Primeras palabras 6: Golpe de suerte

Chica joven bajo un paraguas transparente. El palo del paraguas está rodeado por luces pequeñas. Lleva un jersey fino, una boina y gafas de sol redondas. En la muñeca derecha tiene un tatuaje, es un triangulo con unas letras que no se distinguen por el tamaño de la foto. Tiene ese brazo alzado. El relato se titula: Golpe de suerte.
Golpe de suerte. Imagen libre de licencia: Pexels.

Golpe de suerte es un relato de fantasía urbana cómica perteneciente a «Primeras palabras», una subsección dentro de «Juegocuentos», en ella escribiré un relato que tendrá que empezar por la frase que una seguidora o seguidor de mi cuenta de Twitter me propondrá.

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La frase a añadir es:

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—NO HAY mejor manera de empezar un lunes que pisando una mierda de perro —dijo la joven del paraguas transparente de pronto. La periodista que caminaba a su lado se detuvo en seco, con la aplicación de grabación de voz abierta en el móvil de su mano izquierda—. ¿Qué pasa? Me has preguntado cómo llegué a donde estoy, ