CALENDARIO DE ADCUENTO 2022: 14. LA APRENDIZ

En la foto vemos a Santa Claus posando con una niña para un selfie. Están en la nieve, la niña está muy abrigada y tiene las mejillas sonrojadas. Papá Noel tiene una cara como de asombro, como si no supiera cómo comportarse. El relato se titula: La aprendiz.

La aprendiz. Imagen libre de licencia: Pexels.

La aprendiz es un relato de fantasía cómica navideña perteneciente al reto Calendario de adcuento 2022, dentro de Calendarios de adcuento. En este reto voy a publicar un relato navideño cada día de diciembre.

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EL TRINEO ESTABA CARGADO, los renos estaban preparados y a él solo le faltaba terminar de vestirse. La puerta del estudio se abrió y entró una joven de pelo rubio. Santa Claus la miró y le sonrió con dulzura. Llevaban años esperando esa noche, por fin, Báraab estaba lista para su primera entrega de regalos.
      —Todo listo, maestro —dijo Báraab.
      —Bien, bien. Yo ya estoy también —respondió Santa—. ¿Estás nerviosa?
      Báraab se encogió de hombros.
      —No demasiado.
      Santa la miró con el ceño fruncido.
      —¿Estás segura? No pasa nada por estar nerviosa, es tu primera salida.
      La joven volvió a encogerse de hombros. Últimamente lo hacía mucho. Desde que cumplió los dieciséis años era prácticamente imposible comunicarse con ella. Santa había oído hablar de la pubertad, incluso estaba familiarizado con la edad del pavo —había visto algún que otro tutorial al respecto—, pero aquello empezaba a preocuparle. Báraab era su discípula, algún día le sustituiría como espíritu de la Navidad, se encargaría de repartir los regalos, pero con aquella actitud no tenía nada claro que pudiera enseñarle todo lo que tenía que aprender.
      —Bueno, vamos ya —dijo Santa poniéndose el abrigo—. ¿Tú lo tienes todo?
      Báraab asintió, como si las palabras fueran limitadas y ella ya hubiera gastado todas.
      En el exterior, Rudolph estaba colocado a la cabeza de los renos.
      Santa y Báraab se aseguraron de que el enorme saco de regalos estaba bien colocado, se subieron al trineo y Santa cogió las riendas.
      —Todavía recuerdo mi primera entrega de regalos —dijo Santa insistiendo en el tema—. Estaba de los nervios y no era mucho mayor que tú ahora. Bueno, un par de siglos más, pero al cambio a la edad mortal… debía tener unos diecinueve. ¿O eran treinta y cinco? Bueno, da igual, lo que te quiero decir con esto es que si estás nerviosa está bien. Yo te voy a ayudar en todo lo que pueda, ¿vale?
      Los hombros de Báraab hicieron el recorrido acostumbrado.
      —¿Te ocurre algo, muchacha? —dijo Santa fastidiado.
      —No, ¿por?
      —¡Si sabe hablar! Cada cosa que te digo me la respondes encogiéndote de hombros. Si quieres quedarte en casa viendo el TisTós ese, dale caña, yo llevo muchos siglos haciendo esto solo.
      Báraab miró a su maestro y suspiró.
      —Lo siento. Es solo que…, ¿no te parece que la gente ya no está interesada en que le llevemos regalos? Quiero decir… ahora pueden comprar todo lo que quieran desde el móvil y esperar a que se lo lleven a casa. ¿No nos convierte eso en simples repartidores? ¿Qué sentido tiene? ¿No crees que el espíritu de la Navidad ha sido corrompido por las grandes marcas? Ahora ya se empiezan a vender turrones en Halloween y la gente publica en redes sociales su enfado. No sé, maestro, siento que la Navidad ha perdido su significado y se encuentra ahora en una encrucijada.
      —¿En una encruciqué?
      Santa estaba embobado. Era como si alguien hubiera dejado de pisar una manguera y de repente hubiera salido a presión un chorro de palabras —algunas de ellas nuevas para él—.
      —Quieres que aprenda lo que haces y créeme que yo también quiero, maestro, pero me pregunto qué futuro tiene.
      —La Navidad no necesita preocuparse por el futuro, muchacha. La gente siempre quiere regalos. ¿Que puede comprarse ella misma lo que quiera? Sí, pero aunque tú puedes cocinarte tu propia hamburguesa, ¿no te gusta llamar de vez en cuando al Masdonas?
      —Soy vegana, maestro.
      —Ya me entiendes. Si no, ¿qué querrías ser?
      Báraab lo pensó un momento.
      —Influencer.
      —¿Eso qué es?
      —Una persona que se hace famosa en internet y tiene muchimillones de seguidores. Básicamente le dices a la gente lo que tiene que ponerse, lo que tiene que leer o lo que tiene que comer.
      —Ah… ¿y eso tiene futuro?
      —La gente siempre necesita que le digan lo que tiene que hacer.
      —Entiendo.
      No, no lo entendía.
      —Tengo un canal de YuTuf y ya me siguen cien mil personas.
      —¿Eso es mucho?
      —Más que noventa y nueve mil, novecientos noventa y nueve.
      —No te falta razón. —Santa suspiró—. ¿Entonces te quieres quedar en casa esta noche?
      Báraab sonrió.
      —No. Hoy quiero acompañarte, llevamos años esperando este momento.
      La muchacha abrazó a Santa y este sacudió las riendas. Rudolph encendió su nariz, empezó a avanzar y, unos metros después, sus pezuñas dejaron de tener contacto con el suelo nevado. Lo mismo que pasó con el resto de renos. El trineo echó a volar con Santa y su aprendiz, una joven encantadora que quería ser influnosequé.


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