Microficción #111

Nueva vida

Cenefas

Es imponente. Estar de pie delante de la cascada es algo difícil de describir. Su rugido me deja sordo, su magnificencia me deja sin aliento. Me salpica el rostro con su agua fría y me encoge el corazón ver la delicadeza con la que el agua sigue su curso río abajo.
    Me detengo en la orilla, no solo para contemplar este espectáculo natural, sino también para concentrarme en las palabras que tengo que pronunciar. Las conozco, llevo toda mi vida estudiándolas, pero es la primera vez que voy a decirlas en voz alta. Suspiro, rebusco en mi mochila, entre ropa sucia, ropa limpia y barritas energéticas, encuentro el libro envuelto en una tela más vieja que yo. Desenvuelvo el libro y acaricio la portada. Los símbolos grabados en ella desprenden una energía que me entumece los dedos hasta los nudillos, pero a la vez me recargan de su poder. Abro el libro por la página marcada y los caracteres, como siempre ocurre al posar mis ojos por primera vez en estas páginas, pasan de las formas más rebuscadas e incomprensibles, a letras perfectamente legibles, escritas en un idioma que pocos conocemos.
    —Furne uh’senteon, calide mitne. Sirav exion sura texion!
    El suelo empieza a temblar, las rocas de la montaña se desprenden y se incrustan en la orilla del río. El agua de la cascada ha dejado de caer de forma normal, en vez del chorro constante ha empezado a caer de forma intermitente, generando pequeños espacios vacíos en los que puede verse lo que hay al otro lado de la cortina: una enorme cueva protegida por el chorro que parece Cerbero, el perro guardián del inframundo. La cueva es alta como cien hombres subidos unos a los hombros de los otros, y lo suficientemente ancha como para que por ella puedan pasar el doble.
    El conjuro ha funcionado, estoy a punto de pasar por las puertas de Furenerij, el reino olvidado de los cazadores oscuros, cuando vuelva a la superficie dentro de un siglo, la actual guerra mágica habrá terminado y, gane quién gane, se postrará ante mí y mi poder invencible. Soy Gerion, el último rey demonio.

© 2017 M. Floser.

2 comentarios en “Microficción #111

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