
Con retraso es un relato de fantasía cómica perteneciente a «Primeras palabras», una subsección dentro de «Juegocuentos», en ella escribiré un relato que tendrá que empezar por la frase que una seguidora o seguidor de mi cuenta de Twitter me propondrá.

• LA FRASE A AÑADIR ES:
Mierd… ya he llegao tarde otra vez 🤦🏼♀️
— Lorena (@Lorenaedcl) January 12, 2021

MIERD… YA he llegao tarde otra vez —dijo la Muerte plantada en medio de plaza Cataluña. Frente a ella un grupo de personas se reunía y se inclinaba hacia delante, como las jugadoras de un equipo de baloncesto escuchando las indicaciones de su entrenadora. No necesitaba saber qué estaban mirando aquellas personas, lo tenía muy claro. Estaban mirando un cadáver, uno peculiar: era un cuerpo vacío. Su alma lo había abandonado y no había tenido los modales necesarios para esperar a que ella pudiera ir a recibirla para llevarla al Otro Mundo.
La Muerte miró por encima del gentío, de quienes cotilleaban el cadáver, del niño que le acababa de pinchar un ojo al cuerpo con una rama, y por encima de los que seguían a su bola, pensando que el corrillo de personas estarían viendo algún artista callejero. A lo lejos vio una figura verdosa, semitransparente, corriendo hacia las Ramblas.
—Te pillé.
El alma se movía deprisa, había alcanzado ya calle Tallers cuando la Muerte apareció delante de ella. Se detuvo en seco y se la quedó mirando. La Muerte estaba muy erguida, apoyada en su guadaña, mirando al ama con una ceja arqueada —o el equivalente a una ceja arqueada para un ser que es todo hueso, que básicamente consiste en estar muy seria y no hacer nada más—, sin agachar la cabeza, todo en ella transmitía un aura majestuosa.
—¿Quién eres tú? —preguntó el alma, su voz sonó con eco.
—La nueva novia de Harry Styles. No te jode… ¿quién voy a ser?
—No sé…
—Guadaña, apariencia de calavera, vestida de negro… ¿quién crees que soy?
—¿Chenoa?
—¡Soy la Muerte, Idiota!
El alma no respondió, en vez de eso intentó embestir a la Muerte. Cuando sus cuerpos entraron en contacto hubo un estallido que lanzó al alma hacia atrás.
—¡Auch!
—¿Qué coño haces?
—¡Intentaba derribarte para huir!
—A la Muerte…
En ese momento una madre y su hijo atravesaron a la Parca por su espalda. El niño sintió un escalofrío y maldijo, a lo que la madre le dio una colleja y le amenazó con lavarle la boca con jabón, coñoyá.
—Va, nos vamos al Otro Mundo.
—Y una polla como una olla. Yo no quiero estar muerto.
—Yo no quiero que la gente diga de sí misma que es “muy amiga de sus amigos” y me aguanto cada vez que lo escucho. Va, tirando.
—¡Que no, que soy muy joven!
—¿Muy qué? ¡Tienes 110 años!
—Más años tienes tú, que ya hablaban de ti antes de que yo naciera.
—Unos cuatro mil quinientos cuarentaitrés miles de millones de años, década arriba, década abajo. ¿A que no los aparento?
El alma miró hacia su espalda.
—Yo no lo haría —le advirtió la Muerte—. Si intentas huir me enfadaré, y si me enfado te voy a mandar al infierno de una patada en tu espectral culo. No es buena idea tocarme la cavidad nasal.
—¡Pero no es justo! ¿Por qué me he tenido que morir hoy?
—Oh, perdona, ¿no te venía bien morirte hoy? ¡Haberlo dicho antes, hombre! Joder, esto ha sido un error. Ahora mismo llamo al jefazo y le digo que revierta todo el tinglado. —La muerte cerró la mano izquierda, excepto el dedo pulgar y el meñique, y se la llevó a la cara, como si fuera un teléfono—. Hola, ¿Dios? Mira, soy la Muerte. ¡¿Qué pasa?! Mira es que tengo aquí un alma y resulta que no le viene bien morirse hoy. ¿Qué te parece si hacemos como cuando Superman invierte el movimiento de la Tierra para retroceder en el tiempo y le devolvemos la vida? ¡¿Que no se puede?! Vaya, bueno… cuídate, Dios, dale recuerdos a tu hijo. —La Muerte miró al alma y se encogió de hombros—. Yo lo he intentado. Va, arreando que es gerundio.
—Eres un poco gilipollas, ¿lo sabías?
—Con piropos no vas a conseguir que cambie de idea. Mira, te confieso que he llegado tarde, que lo normal es que cuando os morís yo ya esté ahí y, cuando el alma sale del cuerpo, la cace al vuelo, como un oso caza un salmón en pleno salto. Peeeeeero… chico, últimamente me tenéis agotada. Entre el Coronamierdas y vuestra estúpida idea de que sois indestructibles y os la pela todo… luego llega el temporal, nieva y os empezáis a reunir en masa. Me vas a perdonar, pero todo lo hago yo sola, sin ayudantes, ¿sabes? Sois una especie muy idiota y cada día me sorprende más que no os hayáis extinguido. ¡No solo eso! El de arriba aún permite que os sigáis reproduciendo. Cada vez que nace alguien de tu especie me da un escalofrío por toda la columna vertebral y me pregunto de qué forma estúpida morirá y cuánto tiempo tardará. Sé que no es plato de buen gusto que ahora venga yo, con mi pelvis gorda, y te lleve al otro barrio. Pero mira… cuando estés allí echas una sugerencia al buzón y pides que me pongan asistentes. Ahora nos vamos.
El alma miraba a la Muerte con la boca abierta. Se notaba que llevaba tiempo con ganas de soltar todo lo que acababa de decir.
En ese momento, cerca de ellas, una mujer joven pasaba riéndose de algo que había leído en el móvil. El alma se la quedó mirando y, sin que la Muerte tuviera tiempo de reaccionar, se abalanzó sobre la joven, introduciéndose dentro de ella.
—¡No me jodas! —exclamó la Muerte, miró hacia el cielo y gritó—. ¡LES TUVISTE QUE DAR LIBRE ALBEDRÍO! La madre que me parió.
La joven se quedó quieta, se miró de arriba a abajo y luego se giró hacia la Muerte.
—Si quieres llevarme al Otro Mundo vas a tener que matar a esta chica.
La voz era la de la joven, pero también era una voz perteneciente a un anciano: temblorosa y añeja.
—Te crees muy listo, ¿verdad? Pues reza para que cuando esa chica se muera vuelva a llegar tarde, porque te vas a cagar, machote. El infierno va a ser un parque de atracciones en comparación de lo que te voy a hacer. —La Muerte le dio la espalda y se empezó a alejar, caminando apoyada en la guadaña—. Dios, qué asco les tengo a los humanos… ■