MUCHIFICCIONES 8: Diosas primogénitas

En la imagen vemos una criatura horrenda, rosada, con muchos apéndices. Parece… parece… siento ser yo el que lo dice, pero parece un pene, pero solo lo parece, no lo es, ¿vale? Aunque lo parece. Pero no lo es. Aunque… Creo que ha quedado claro. El relato se titula: Diosas primogénitas.

Diosas Primogénitas. Imagen libre de licencia: Pixabay.

Diosas primogénitas es un relato de terror cómico perteneciente a la sección Muchificciones. En esta sección escribiré relatos de temática libre que ocurren en el Muchiverso, mi universo literario. Muchificciones es la sección principal de este blog.

TÍTULO IMAGEN

LA PUERTA SE ABRIÓ Y ODRI ENTRÓ tambaleándose. Su esposa Yolín corrió hacia ella y la sujetó antes de que se cayera al suelo. En parte por amor y en parte porque el señor de la limpieza acababa de limpiar el apartamento y se ponía un poco impertinente cuando le pisaban lo fregado. Pasó la cabeza bajo la axila de Odri y le ayudó a llegar hasta el sofá.
      Odri se tumbó con un quejido más propio de una señora de ochenta años que de una joven de treinta y cinco. Estaba sudando, la camisa adherida al cuerpo y el pelo mojado. Imagen que a Yolín no le pareció del todo terrible.
      —¡Santa Diosa! ¡¿Qué te ha ocurrido, cariño?! —preguntó Yolín.
      —No te lo puedes imaginar, amor mío —respondió Odri.
      Yolín le acercó un vaso de agua, pero Odri lo rechazó y le pidió algo más fuerte.
      —Ponme un güiscola, por favor. Necesito un trago.
      Yolín corrió al mueble-bar y le sirvió un pelotazo que Odri casi se bebió de un trago.
      —¿Me vas a contar qué ha ocurrido, Odri? —preguntó Yolín sirviéndole otro güiscola—. Llevas una semana fuera, en esa maldita expedición y ahora llegas… así.
      Odri acarició la mejilla de su esposa. Diosa, qué guapa que era, sobre todo comparada con las criaturas que había visto.
      —Conseguimos cruzar a la dimensión Mustia, mi amor —empezó a contar Odri—. Esa cabrona de Franchesca lo consiguió. Pudo estabilizar el portal y simplemente cruzamos. Fuimos Céodor, Macsgüel y yo, mientras Franchesca nos esperaba a este lado. Pensábamos que iba a ser ir y volver, pero cuando estábamos en el otro lado, el portal se cerró dejándonos en la dimensión Mustia. ¡Menudo cliché!
      Odri hizo una pausa para terminarse el güiscola y le pidió otro. Yolín cogió el vaso y lo dejó en el suelo. No se movió, se quedó allí, arrodillada, sujetando la mano de su esposa. No, no le iba a servir tres pelotazos.
      —Perdimos el contacto —siguió Odri—. Esa dimensión tiene problemas serios de cobertura. Había WiFi, pero te pedían acceso a tus redes sociales para conectarte. Ya sabes lo que pienso de eso, cariño. No me gusta aceptar ese tipo de condiciones. Lo siento, me estoy desviando. Hubo un sonido… ¿sabes cuando estás aspirando y el aspirador succiona un calcetín? Pues ese mismo sonido, multiplicado por diez. Un centenar de puntos luminosos se dibujaron en la oscuridad. Porque créeme, cariño, si algo hay en la dimensión Mustia es oscuridad. Creo que la crean allí y la exportan al resto de dimensiones. El caso es que nos rodearon esos puntos de luz y Macsgüel preguntó qué cojones eran esas cosas. Céodor se lo quedó mirando, porque Macs le miraba a él, y le dijo: «¿Cres que soy adivino?». Pero daba igual lo que Céodor fuera, porque una de esas luces empezó a agrandarse. ¿Sabes lo más curioso, mi amor? Que luego nos dimos cuenta de que no se estaba agrandando, sino acercando. Se acercó hasta que la tuvimos a poco más de dos metros. Era una criatura espectacular, alta, mucho más alta que Céodor (y ya sabes lo alto que es). Era como… podría decirse que era como un pepino, pero lo cierto es que parecía un pene, un pene sin circuncidar, arrugado, rosado, pero con una veintena de pequeños apéndices, ¿o eran tentáculos? No lo sé. Al final de cada apéndice-tentáculo, justo en el centro de cada punta, tenía un orificio del que salía esa luz y del que también emergía el sonido de aspiración de calcetín.
      Yolín cogía con tanta fuerza las manos de Odri que escuchó como sus huesos crujían. Aflojó el amarre y le besó una de las manos. Tenía lágrimas en los ojos.
      —¿Qué ocurrió entonces?
      Odri bufó con sorna.
