
Queridos Reyes Magos. Imagen libre de licencia: Pixabay.

YO MATÉ A LOS REYES MAGOS. No fue nada personal, es a lo que me dedico, soy asesina a sueldo y mi cliente pagó muy bien por sus cabezas. Al principio me costó creer que el encargo fuera en serio. He matado a mucha gente, no tengo problema, pero ¿matar a los Reyes Magos? ¿Quién puede odiarles tanto como para contratar a una sicaria? No sé, es cierto que muchas veces pides una PS5 y te traen unos calcetines, pero creo que asesinarles es tan ilógico como querer hacerle daño a Santa Claus, a un unicornio, o a Keanu Reeves. No tiene sentido. Pero sea como sea, una de mis normas es no hacer preguntas. Si quieres que mate a alguien y tienes dinero suficiente para pagarme, dalo por hecho.
Sé que en este punto mucha gente se está llevando las manos a la cabeza, dudando de mi honor, de mi ética, mi buen juicio y otras mierdas por el estilo. Déjame decirte, antes de seguir con lo que te quiero contar, que estos juicios solo sirven para que me sude mucho el coño. Con el honor no se llena la nevera, con la ética no se paga el alquiler —y menos en Barcelona— y con el buen juicio no se mantiene la suscripción a Netflix, Disney+ y todas esas putas plataformas. No te estoy preguntando qué opinas sobre el hecho de que haya sido yo la persona que ha matado a esos tres viejos, simplemente te lo estoy contando. Posiblemente iré al infierno por lo que hice y, justo por eso, creo que es importante que lo cuente.
El encargo se realizó el día 28 de diciembre, lo que no ayudó a que me lo tomara en serio. Llevaba todo el día cotilleando Twitter, viendo noticias falsas por el día de los Inocentes, incluso pensé en hacer un trabajito gratis cuando leí la noticia de que Loles León iba a ser la nueva tía May de Spider-Man. ¡Me llené de hype!, como dicen los jóvenes, y luego descubrí que era una bromita. En serio, cuidado con lo que haces, porque a mí me da igual matar a ocho que a ochenta. Con esas cosas no se juega.
Mi cliente llamó a mi número privado. Un número que solo se conoce en ciertos círculos —principalmente el de la asesinación—.
—Asesinatos Dominguez —respondí yo fingiendo una voz aguda y pastosa, como si estuviera masticando un chicle—. ¿Qué desea?
—Quisiera hablar con la Matarile —dijo una voz masculina, grave y con acento de les Terres de l’Ebre—. Perdón, quería decir la Matarife.
—Sí, un momento, no se retire.
Reproduje una versión politónica de la Novena Sinfonía de Beethoven, mientras le daba una calada a un cigarro que ya casi había terminado.
—Hola, soy la Matarife, ¿qué desea?
Siempre he pensado que esa pregunta es una estupidez dedicándome a lo que me dedico. ¿Qué respuesta espero? ¿«200 gramos de choped del bueno»? ¿Hay choped del bueno? Sé que hay caviar del malo, es un sucedáneo, cuesta cerca de un euro, pero ¿choped del bueno?
—Un conocido me ha recomendado sus servicios para encargarme de un problema. Bueno… de tres problemas.
«Un conocido», siempre hay un conocido. Así funciona mi trabajo, no es que me publicite en Linkedin, o en las Páginas Amarillas. No me hago viral en Twitter, lo mío es el boca a boca.
—¿Nombre del objetivo? —pregunté.
Al otro lado hay un silencio. Conozco esa reacción, es la que ocurre cuando mis clientes descubren por primera vez que no me importa nada más que identificar a mis víctimas y aclarar el tema de mis honorarios.
—Objetivos.
—¿Nombre de los objetivos?
—Son tres reyes.
—Mire usted, a mí me da igual lo que hagan. Yo hago preguntas, usted me responde, luego le diré mi precio y usted decidirá si acepta. Me da igual si los objetivos son reyes, príncipes, butaneros o tertulianos de Sálvame. Solo me interesan sus nombres. Así pues… ¿nombres de los objetivos?
