una semana para las vacaciones de verano y llevaban dos días hablando de lo que harían. Rose, una chica espigada y rubia, con los ojos azules, una nariz menuda minada de pecas y unos labios finos y siempre brillantes, quería ir a nadar al lago, quizá le robaría alguna cerveza de la nevera a su padre —él nunca se enteraría— e invitaría a Stephanie, con la que había empezado una relación ese mismo trimestre. Coquetearían, se besarían, se emborracharían y luego se sorprenderían si algo malo les ocurría. Dorothy, por su parte, una chica bajita y gorda, de una belleza radiante3, con los ojos pardos y el pelo negro cortado al estilo bob, quería ir al nuevo centro comercial para disfrutar del aire acondicionado y echar unas partidas en las recreativas. La idea de pasar calor le apetecía tanto como volver a jugar a Beso, verdad o atrevimiento. Blanche pensaba en leer todo lo que pudiera antes de que empezara el nuevo curso y la obligaran a leer algo que no le llamara nada la atención. Ese año había tenido que leer los libros de algunos escritores independientes con aires de grandeza, muy preocupados por la ortografía y la gramática, pero tremendamente descuidados con la coherencia de sus tramas y la evolución de sus personajes.
      —¿Tenéis bañadores? —preguntó Rose de repente.
      —Tengo uno de hace tres veranos —respondió Blanche.
      —Yo tengo —convino Dorothy.
      —Espero que este año el lago esté rebosante y pueda pasar muchos días con Stephanie.
      —Ha llovido mucho —mencionó Dorothy—, mi abuela dice que eso es bueno para el lago y los ríos.
      La calle Pratchett estaba vacía, siempre lo estaba, y las tres amigas caminaban por el centro de la carretera llena de grietas. El asfalto estaba mojado y de lejos se veía el camión de la brigada de limpieza. Aquella calle no era la que mejor les iba para llegar a sus respectivos hogares, pero siempre iban por ahí para ver la casa abandonada.
      —Dicen que la última pareja que vivió aquí desapareció —dijo Blanche con aire tenebroso cuando se detuvieron en la entrada del jardín.
      —¿Muerta? —preguntó Rose, la más cobarde de las tres.
      —No, se fueron a vivir a Ohio.
      —¡¿Ohio?! —gritaron Rose y Dorothy.
      —Os lo juro.
      —Yo he escuchado que por las noches se ve a alguien pasear por el jardín —comentó Dorothy.
      —¿Espíritus?
      —No, okupas.
      —¡¿Okupas?!
      —Os lo juro.
      —¿Queréis que pasemos una noche de este verano en esta casa? —propuso Blanche.
      —Antes jugaría otra vez a Beso, verdad o atrevimiento.
      —Qué manía tienes, y todo porque te tocó besar a ese chaval.
      —¡Era mi primo!
      —Lejano.
      —¡Puaj!
      —Yo me lo tiraba —dijo Rose.
      —Tú te tirarías hasta al conserje.
      —¿Al señor Tanner? ¡Ni lo dudéis! Enredaría mis dedos en su barba amarillenta por los puros que se fuma y le gritaría: «¡Oh, sí, señor Tanner, quíteme el polvo!».
      Las tres amigas se rieron.
      —Estás enferma, Rose —dijo Blanche llorando de risa.
      —Y porque vosotras no queréis porque si no también os daría lo vuestro.
      —¡Desvergonzada! —dijo Blanche con fingida ofensa—. ¿Qué diría la señorita Stephanie?
      —Pues conociéndola seguramente preguntaría si se puede unir. ¿Os apetece una orgia veraniega?
      Volvieron a reírse a carcajadas.
      Un pájaro pasó tan cerca de ellas que se tuvieron que apartar para que no las golpeara. Siguió volando hacia la casa abandonada y se estrelló contra la ventana del segundo piso. No atravesó el cristal, en vez de eso cayó al jardín.
      —¡Ese pajarraco casi nos mata! —gritó Rose.
      —Ha caído en el jardín —comentó Rose—, lo pone un par de líneas más arriba.
      —Vayamos. Nunca ha pasado nada malo por curiosear el jardín de una casa abandonada.
      Como ni Dorothy ni Rose vieron ninguna falla en su argumento, siguieron a Blanche, que ya había cruzado medio jardín.
      —¡Mirad, ahí está!
      En el suelo había una paloma.
      —Se ha roto un ala2 —dijo Rose.
      —Sí, por no hablar de que ha reventado y está muerta —sentenció Dorothy.
      —Sí, eso también.
      Blanche miró hacia arriba y vio algo en la ventana que había intentado traspasar el pájaro.
      —¡Tías, he visto algo en la ventana que ha intentado traspasar el pájaro!
      —¿Qué has visto? —preguntaron Rose y Dorothy al unísono.
      —Parecía una niña. Me hacía señas para que entrara. Creo que quiere que vayamos a jugar con ella.
      —¡Y una mierda como el Empire State Building de grande! Primero, en esa casa no vive nadie, y si es una niña solo se me ocurre que sea un espíritu, una asesina o el espíritu de una asesina. Yo paso. Lo siento Blanche, lo siento, Dotty, pero yo paso. Y segundo, tengo todo un verano que disfrutar, solecito que tomar y la preciosa Stephanie Winslow loca por mis huesos. Me niego, lo siento mucho, pero si queréis entrar ahí a jugar con niñas muertas o algo peor (si es que existe algo peor) es cosa vuestra. Os quiero mucho, chicas, pero ha sido un placer1, os llevaré siempre en el corazón. Me encargaré de que le pongan vuestro nombre a una calle o a una hamburguesa donde el viejo Jeff.
      Rose estaba roja y tuvo que respirar hondo para recuperar el resuello. Dorothy y Blanche se miraron y la segunda preguntó:
      —¿Qué opinas, Dotty?
      —La verdad es que a mí me haría más ilusión lo de la hamburguesa que lo de la calle.
      —Me refería a lo de entrar en la casa.
      —Ah, eso… no sé, Blanche, creo que Rose tiene razón. Quiero decir… ¿por qué no nos vamos a casa y vemos Fast and Furious 290?
      Blanche miró a sus amigas, luego la ventana y se encogió de hombros.
      —¿Ya van por la 290?
      Las tres adolescentes se alejaron de la casa abandonada y, en la ventana, asomada, una niña veía como su última oportunidad de sobrevivir se iba calle abajo. La mujer de la motosierra, que ya había descuartizado a una decena de adolescentes, estaba subiendo los escalones y diciendo el nombre de su futura víctima por encima del ruido del motor de la herramienta.


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2 comentarios en “Las tres palabras 21: Vacaciones

  1. ¡Las chicas de oro! Me ha faltado Sofía. El final me ha dejado con cierta intranquilidad en el estómago y la sonrisilla que lucía al leer y estar esperando que saliera Sofía, se ha esfumado de súbito. No puedo con el sufrimiento de los niños y que encima la salvación haya desaparecido cuando ya la rozaba con los dedos… qué impotencia.

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