      —Pasó lo que era de esperar. El idiota de Macsgüel se encaró con la criatura. Le dijo: «¡Eh, tú, carapolla!», y luego: «¡Sí, tú, carapolla!», y le añadió: «¡Te estoy hablando a ti, carapolla!». Céodor le cogió del brazo, pero Macs estaba desatado. Ya sabes cómo es… era… ese idiota. El ser abrió un orificio en lo que parecía ser su cabeza, en el… bueno, en el glande. Era enorme y dentado. Se venció hacia delante, hacia Macsgüel y la mitad superior de ese imbécil desapareció y sus pies se alzaron del suelo cuando la criatura se irguió. Macs gritaba y pataleaba, pero poco a poco fue succionado por aquella cosa. Vimos su forma circulando por el esófago del ser. Luego la criatura eructó y tuve tentaciones de decirle: «Salud».
      —¿Qué hiciste entonces? —preguntó Yolín, que había ido al mueble bar a prepararle otro güiscola a Odri y un güis, sin cola, para ella.
      —Sé lo importante que es para ti tener buenos modales, mi amor, pero no le dije salud. Cogí la muñeca de Céodor y corrimos. Gritábamos, llamando a Franchesca, pero sabíamos que era inútil. Solo nos quedaba esperar a que abriera de nuevo el portal.
      —¿Cuándo fue eso, Odri? —dijo Yolín arrugando la cara al tragar el güis sin cola.
      —Hace cinco días exactos. Hemos estado en la dimensión Mustia desde entonces.
      —¡Es terrible! ¿Cómo está Céodor?
      —Céodor está bien…
      —Menos mal…
      —Perdió la cabeza, eso sí, pero la chabeta es algo que puedes recuperar, la vida, en cambio… Una vez la pierdes, no la recuperas. Eso lo sabe todo el mundo. No es algo que puedas encontrar entre los cojines del sofá, ¿sabes?
      —¿Perdió la cabeza?
      —Obviamente. El pobre quedó bastante tocado, porque una de las vidocs, así se llamaban esas criaturas, le quiso enseñar las diapositivas de sus últimas vacaciones directamente en el cerebro, de forma telepática, pero resulta que los cerebros humanos no aceptan el formato de imagen de las vidocs. ¿Te los puedes creer?
      —¿Cómo sobrevivisteis durante cinco días en ese infierno? ¡Debió ser horrible!
      —A decir verdad, cuando te acostumbras no se está tan mal.
      Yolín ya bebía directamente de la botella.
      —¿Estás de broma?
      —No, claro que no. La dimensión Mustia es un sitio espectacular para ir de vacaciones. Sus habitantes, las diosas primogénitas, están deseando recibir más visitas. Una de esas criaturas nos habló. ¡Directamente al cerebro! Impresionante, mi amor. No te haces una idea. Es una sensación extraña que una voz suene en tu cabeza sin pasar primero por tus oídos, pero cuando superas la primera impresión, resulta de lo más funcional. Total que fue cuando esa criatura nos explicó que se llamaban vidocs y eran hijas de la diosa primogénita Pachuli, a la que conocimos dos días después y nos impresionó. Es alta como un edificio (quizá más), tiene cabeza de sepia, con sus tentáculos donde debería estar la boca, alas de murciélago y cuerpo de mujer con barriga cervecera. Sus pechos cuelgan y se bambolean como péndulos de un reloj.
      Yolín estaba espantada y, sin darse cuenta, se había bebido casi la mitad de la botella de güis sin cola.
      —¿Diosas primogénitas? ¿Vidocs? ¿Pachuli? ¡¿De qué coño hablas, Odri?!
      —¡Hablo de la oportunidad de nuestras vidas, cariño! ¿No lo ves? Podemos ir a vivir a la dimensión Mustia y ser felices. Nos llevaríamos a Céodor. La diosa Pachuli me prometió que, si llevaba bastantes humanos a la dimensión Mustia, me pondría una mansión en la zona alta del mejor barrio. —Odri se incorporó y sujetaba los hombros de su esposa con ambas manos—. ¿Lo has oído, cariño? ¡Nuestra propia mansión! Se acabó vivir de alquiler.
      Yolín se sacudió las manos de Odri y se levantó.
      —¡¿Te has vuelto loca?! ¡Esa… esa monstruosidad te ha lavado el cerebro!
      —¡Eeeeeepa! Cuidado con lo que dices de mi diosa, ¿eh?
      —¿Tu diosa? ¡¿Tu diosa?! ¡¿TES ESTÁS ESCUCHANDO?! ¡Antes tu diosa era yo!
      Yolín dio un buen trago de la botella.
      —¡No blasfemes! —Odri estaba roja de rabia—. ¡Sabía que iba a pasar esto! ¡Pachuli me lo advirtió! ¡Eres igual que Franchesca y si no tienes cuidado acabarás como ella!
      —¿De gué hablash? (¡Hip!) —preguntó Yolín. A la botella ya solo le quedaba un cuarto de bebida, así que se lo bebió—. ¿Gué ha pashado gon Fran… gon Fran… gon Francheshga? (¡Hip!)
      
