
Un viaje accidentado. Imagen libre de licencia: Pexels.
Un viaje accidentado es un relato de ciencia ficción cómica perteneciente a «Primeras palabras», una subsección dentro de «Juegocuentos», en ella escribiré un relato que tendrá que empezar por la frase que una seguidora o seguidor de mi cuenta de Twitter me propondrá.

• LA FRASE A AÑADIR ES:
Viento en la cabeza, desierto en el corazón
— Lithian (@LithianDr) May 10, 2023

VIENTO EN LA CABEZA, DESIERTO EN EL CORAZÓN. Era lo único que Jaismiz recordaba de un viejo poema que leyó cuando era pequeña. Le vino así, de repente, al verse en lo alto de una meseta rodeada de kilómetros y kilómetros de tierra seca. «Por suerte —pensó—, es de noche y no me achicharraré al sol».
El portal muchiversal se cerró con un plop a unos seis metros sobre su cabeza y la dejó sola en el sexto lado del cubo del mundo, en una zona conocida por los nativos como: El culo del mundo, aunque, según el brazalete holoinformativo, el nombre real de aquel lugar era Arizona. Jaismiz pulsó una combinación de botones del brazalete y en el implante intrauditivo de su oreja derecha sonó una voz mecánica femenina.
HA LLAMADO AL CENTRO DE MANDO DE LAS VIAJERAS DEL MUCHIVERSO. TODAS NUESTRAS AGENTES ESTÁN OCUPADAS. POR FAVOR, MANTÉNGASE A LA ESPERA.
En el oído de Jaismiz sonó una musiquita repelente y repetitiva. Tras veinte años como viajera muchiversal había llegado a la conclusión de que el único propósito de aquella salmodia era que la agente en cuestión colgara y así no hiciera trabajar a las mujeres del Centro de mando.
Todas las viajeras del muchiverso eran mujeres, por supuesto. Nadie puede confiar en un hombre para hacer viajes tan complejos como aquellos porque, para empezar, un hombre nunca llamaría a la central y le diría algo como: «Central, aquí Aibori, creo que me estoy más perdido que un grolan de nueve colas en el baile de fin de curso del instituto» o no se acercaría a un espectro del vació entreversal para preguntarle si por aquí va bien para la dimensión Mohína. Por no hablar de lo difícil que es confiar en que un hombre haga lo correcto y mire un mapa en vez de seguir recto como si supiera dónde narices está, saltándose él y su orgullo diez salidas de la autopista del Muchiverso.
TODAS NUESTRAS AGENTES ESTÁN OCUPADAS. POR FAVOR, MANTÉNGASE A LA ESPERA.
Jaismiz se asomó al precipicio y sin pensárselo dos veces saltó. Cuando estaba en el aire, cayendo, apretó un botón de su brazalete y sus botas propulsoras se activaron, frenando el descenso. Aterrizó suavemente en el suelo y miró a su alrededor.
Nada.
AQUÍ EL CENTRO DE MANDO. ADELANTE, AGENTE FUTUK.
—Aquí la agente Jaismiz Futuk, Centro de mando. Ha habido un problema con el portal. Me encuentro en un lugar llamado Arizona, en el sexto lado del mundo. Espero indicaciones.
Jaismiz caminó mientras en su oído escuchaba a las del Centro de mando discutir. Decían cosas como: «¿Qué sabemos de ese sitio?» o «¡Alguien ha terminado el papel del váter y no lo ha repuesto!». El aire de Arizona era frío. El cielo era una cúpula de estrellas realmente hermosa. Podían verse todas las constelaciones —si es que alguien tenía tiempo o conocimiento para pararse a verlas. Desde luego Jaismiz no tenía ni una cosa ni la otra. Las constelaciones varían en cada lado del cubo del mundo. Por ejemplo: mientras en el sexto está la Osa Mayor, en el cuarto está la Mofeta Preadolescente. La constelación de Orión no existe en el segundo lado del mundo, pero en su lugar tienen la constelación del Sushi, que, por raro que parezca, tiene forma de cubo de Rubik—.
