

SENTADA EN el jardín, en una silla de plástico, resguardada de la lluvia bajo un toldo desplegable, una mujer fumaba un cigarro encajado en una boquilla larga de plástico, con las piernas cruzadas y un libro pesado en el regazo. Paseaba los dedos por las líneas de texto verticales mientras leía con una voz que sonaba con reverberación:
—¡Macagondenatu, zozobramejorquefafalte, guichi-guichi yaya dada!
El cielo se iluminó y un rayo impactó en el suelo del jardín como el chasqueador de un látigo. El humo resultante se convirtió en la figura de una mujer alta, elegante, protegida por un paraguas rojo. Sus ojos brillaban con un color azul eléctrico. Alzó la cabeza y husmeó el aire húmedo y frío, y sintió placer por el olor a petricor.
—La Tierra —dijo—, nunca deja de sorprenderme este planeta. Es tan… primitivo y a la vez tan interesante. Sus olores, sus sabores. El suelo, allá donde vayas, tiene matices de tierra y de sangre. La sangre de cientos de cadáveres sobre los que se ha alzado la historia…
—Ya, ya, muy tétrico todo —interrumpió la de la silla de plástico—. ¿Hola? Aquí la invocadora.
La del paraguas se fijó en la humana por primera vez y una corriente de repugnancia le recorrió el cuerpo. No por nada concreto, simplemente los humanos le provocaban la misma sensación que alguien siente cuando llega a casa después del cole y percibe el olor de la coliflor hervida que tiene para comer.
Se fijó luego en el libro que descansaba sobre los muslos de la humana.
—Oh, veo que has encontrado el Retronomicón. Personalmente me gustan más las ediciones nuevas, pesan menos, están hechas por tomos, e incluso creo que está disponible para Kindle. Es un libro útil en el que puedes encontrar conjuros de invocación, pero a quién queremos engañar, pesa como un kotmok muerto. La gente acababa en silla de ruedas solo por cargar con él.
—Te gusta mucho hablar, ¿no?
—El infinito es silencioso. Viajo por el eco del universo y me alimento del todo y la nada. No me culpes si se me suelta la lengua cuando por fin encuentro un especimen con el que hablar. ¿Por qué me has invocado?
—Eres Wupo’Majoh, Devoradora de Mundos, Castigadora de Almas, Corrompedora de Voluntades y Socio Número 0025 del Club Super 3.
—Orgullosa de todo ello, especialmente de lo último, pero eso no es una respuesta. ¿Por qué me has invocado?
—Quiero que devores el mundo, que castigues almas y corrompas voluntades. Cuando todo eso acabe, quiero que me lleves a La Festa dels Súpers1 con tu carné de socia del Club Super 3.
—Entiendo. No me interesa.
—¿Que no te interesa?
—Nope.
—Estás obligada a obedecerme.
—¿Obliqué? ¿Has leído la letra pequeña del conjuro, piltrafilla? Lee, lee.
La humana paseó el dedo índice por el texto hasta que encontró una nota a pie de página y empezó a leer.
—Asereje chikichiki lualú. Chiquitan chiquititan tan tan que tun pan pan que tun pan que tepe tepe —Miró a la del paraguas, con los ojos abiertos de par en par, y exclamó—: ¡Hoo ha! ¡No puede ser! ¿No puedo usar tu poder? ¿Mi alma te pertenece? ¡Es un conjuro de invocación! ¡SE SUPONE QUE INVOCAS A LOS DIOSES PARA QUE TE OBEDEZCAN!
—Ya… lo siento, maja, pero ese libro no va de eso. No puedes invocar a deidades y convertirlas en tus esclavas, eso no está gonico. ¿Sabes el viaje que tengo que hacer desde que pronuncias la última palabra de mi conjuro? ¡Y todo en un segundo! Eso es energía que gasto y tengo que alimentarme. Me tengo que alimentar de algo y en este caso ese algo vas a ser tú. Bueno… tu alma. Ya lo siento, chica, pero después de hoy —dijo apartando el paraguas y disfrutando del agua que caía sobre su cabeza—… no verás llover. ■
1. La Festa dels Súpers (en castellano, para quien crea que es incomprensible: La fiesta de los Súpers) es una fiesta anual, con conciertos y diversas actuaciones, que el programa infantil El club super 3, de la televisión catalana, celebra para los más pequeños de la casa. También pueden ir los adultos y nadie les dispara si se atreven a disfrutarlo.