      —Deberías tumbarte, cariño, estás borracha como una cuba.
      —¡Shuéltame! Guiero gue me reshpondash. ¿Gué le ha pashado a Fansheshga?
      —Cuando consiguió abrir el portal y regresamos de la dimensión Mustia le dije lo mismo que a ti. Le ofrecí venir a vivir al mismo barrio que nosotras, pero se puso tiquismiquis. Empezó a sermonearme, a decirme que la diosa Pachuli se había metido en mi cabeza, a decirme lo horrible que era que Macsgüel hubiera muerto. ¡Dijo que iba a destruir el portal para que nadie más pudiera entrar! ¡Para que nada pudiera salir! No podía permitirlo, Yolín. La maté. Le partí la cabeza con un martillo.
      —¡Nooooo! (¡Hip!) ¿Eshensherio? ¿La gabesha? —dijo Yolín a su esposa, que de repente veía por duplicado.
      —¡Sí!
      —Gon lo bonita gue era shu gabesha…
      —¡Escúchame! No pienso permitir que nadie se interponga en mi camino. Voy a vivir en esa maldita mansión y voy a servir a la diosa Pachuli. Te lo pregunto por última vez, mi amor, ¿vienes conmigo o te quedas en tierra?
      Odri estaba muy cerca de Yolín. Le había cogido por los hombros y le apretaba con fuerza. Sus ojos emitían un brillo antinatural, inhumano y se dio cuenta de un detalle, desde hacía rato Odri no estaba moviendo los labios al hablar, la voz desquiciada de su esposa sonaba directamente en su cabeza. Aunque también podía ser porque estaba un pelín borracha. No lo tenía claro…
      —¡CONTESTA!
      Yolín sintió una punzada de dolor atravesándole de sien a sien. Alzó el brazo y golpeó a Odri en la cabeza con la botella vacía.
      Odri cayó al suelo del apartamento y este se llenó de sangre. Yolín rompió a llorar, en parte por amor, en parte porque el güis sin cola le sentó regular y en parte porque el señor de la limpieza iba a ponerse como una furia cuando viera el charco de sangre oscura y el otro, de vómito, que estaba a punto de aparecer. ¿Qué iba a hacer con Odri? ¿Qué iba a hacer con la dimensión Mustia? ¿Qué iba a hacer con las diosas primogénitas? ¿Qué iba a hacer con Pachuli? ¿Qué iba a hacer con…? Oh, oh, no tendría que haber bebido tanto con el estómago vacío.

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