ESPERE INDICACIONES, AGENTE FUTUK.
¡No, es que no cuesta nada cambiar el rollo y poner uno nuevo. No vivís solas, ¿sabéis?
Jaismiz seguía andando. La verdad es que aquel lugar resultaba agradable. Lo bueno de los desiertos es la ausencia de gente. La gente siempre lo estropea todo, da igual en qué lado del cubo del mundo te encuentres. Siempre que te topes con gente tendrás que aguantar que hable en voz alta, que se pare en seco en medio de la acera o que te pida que le hagas una foto. No, así, no, en horizontal. Un poco más atrás, por fa. Huy, espera, que no estaba mirando. ¡Bueno, tampoco hace falta ponerse así! ¡Eh, que el móvil era nuevo!
AGENTE FUTUK, HEMOS DETECTADO UN AVERÍA EN EL GENERADOR DE PORTALES MUCHIVERSALES QUE HA UTILIZADO.
Bueno, pues siento si te parece que estoy exagerando, pero me he tenido que limpiar el chumino con la toalla…
—¿Cuáles son mis instrucciones, Centro de mando? —dijo Jaismiz.
Y claro, luego cuando no queden toallas para secarnos la cara, la culpa será mía, ¿no?
ESTAMOS TRATANDO DE SOLUCIONAR EL PROBLEMA, AGENTE FUTUK, PERO LAS TÉCNICAS DICEN QUE NO PODRÁN ARREGLAR EL GENERADOR DE PORTALES HASTA LA SEMANA QUE VIENE.
—¡La semana que viene!
SÍ, BUENO… DICEN QUE LA PIEZA QUE FALTA LLEGA DESDE SORT. ESO SON CUATRO DÍAS LABORALES Y LUEGO LO QUE TARDEN EN ARREGLARLO.
—¿Y qué sugiere que haga durante una semana perdida en el Muchiverso?
NO ESTÁ PERDIDA, AGENTE FUTUK. SE ENCUENTRA EXACTAMENTE DONDE ESTÁ. LE SUGIERO QUE BUSQUE UNA CIUDAD Y SE INTEGRE. MÉZCLESE ENTRE LOS LUGAREÑOS.
No, si el rollo ya lo he cambiado yo. Que parece que si no hago yo las cosas no las hace nadie…
—El brazalete holoinformativo dice que la ciudad más cercana está a tres días caminando, Centro de control —dijo Jaismiz molesta.
¡¿TANTO?! LO BIEN QUE LE VENDRÍA AHORA UNA NAVE O INCLUSO UNA DE ESAS BICICLETAS QUE USAN EN ESE LADO. ¿SE LLAMAN ASÍ? ¿BICICLETAS? BIEN, ES QUE HE ESTUDIADO. ESTO… AGENTE FUTUK, NO SÉ QUÉ DECIRLE… LE SUGIERO QUE EMPIECE A MOVERSE, AGENTE FUTUK. VOLVEREMOS A PONERNOS EN CONTACTO CON USTED CUANDO HAYAMOS ARREGLADO EL GENERADOR DE PORTALES MUCHIVERSALES. HASTA ENTONCES, DISFRUTE DE UNAS VACACIONES BIEN MERECIDAS QUE CUANDO REGRESE SIN DUDA TENDRÁ QUE RECUPERAR.
La comunicación se cortó. En el oído de Jaismiz se escuchó un tenue y tímido paclinc y después lo único que pudo oír fue el soplido del viento y el aullido un coyote.
No entendía por qué seguía en aquel trabajo. No es que el sueldo fuera una maravilla y los problemas como aquel pasaban tantas veces que algunas de sus compañeras y ella misma habían empezado a pensar que el Centro de control lo hacía a propósito para ver si se libraba de ellas. No tenía sentido porque, si ellas desaparecían, ¿quién narices iba a viajar por el Muchiverso?, ¿los hombres? Jaismiz soltó un bufido divertido. «Sí, claro —pensó—, eso me gustaría verlo». ■