MICROFICCIÓN 272: Instintos

En la imagen vemos un bulldog francés tumbado en una cama. Tiene la cabeza alzada y mira hacia la derecha de la foto. El fondo está negro, así que solo vemos al perro y la cama. El relato se titula: Instintos.

Instintos. Imagen libre de licencia: Pixabay.

Ojo por ojo es un relato de fantasía cómica perteneciente a la sección Microficciones, en ella publico historias de temática libre. Microficciones es la categoría principal de este blog.

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LAS COSAS VOLABAN POR LA HABITACIÓN: una lámpara se estrelló contra una pared, haciéndose añicos, y luego una mesa de centro dio una vuelta de campana y quedó patas arriba. Los gritos de rabia invadieron la estancia y Esnor, la pequeña frenchie, contemplaba la escena como quien contempla un partido de tenis. Seguía cada objeto en el aire hasta que se estrellaba y miraba a la humana con la cabeza ladeada.
      Entonces carraspeó y habló:
      —¿Has terminado ya?
      Tenía una voz agradable, un tanto grave, tranquila, con cierto tono de suficiencia.
      La humana se la quedó mirando, roja de rabia. Era una mujer alta, delgada, con nariz aguileña y su piel —al menos la que no estaba sonrojada— era de un color marrón claro. Tenía el pelo rizado, largo y negro como las esperanzas de futuro de un universitario. Sus ojos eran dorados y no me refiero a que tuvieran un color amarillo, sino a que brillaban como el oro bajo la luz.
      —¿Qué? —dijo la humana entre jadeos.
      —Digo que si ya has terminado de destrozar la habitación, Icari.
      Icari miró a su alrededor. Parecía que hubiera pasado por allí un tornado.
      —¡Es que no lo entiendo, Esnor! ¡¿Cómo han podido perderlos?! ¡¿Cómo coño pierdes dos báculos de oro?! ¡Son báculos de oro, no son agujas! Quiero decir… ¡SON BÁCULOS DE ORO!
      Esnor asintió.
      —Bueno, no podemos decir que hayas elegido a tus mejores hombres para el trabajo, ¿verdad?
      —¡Solo tenían que recoger dos báculos de oro y traérmelos! ¡DOS PUTOS BÁCULOS DE ORO!
      La perra bostezó, iba a hablar, pero una mosca pasó por delante de su cara y se lo tomó como un desafío a muerte. Saltó de la cama y empezó a perseguirla. La mosca se posó en un cuadro doblado por la mitad, que formaba una pequeña montaña en el suelo de la habitación. Esnor caminó despacio, con la papada casi rozando el suelo y, en el último momento, saltó a por la mosca. El insecto esquivó el ataque y desapareció volando. Esnor la buscó unos segundos, bufó y se giró.
      —Ya te pillaré, ya… —dijo mientras regresaba a la cama.
      Icari la estaba mirando.
      —¿Por dónde íbamos? —preguntó el animal.
      —Estabas siendo muy poco empática conmigo.
      —Ah, sí, gracias. Enviaste a un zombi y a un gólem de piedra a recuperar dos de los objetos más poderosos del Muchiverso. Uno tiene el cerebro muerto y el otro directamente no tiene cerebro. ¿No se te ocurrió pensar que el plan tenía ciertas fisuras?
      —No me estás ayudando, Esnor.
      —Oh, pero yo no estoy aquí para ayudarte, querida.
      —¡¿Entonces para qué has venido?!
      —Para vigilarte e informar a la Dama Oscura. De hecho creo que voy a empezar a desfilar, hay mucho que contarle.
      Esnor volvió a bajar de la cama, miró el estado de la habitación y luego se giró hacia Icari.
      —Por cierto, estos destrozos los pagas tú. La Dama Oscura no puede estar pagando todas las habitaciones de hotel que te cargas cuando te da una pataleta.
      Se acercó a la puerta de la habitación y, cuando estaba a punto de saltar hacia el pomo para abrirla, escuchó un boing a su espalda. Se giró y vio que Icari sujetaba una esfera que brillaba con un extraño halo púrpura. La humana la sostuvo solo con los dedos índice y pulgar, para que Esnor la viera bien. Entonces la hizo botar contra el suelo y la cogió. Esnor siguió la pelota cada vez que Icari la botaba y cuando la humana la sujetaba en el aire, se relamía.
      —¿Te gusta la pelotita, Esnor? —Icari movía la bola en el aire, haciendo amago de lanzarla.
      —Sabes que sí —respondió la perra haciendo movimientos bruscos de cabeza, siguiendo el movimiento de la mano de la humana, como si estuviera a esto de lanzarse a por la esfera.
      Icari sonrió.
      —Podría dártela. De hecho, podría tirártela algunas veces.
      —Uf… sí, eso me encantaría.
      —Podría lanzarla muy lejos, esperar a que me la trajeras y volvértela a lanzar.
      —Uf… calla, calla…
      —¿Eso te gustaría?
      Esnor empezaba a babear.
      —Sí, sabes que sí.
      —¿La Dama Oscura juega contigo, Esnor?
      Esnor ya no podía hablar, solo negó con la cabeza.
      —Yo podría jugar contigo, pero para eso tienes que ser buena. ¿Quieres ser buena, Esnor?
      La perra asintió.
      —Eso significa… —Icari hizo botar la pelota—, que no puedes… —la lanzó hacia arriba y la cogió al vuelo—, decirle nada… —la hizo rebotar contra una pared—, a la Dama Oscura.
      —¿A quién? ¡Ah, ya! No, no, pero por favor, lánzamela…
      Icari sonrió y le lanzó la pelota a Esnor. La perra saltó en el aire y cuando estaba a punto de cogerla al vuelo, Icari chasqueó los dedos y la pelota explotó en una nube lila de la que emergió una red que envolvió a Esnor. La perra cayó al suelo, inmovilizada por la red, e Icari se acercó a ella, se puso en cuclillas y sonrió.
      —No deberías jugar a ser humana, Esnor. Tienes demasiadas debilidades.
      —¡Te maldigo, Icari! ¡Cuando logre soltarme te voy a…!
      La mosca voló por delante del hocico de Esnor y esta lanzó un mordisco. Cazó al insecto, pero debió revolotearle en la boca, porque puso una mueca de asco, sacudió la cabeza, abrió el hocico, dejándola volar libre y estornudó.
      Cuando iba a retomar su amenaza, Icari estaba mirándola en el umbral de la puerta.
      —Por cierto, perrita —dijo Icari—. Todo esto lo pagas tú, que yo no tengo efectivo.
      —¡No te atrevas a dejarme aquí!
      —Tranquila, Esnor, la red desaparecerá en unas ocho horas. Ponte cómoda, yo tengo que recuperar esos putos báculos.
      Icari salió de la habitación y cerró dando un portazo. Esnor se quedó sola en aquel desastre, atrapada en una red mágica. ¿Cómo había caído en un truco tan básico? Al final era un animal y, como todos los animales, tenía ciertos… instintos.



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