
Cagüen todo. Imagen libre de licencia: Pixabay.
Cagüen todo es un relato de fantasía cómica perteneciente a «Al tema», una subsección dentro de «Juegocuentos», en la que escribiré un relato inspirándome en un tema propuesto por mis seguidores de Twitter.

Un unicornio vampiro pierde su cuerno de leche
— Lizbeth S. Castle ♠ (@T_Nekare) January 26, 2023

EN LO PROFUNDO DEL BOSQUE PÉLVICO los sabios de la tribu se reunieron entorno al fuego de la hoguera. Todos lucían su cabellera sedosa, todos alzaban sus cornudas cabezas con orgullo. No, no eran personas a las que sus parejas habían sido infieles. En realidad ni siquiera eran personas. Esta es la tribu de los unicornios del tercer lado del cubo del mundo. La última, de hecho, y estaban a punto de tomar una decisión sumamente importante.
—Antonses… —dijo una alpaca con un yelmo dorado. De su frente brotaba un cuerno de unos treinta centímetros—, hoy tenemo’ que desidir si Sheril, aquí presensiá, es desterrá o no.
Sheril era una unicorno cierva, pero no tenía ningún cuerno en la frente. Eso no la hacía menos unicornio o sí, era algo filosóficamente debatible. ¿Es menos leche la leche sin lactosa? ¿Es menos tortilla una tortilla sin cebolla? ¿Es menos…? Bueno, creo que se entiende. Además no era culpa suya no tener cuerno, acababa de perderlo, era su cuerno de leche.
Entre el gentío —o mejor dicho, entre el unicornío— se alzó un rumor. Decían cosas como: «Qué fuerte, mira esa» o «Tengo un picor aquí en el lomo, ¿puedes mirar si tengo algo?».
—Silensio, caballeros —dijo el alpaquicornio.
—¡No hay ningún caballero! —dijo alguien entre la multitud—. ¡Como mucho un caballo!
—¡Yo no soy un caballo! —respondió una voz muy aguda.
—¡¿Entonces qué eres?!
—¡Una zebra! ¡¿Es que no ves las rayas?!
—¡Ay, sí! ¡Lo siento, mea culpa!
—¡Po’ favó’, silensio!
La multitud se calló progresivamente y pareció que alguien bajaba el volumen de la radio.
—Sheril —continuó el líder—, ¿qué pues disir en tu defensasión?
—Lider Yorch, no entiendo por qué tienen que echarme de la tribu. Solo se me ha caído el cuerno de leche, ¡me volverá a crecer!
La tribu lanzó cuchicheos de aprobación. El alpaquicornio hizo callar a todo unicornio y negó con la cabeza.
—El poblema no es el cuerno, Sheril… el poblema es que t’ha mordío un vampiro.
Se reprimieron varios gritos, alguien aseguró que era mejor giro de guion que el de la última serie a la que se había enganchado.
—¿Qué serie es? —le preguntó el unicornio de al lado, un toro con un cuerno grueso y cortito en la frente, al que durante mucho tiempo le recriminaron que no podía ser un unicornio si tenía tres cuernos, pero que al final todo quedó en que él no tenía la culpa de que la naturaleza se hubiera tomado unos cubatas de más.
—Buah, es una sobre una araña a la que le pica un estudiante radioactivo. Muy buena. La araña adquiere los poderes del adolescente: se queja por todo, dice mucho “literalmente”, aunque las cosas no sean literales… ¡un pasote!
—Tiene buena pinta…
El líder miró a los dos unicornios y estos tragaron saliva.
—Lo siento, líder, prosiga.
—Gracias… —el alpaquicornio se aclaró la garganta—. Antonse, Sheril, ¿que ties que disir a eso?
Sheril miró a su alrededor y suspiró.
—Lo siento mucho, líder… la verdad es que no he visto esa serie.
—¡Que qué ties que disir de lo del vampiro!
—¡Ah, eso! Sí, bueno… me mordió un vampiro, es cierto. Pero sigo siendo un unicornio. Soy una cierva vampira unicornio.
El toro resopló y pensó: «Lo que me hicieron pasar a mí por tener tres cuernos y ahora esta se planta aquí siendo tres cosas. No hay derecho».
—Se siente, Sheril, asina son las cosa. Ahora disidiremo si te desterramo o no. Que alse el cuerno quien este a favó de que Sheril sea desterrá.
La verdad es que no hubo ningún movimiento. Las cabezas seguían en la misma posición, lo cual, desde cierto punto de vista, no pintaba muy bien para Sheril.
—Desidío. Por unanimidá, Sheril queda desterrá.
—Pero… ¡esa votación es absurda! —protestó Sheril.
—El pueblo ha hablao. To el mundo ha alsao el cuerno en tu contra menos tu. Eres la unica en contra de ser desterrá. Na’ sorpresivo.
—¡Yo no tengo cuerno!
—¡Ah! Antose, si lo tuvieres, lo habrías alsao en tu contra. ¡Pillá!
—¡No! ¡Es imposible que esa votación sea legal! ¡Claro que han alzado los cuernos, son unicornios, siempre tienen los cuernos alzados!
—Po’ favó, Sheril, no lo pongas más difisil. Ties que abandoná la tribu. Quedas desterrá pa’ los resto.
Sheril tenía la boca abierta.
Miraba a su alrededor.
Buscaba complicidad.
No la encontró.
La cierva vampira unicornio suspiró.
—A la mierda —dijo.
Sus colmillos se afilaron como cuchillas y se lanzó sobre el alpaquicornio. Le mordió el cuello y se quedó allí, sorbiéndole la sangre mientras la tribu gritaba y corría en círculos. Las decenas de cascos resonaban en el suelo, así como los gritos tipo: «¡No quiero morir!» o «¡En serio, me pica mucho el lomo!».
Lo último que dijo el líder de la tribu antes de morir desangrado fue:
—Cagüen to…
Cuando acabó de beberse la sangre del líder, Sheril suspiró de placer y miró a la multitud corriendo como pollos sin cabeza. Ya no veía compañeros de tribu, ahora solo veía presas, sangre fresca, en definitiva… estaba viendo la cena. ■