
La Nuestromono. Imagen libre de licencia: Pexels.
La Nuestromono es un relato de ciencia ficción cómica perteneciente a «Las tres palabras», una sección dentro de «Juegocuentos». En ella haré relatos incluyendo tres palabras que pediré a las seguidoras/es de mi cuenta de Twitter.

Palabras a añadir:
PERSIANA 3 |

lA NAVE NUESTROMONO ESTABA llegando a Targón Nueve y la teniente Replay no pudo evitar preguntarse dónde narices estarían situados los otros ocho targones. Posiblemente existían, a la gente le gustaba mucho ponerle números a los planetas. Targón Nueve era de un rojo salmorejo y estaba rodeado por un campo de asteroides. Replay no se dejó amedrentar, accionó un botón del cuadro de mandos, carraspeó y con su voz grave como el contrabajo dijo:
—Señor Quein active la barrera de fuerza de la Nuestromono.
—Negativo, teniente.
—¡¿Qué quiere decir negativo?!
—Es lo contrario a positivo, teniente. Es lo que en Lengua llaman Antonio.
—Antónimo.
—Eso. La barrera de fuerza está ahora mismo en horas bajas, teniente. No podemos activarla.
—Señor Quein, tenemos delante un campo de asteroides, no podemos cruzarlo sin la barrera de fuerza. Actívela.
—Ya… verá, teniente Replay, no es que no quiera activarla, es que no puedo activarla. Dice que está cansada.
La teniente abrió la boca, pero la cerró de nuevo. No estaba preparada para eso.
—¿Cómo que está cansada?
—Dice que lleva mucho tiempo haciendo fuerza y que ahora necesita una siestecita. Tendrá que cruzar el campo de asteroides a la vieja usanza.
La vieja usanza consistía, la mayoría de las veces, en ir rebotando de asteroide en asteroide como una bola de pinball hasta llegar al destino con la nave hecha un Cristo.
Replay pensó en alguna solución alternativa, incluso se planteó darle un plátano a la barrera de fuerza, a ella le funcionaba cuando iba por el tercer polvo de la noche.
—¿Teniente? —dijo la voz del señor Quein a través del altavoz.
—Sí, señor Quein. Supongo que tendré que hacerlo así.
La teniente Replay cerró la comunicación cpn fastidio, apretó un par de botones, bajó alguna palanca, giró alguna ruedecita, bebió un sorbo de café de una taza de porcelana en la que ponía: «Hasta que no me tomo el sexto café no soy persiana3» y suspiró.
—Nuestromono, desactiva el piloto automático.
PILOTO AUTOMÁTICO DESACTIVADO.
En el cuadro de mandos se abrió una compuerta y de ella salió un volante con forma de U.
La teniente Replay se dio cuenta al coger los mandos de que estaba sudando a mares, como cuando iba por el quinto polvo de la noche.
Apretó otro botón y tras carraspear de nuevo dijo:
—Señor Bichop, vamos a cruzar el campo de asteroides en piloto manual.
Hubo un silencio.
—¿Señor Bichop?
—Sí, teniente, es que me ha parecido entender que vamos a cruzar el campo de asteroides en piloto manual.
—Eso he dicho, señor Bichop.
—Oh… ¿Por qué no activa la barrera de fuerza?
—Dice que está cansada.
—Pero…
—Señor Bichop, no tenemos tiempo. No crea que a mí me gusta la idea. Quiero que active el troncho de propulsión.
—Sí, mi teniente.
Por el altavoz se escuchó una serie de chasquidos y luego el sonido de una turbina.
—Troncho de propulsión activado.
—También incremente la presión del manubrio disonante.
—¡No puede hablar en serio! ¡Si incremento la presión del manubrio disonante podemos explotar en mil pedazos!
—¡Y si no la incrementa podemos acabar estrellándonos contra ese campo de asteroides! ¡¿Es lo que quiere, señor Bichop?!
—N-n-no, cla-claro que no…
—¡Pues incremente la presión del maldito manubrio disonante y no me haga perder más tiempo!
A través del altavoz se escuchó un fuuuuuuu muy agudo.
—Presión del manubrio disonante incrementada. Que Sacsé nos asista.
—La Diosa Creadora no tiene nada que hacer aquí, señor Bichop. La única diosa de la que debemos preocuparnos ahora mismo es de la Muerte.
La comunicación se cortó justo cuando el señor Bichop chasqueaba la lengua y llamaba psicópata2 a la teniente Replay. Concretamente dijo: «Esa psicópata va a conseguir matarnos y verás tú qué gracia. Mira que incrementar la presión del manubrio disonante… ¡Del manubrio disonante nada menos!».
La teniente Replay cogió una palanca roja y fue moviéndola hacia abajo lentamente, dejándolo en la posición de Manubrio disonante a tope. La Nuestromono vibró para luego tiritar y, más tarde, ponerse a temblar como si la estuviera sacudiendo un terremoto.
