

CALLADA ESTÁS MÁS GUAPA, DE XANDRA BILBAO
SIEMPRE LA habían querido callada y quieta, siempre le exigían que no molestase. Su aparente seguridad y su sonrisa perpetua fue su mejor armadura, sus silencios eran vistos como una muestra de una educación intachable. Sumisa era mucho más apreciada.
Aunque su realidad era otra. En su interior un grito constante, una guerrera queriendo quemarlo todo contenida por los puños apretados, las uñas clavadas en las palmas haciendo brotar la sangre, haciendo físico el dolor que sentía su alma. Y así, se acostumbró a llevar el dolor emocional al terreno físico para controlarlo, para sentir que ella tenía el control.
Pero la guerrera fue ganando terreno, dejando su versión sumisa como una careta de carnaval, un disfraz que colocarse de cara a los demás para escapar de las consecuencias de sus actos. Su fuego la había consumido y, aquella noche, por primera vez, se dejó llevar del todo. Quería ver el mundo estallar.
En su reloj, el ratón de los dibujos tenía los dos brazos arriba del todo, señalando el doce. Saltó de su cama colocando en sus pies las zapatillas de unicornios y poniéndose la bata rosa, esa que la abuela le había comprado para que no tuviese frío en aquella casa que siempre estaba a veinte grados por la calefacción central. Salió de su habitación y fue hacia la cocina, hacia el cajón que no podía abrir porque era demasiado pequeña para coger esas cosas, y agarró un cuchillo estrecho y puntiagudo. Tras eso, solo tenía que ir por el pasillo que le conducía a la habitación de sus padres. Allí, en la oscuridad, su madre miraba hacia la izquierda, completamente dormida por las pastillas que le impedían tener pesadillas. Se acercó y acarició con el cuchillo el cuello de su madre, haciendo que una línea roja apareciese en su piel y que los ojos de la mujer se abriesen de par en par, lo que la asustó e hizo que se metiese bajo la enorme cama. Acto seguido, su padre se despertó por los movimientos de su mujer, que respiraba por última vez entre sus brazos. Después, oyó cómo la llamaba, por lo que salió de debajo de la cama, con su disfraz de sumisa puesto y el cuchillo escondido tras la espalda. Su padre la abrazó intentando protegerla del monstruo que se había llevado a su madre y, justo cuando el hombre empezaba a sentir que controlaba la situación, la niña sacó el cuchillo de la espalda, rajando el cuello de su padre. Un corte rápido en el lado izquierdo hizo que la sangre saliese sin control, haciendo que lanzase a la niña contra el suelo, mientras la observaba con una mirada de horror, asco y odio, pero, sobre todo, sorpresa. Después, cayó al suelo desplomándose frente a su asesina con los ojos llenos de lágrimas. Ahora ellos estaban callados, quietos y no molestaban.

Soy Xandra Bilbao, una escritora apasionada de la mitología vasca y de los asesinos en serie. Siempre con historias y leyendas en la cabeza, me encanta traspasar los límites, crear sensaciones que despierten algún sentimiento en mis lectores. (Mi primera novela El pacto de los jentiles está disponible en Amazon, además tengo varios relatos en Lektu, Wattpad y mi blog “En medio del espejo”). |
Joroba con la pequeña asesina de la katana!
Muy bien trazada la descripción de la niña en el segundo párrafo. Me gustaría ser capaz de hacerlo igual.
¡Muchas gracias por tu comentario! Me alegra que te haya gustado esta historia de Xandra.