

ERA UNA tarde tonta y caliente, de esas que te pega el sol en la frente. Asha estaba cansada del día anterior, agotada de la lucha contra el ejército de las armaduras huecas. Proteger el plátano del destino, al servicio de su majestad Manki, le había costado alguna fractura que otra y ver morir a varias personas que, aunque no quería, porque Asha no tenía la capacidad de amar, se había acostumbrado a ellas y no le gustaba que le cambiaran las cosas de sitio.
Por la mañana ignoró descaradamente el despertador y, si no lo estrelló contra la pared, fue únicamente porque el móvil era nuevo y tan resistente que sobrevivió al fragor de la batalla. Era un Nokia 3310 Remake, con pantalla táctil y todas esas mierdas, pero con todas las ventajas del prehistórico y resistente aparatejo.
Tenía claro que se iba a relajar durante todo el día, no atendería llamadas, no miraría el correo y por descontado desconectaría la aplicación WorldsApp, para que no le llegaran mensajes de auxilio de toda la galaxia. Estaría ella sola, una jarra de café y algunos audios ASMR.
Le dio al play al reproductor y una voz susurrada le habló directamente en los oídos a través de los auriculares.
—Hola, bienvenida a Tortureland, tu centro de torturas. ¿En qué te puedo ayudar? —La voz hizo una pausa, como si esperase la respuesta de Asha—. Vale. ¿Buscabas una tortura en concreto? —Pausa—. Ya veo. Pues deja que compruebe el catálogo y te digo nuestras ofertas.
Asha cogió la taza de café y se sentó en el sofá, apoyó la cabeza en el respaldo y cerró los ojos, sintiendo el placer que le producía el sonido del teclado y el clic del ratón del audio. Suspiró justo en el momento en que la voz volvía a dirigirse a ella, muy pausada, continuando con el susurro.
—Mira, ahora mismo tenemos una oferta especial que incluye tenazas, cortes de dedos, arrancamiento de uñas y una sorpresa final. ¿Te gustaría contratar esta oferta? —Asha respondió que sí mentalmente—. Perfecto. Pues deja que apunte tu nombre. ¿Habías contratado algún servicio anterior en Tortureland? ¿No? Bueno, pues hacemos la ficha en un momento. ¿Tu nombre? Ok. —A través de los oídos el sonido de las teclas, amplificado por el micrófono, hizo que Asha sintiera un cosquilleo que le recorrió desde la nuca hasta los riñones—. Vale. Entonces ahora que ya he apuntado tu nombre y todo, puedes seguir a mi compañera que te llevará a la sala de torturas y allí empezará tu experiencia. Muchísimas gracias.
Una segunda voz, muy dulce e igualmente susurrada, sonó solo en el oído derecho de Asha, como si realmente se le hubieran acercado por su diestra y le hubieran llamado la atención.
—Bienvenida. ¿Me acompañas?
Se escuchó el sonido de varios pasos, tacones repicando contra escalones de piedra. Algún goteo cercano y ruidos de cadenas. Como si estuvieran bajando a unas mazmorras llenas de calabozos, llenos a su vez de presos queriendo escapar.
—Esta es la sala. Si quieres toma asiento y relájate mientras te pongo los grilletes.
Una puerta pesada de acero se cerró con un chirrido y un portazo, luego sonó un ruido metálico que no era otra cosa que los grilletes cerrándose, y Asha casi pudo sentirlos en la piel de las muñecas.
—Voy a empezar por amordazarte.
En el audio alguien retorcía un trozo de cuero que rechinaba.
—¿Te aprieta? Perfecto. Mira, empezaré por cortarte un dedo. Para ello voy a usar esta cizalla.
Se escucharon unos golpecitos de uñas contra hierro. Quien grababa el audio estaba dándole rítmicamente a la cizalla con sus dedos. Lo siguiente que sonó en los oídos de Asha fue un chasc seguido de un splat y un glup-glup-glup.
—Vaya —dijo la voz susurrada—, un corte limpio. Mira como ha caído tu índice al suelo. Tienes un buen flujo de sangre. Mira qué goteo tan contínuo. Muy bien. Ahora voy a arrancarte la uña del dedo pulgar. Puede que te duela un poco, pero tienes que aguantar. Nos han traído estas tenazas nuevas. Son de hierro.
Las uñas golpearon las mordazas de las tenazas, luego se escuchó un frisss y un ligero clac. Asha visualizó perfectamente la uña desprendiéndose de su dedo. como si estuviera pegada con velcro, y partiéndose después.
—Estás aguantando muy bien el dolor. Me alegra mucho. Casi no lloras. Ahora voy a ir al servicio principal de esta oferta. Es una nueva técnica de tortura, se trata de introducir la broca de un taladro en ambas rodillas por la parte superior. Mira, esta es la broca, mide unos veinte centímetros.
En el audio as uñas golpearon la broca, luego se activó el taladro y el sonido agudo recorrió todo el cuerpo de Asha a través de sus tímpanos. La broca atravesó algo blando en la grabación, algo que realmente parecía carne, luego se encontró con algo duro que realmente parecía hueso. Lo duro se quebró con un chasquido y el taladro se apagó, haciendo que el sonido agudo fuera apaciguándose poco a poco.
—Muy bien. Has aguantado muy bien, eres de las mejores clientas que hemos tenido en Tortureland. Ya hemos acabado. ¿Tienes alguna pregunta? —Se hizo una pausa—. Por supuesto que tienes promociones especiales. Además el día de tu cumpleaños te llegará una tarjeta regalo para una tortura especial. ¿Me acompañas arriba?
Los grilletes se aflojaron con un crujido metálico, luego se abrió la puerta y el chirrido atravesó a Asha. Después los tacones resonaron en los escalones de piedra.
—Ahora mi compañera te cobrará y te explicará un poco cómo puedes valorar nuestro servicio. ¿Vale? Encantada. Cuídate.
Se escucharon pasos alejándose y luego la primera voz que habló en el audio se dirigió a Asha con susurros a través solo de su oreja izquierda.
—¿Qué tal la tortura? ¡¿Sí?! Me alegro mucho. Pues mira, serán sesenta ruluks. Si tienes tiempo puedes valorar nuestro servicio dejándole un like al audio, comentando y suscribiéndote a nuestro canal. Muchas gracias y hasta la próxima tortura..
Asha abrió los ojos y se sintió relajada y con mucho sueño. Se preguntó si haría mal en volver a tumbarse, pero le dolía tanto el cuerpo que la respuesta fue inmediata. Cómo le gustaba el efecto que le producían los audios ASMR. Y aquel canal, Tortureland, era sin duda su favorito. ■