—Vale, Ilen Replay —se dijo en voz alta a sí misma—, ya lo has hecho otras veces.
Su cerebro quiso puntualizar y le pensó: «Sí, pero las otras veces que lo has hecho estabas en casa jugando a la consola».
—No puede ser tan difícil.
«A ver… si no fuera tan difícil no se habrían inventado ni el piloto automático ni las barreras de fuerza».
—Eso sí. Pero antiguamente había gente que lo hacía. Quiero decir… hay libros de historia que cuentan las proezas de pilotos que viajaban a través de campos de asteroides y otras amenazas sin pilotos automáticos y sin barreras de fuerza. Y sin manubrios disonantes, si me apuras.
«¿Sabes qué hace falta para salir en un libro de historia? Estar muerta. Los vivos no salen en libros de historia. Todo el mundo lo sabe».
—Oh…
Replay sacudió la cabeza y su cerebro le dijo: «¡Eh! ¡No es culpa mía tener siempre la razón!». Cogió el mando con más seguridad —en realidad cogerlo con seguridad es igual que cogerlo sin ella, pero haciendo mucha más fuerza con las manos— y resopló.
—Vamos allá.
Replay empujó una palanca y la nave se propulsó hacia delante. El primer asteroide fue hacia ella, como un fan en busca del autógrafo de su ídolo. La teniente tiró del volante y el morro de la Nuestromono se alzó, la roca pasó por debajo a escasos centímetros, pero pasó. Giró el volante y la nave se inclinó justo a tiempo para que el laza izquierda esquivara un asteroide.
—¡¿Cómo está esa barrera de fuerza, señor Quein?! —dijo la teniente Replay accionando el intercomunicador.
—No sé si le va a gustar, mi teniente.
—¡¿Cómo está?!
—Me temo que… y cito textualmente a la barrera, sigue «atolondrada1», mi teniente.
—¡Pues si no se espabila va a ser la Nuestromono la que se atolondre contra una roca espacial!
Hubo un silencio que, si bien fue en la práctica corto, se hizo muy largo por la situación de peligro inminente de muerte.
—¿Teniente Replay?
—¿Sí, señor Quein?
—Creo que no ha utilizado bien el verbo atolondrar…
La teniente Replay cortó la comunicación. Dio un volantazo y la nave empezó a girar sobre sí misma. Una roca impactó en el morro de la Nuestromono, pero el giro hizo que la nave la perforara justo por el medio y saliera por el otro lado. La teniente abrió mucho los ojos y su cerebro le pensó: «Sabes que eso ha sido potra, ¿no?».
La parte difícil del campo de asteroides había pasado y ahora, delante de la Nuestromono, se encontraba la parte imposible. Las rocas espaciales estaban demasiado juntas y eran demasiado grandes para esquivarlas.
«Si les disparas serán más pequeñas. Eso lo sabe todo el mundo», le pensó el cerebro.
—Tiene sentido.
No, no lo tenía.
La teniente Replay empujó con los pulgares unas tapas que había en los extremos del volante y dejó al descubierto dos botones rojos. Los pulsó y, de las armas frontales de la nave, salió disparada una lluvia de rayos láser que impactaron contra el asteroide más cercano. La roca estalló en mil pedazos y es muy importante recalcar que fueron mil y no doce o trece. De repente la Nuestromono se encontró cara a cara con una barrera de asteroides y la teniente se dio cuenta de que lo de divide y vencerás no siempre era cierto.
Uno de los asteroides impactó en un ala, otro se cargó uno de los motores, un tercero se llevó por delante el sidecar en el que solía viajar la pequeña Miau con el gato y, por si alguien se lo preguntaba, sí, la pequeña Miau estaba en ese momento en el sidecar con el gato. La Nuestromono siguió recibiendo impactos y algunas partes del casco quedaron agujereadas, otras abolladas y otras simplemente no quedaron. Pero eso sí, contra todo pronóstico, la nave consiguió pasar el campo de asteroides. Quedó inutilizada, para el desguace y posiblemente la tripulación —la que quedase— moriría si no conseguían pedir auxilio —cosa que parecía improbable—.
La teniente Replay se echó a llorar, no tanto por la tripulación, como por ella, que tenía una cita en la mejor pizzería de la galaxia y todo apuntaba a que no iba a poder ir.
Sonó un chasquido en la cabina y a través del altavoz se escuchó la voz del teniente Quein.
—¡Teniente Replay, buenas noticias, la barrera de fuerza dice que ya se encuentra mucho más descansada! ¿Teniente Replay? ¿Hola? ¿Hay alguien ahí? Vaya… quizá se esté echando una siesta. En esta nave parece que soy el único que se toma en serio su trabajo… ■