—Melchor.
—«Melchor». —Escribí en un cuaderno pequeño.
—Gaspar.
—«Gaspar». —En ese momento fruncí el ceño. ¿Simple casualidad?
—Y Baltasar —dijo el cliente con voz queda. Que es con una voz baja y que apenas se oye, pero es mejor decir queda, porque resume mucho y es igual de descriptiva.
—¿Está de broma?
—Nada de bromas.
—¿Se refiere usted a actores de una Cabalgata de Reyes?
—No, estoy hablando de los Reyes Magos de Oriente.
Dejé el cuaderno y el bolígrafo encima de la mesa y suspiré.
—No me gusta que me hagan perder el tiempo. Desconozco quién le ha dado mi teléfono, o si ha marcado un número al azar, pero le recomiendo que la próxima vez que quiera gastar una inocentada, se pare a pensar que no es buena idea tocarle las narices a alguien a quien no conoce.
—Nada de bromas —repitió él.
Me pellizqué el tabique nasal, me masajeé las sienes y volví a suspirar.
—Me está usted diciendo que quiere que mate a los Reyes Magos, a los que traen regalos el día seis de enero. ¿Es eso?
—Así es. Todo tiene una explicación.
—Estoy segura, pero puede guardársela para quien le pregunte. Yo solo necesito saber si es cierto, porque…
—Es cierto.
—… porque si es mentira, si usted se está riendo de mí, concentraré todas las habilidades que he desarrollado en veinte años de profesión, para encontrarle a usted y matarle lenta y dolorosamente. ¿He sido lo suficientemente clara?
—Me ha recordado a una peli de Liam Neeson.
—¿Love Actually?
—Creo que no.
El tipo se quedó callado, quizá buscando mentalmente la película en la que el bueno de Liam decía algo parecido. Me importaba una mierda.
—Lo dicho —dije rompiendo el silencio—. Le buscaré, le encontraré y le mataré.
Hubo un breve silencio y luego mi cliente dijo:
—En serio, me recuerda mucho a Neeson. Esa frase creo que es de El paciente inglés.
—En ésa no sale Liam Neeson —comenté sin perder la paciencia.
—Claro que sale, es el protagonista.
Un error habitual.
—Ese es Ralph Fiennes.
—¿Está segura?
—Al cien por cien.
Otra cosa no, pero soy una gran cinéfila. De las de verdad, de las que no vuelven a ver las cosas, sino que las revisiona.
—Bueno, no importa. —Las palabras habían adquirido el tono típico de alguien a quien no le gusta que le corrijan—. ¿Cuál es su tarifa?
—¿La de Ralph Fiennes? Ni idea, pero supongo que es bastante caro, es un actor de primer nivel.
—¡No! La suya, para matar a los Reyes Magos.
Le dije el precio. Él intentó negociar. No regatees con una asesina a sueldo, no hay forma de que salgas bien de esa estupidez. Pueden pasar dos cosas fundamentales: cosa fundamental número uno, que te suba el precio o cosa fundamental número dos, que te liquide a ti. Gratis.
Cuando aceptó mi tarifa, colgué el teléfono, me serví un vaso de leche, doble, sin agua ni hielo. Me gusta beber la leche a palo seco. Me la bebí de un trago y noté cómo me bajaba por la garganta. Me serví otro vaso, un día es un día.
—Tengo que matar a los Reyes Magos —dije en voz alta. Me tragué la leche de una sentada y lancé un suspiro de placer—. Otro año que no me van a traer la consola.
Dejé el vaso en la mesa, cogí mi abrigo y salí a la calle. No tenía claro por dónde empezar a buscar a esos tres viejos, pero, como le dije a mi cliente, les buscaría, les encontraría y les mataría. Joder, ahora que recuerdo todo esto, sí que parece una frase de Liam Neeson, ¿la decía en Harry Potter? No, diría que ése también era Ralph Fiennes. ■
Feliz año.
Gracias por acompañarme en este viaje.
Jamás me he reído t to con un relato 😁 muy original. 10/10