

EL RADIODESPERTADOR sonó como cada mañana. Las cinco de la mañana y la emisora de música clásica estalló en la habitación, arrancando del sueño a la mujer con una sacudida parecida a la que recibiría si un jugador de fútbol americano le hiciera un placaje.
♫ ¡TOOODA, TOOODA, TOOODA, TE NECESITO TOOODA! ♫
La mujer alzó la mano sin moverse de la cama, la movió en círculos sobre el radiodespertador, imitando a un buitre que espera pacientemente a que su presa tenga la bondad de morirse antes de que se le junte el desayuno con la comida, y la descargó, atizando al aparato con toda la rabia que se puede tener cuando te han echado de un sueño en el que se mezclaba un Jacuzzi, una marciana bicéfala y un bote de nata montada. El radiodespertador desplegó su docena de patitas y esquivó la mano.
—¡Auch! ¡Puto trasto inteligente!
♫ ¡PERDÓN POR HABER SIDO UN LOCO DISTRAIDO! ♫
—¡Ya estoy despierta, apágate de una puta vez!
Del radiodespertador sonó un pipopí y la música se detuvo. En la habitación reinó el silencio, roto solo por el primer canto de los pájaros. Las grandes ventanas mostraban un paisaje precioso: un bosque de pinos al amanecer. Empezaba a llover y se escuchaba el goteo del agua en los cristales.
La mujer se tumbó bocarriba y se frotó la cara arrugada y surcada por marcas de las sábanas, sus pechos flácidos estaban al descubierto, caídos hacia los lados y el pelo negro de las axilas estaba ligeramente humedecido por el sudor de la noche. Cogió un paquete de Ducados de la mesita, sacó el último cigarro y se lo puso entre los labios mientras arrugaba el paquete y lo lanzaba al suelo, más allá de los pies de la cama. En el cabecero de la cama se abrió una compuerta cuadrada de apenas seis centímetros, del hueco brotó un brazo mecánico con la mano enfundada en un guante blanco como de dibujo animado del siglo XXI, en la mano llevaba un mechero Zippo, lo abrió con el pulgar, giró la rueda dentada y acercó la llama al rostro de la mujer.
—Gracias —dijo ella dando una calada.
ES UN POCO PRONTO PARA FUMAR.
La voz mecánica sonó por toda la habitación.
—¿Qué hora es?
05:00 A M.
—¿Qué hora es en Japón York?
01:00 P M.
—Ahí lo tienes. Mis pulmones sienten una profunda devoción por la cultura japonesamericana. ¿Qué has puesto en las ventanas?
SELVA AL AMANECER, ¿TE GUSTA?
—No, quítalo.
La imagen de las ventanas tembló con una interferencia y desapareció, dejando a la vista una selva distinta, de edificios decadentes. El cielo nublado descargaba una cortina de lluvia espesa. El sonido de los pájaros había sido sustituido por una amalgama de cláxones e improperios.
—Abre la ventana.
ESTÁ LLOVIENDO EN EL EXTERIOR.
La mujer no respondió y de alguna forma ese silencio fue peor. La casa de repente se imaginó con la memoria transferida a un robot aspirador. Inmediatamente se abrió una de las ventanas. El agua entró en la habitación y el aire fresco y fétido la transportó hasta la cama, salpicando el rostro de la mujer.
—Me encanta el olor a cloaca por la mañana —dijo la mujer.
Apartó las sábanas y se sentó en el borde de la cama, completamente desnuda, con la piel colgante en algunas zonas por la vejez. Tenía el cigarro en los labios y una mueca graciosa provocada por el humo, que le obligaba a guiñar un ojo y torcer la boca.
En la calle se escuchó el chirrido de unos frenos y un golpe fuerte. Luego dos puertas de vehículos abriéndose y cerrándose de un portazo, y dos voces insultándose la una a la otra.
La mujer se levantó de la cama, descalza, y fue al baño.
PODRÍAS VESTIRTE.
—Podría. Pon las noticias en el baño, voy a darme una ducha.
La luz del lavabo parpadeó y luego se quedó encendida. En el aire se proyectó un cuadro holográfico y en éste apareció un ciborg presentador del telenoticias.
«… excrementos en las paredes», dijo el presentador que justo terminaba de explicar una noticia de la sección de Internacional.
La mujer atravesó el holograma y se metió en el plato de ducha, cercado por una mampara de cristal.
«Arqueólogas encuentran un cartel con un arcoíris pintado y la frase “Todo saldrá bien”, se cree que pertenece a principios del siglo XXI, concretamente de finales de 2020».
—Cambia al canal 400.
El ciborg presentador fue sustituido por una androide con piel sintética y mirada vacía. Estaba delante de un mapa de Nueva España, repleto de nubes con lluvia animada.
«Y en Barcelona se esperan chubascos. Ahora vamos con las fotos que nos envían nuestros espectado… ».
—Cambia al canal 805.
El cuadro holográfico mostraba a un nuevo cíborg presentador que, de hecho, era exactamente igual que el primero y que todos los ciborgs presentadores de noticias. Estaba sentado en una mesa, mirando fijamente a la cámara.
«Han encontrado un nuevo cadáver en plaza Cataluña…». La mujer abrió el grifo y dejó que el agua le cayera encima. Sacó la mano fuera para proteger el cigarro y se duchó con una sola mano. «… El cuerpo ha sido arrastrado calle abajo por la avenida Diagonal y se ha encontrado en la playa, desmembrado como los otros seis cadáveres que se han ido encontrando hasta ahora por toda la ciudad. La policía parece no tener ninguna pista.».
La mujer escupió un poco de agua jabonosa y sonrió.
—¡Eso es porque no hay pistas! —dijo dirigiéndose a gritos al holograma para que su voz se alzara por encima del ruido del agua cayendo en el plato de ducha—. ¡Y aunque la hubiera nunca pensarían en mí! ¡Nadie sospecha nunca de los viejos! ¡Esta carcasa es la hostia!
TE LO DIJE.
—Puta casa… Tienes la puta manía de hablarme cuando estoy en pelotas.
SI TUVIERA QUE ESPERAR A QUE ESTUVIERAS VESTIDA NO HABLARÍA NUNCA.
—Me parece un buen trato. Y eso de que me lo dijiste… Me dijiste que tenía que cambiar de apariencia, lo de que usara una carcasa de vieja fue cosa mía. ¿A quién matamos hoy?
QUEDAN DOSCIENTOS OBJETIVOS EN LA LISTA. ¿PASAMOS AL SIGUIENTE?
—No, hazlo como siempre, al azar. Es más divertido matarlos cuando no sabes nada de ellos. La caza es la mejor parte. ¡Me pone cachonda! Va, deja que termine de ducharme. Apaga esa puta pantalla y lárgate del baño. Esta noche voy a salir a divertirme y ahora necesito celebrarlo. ■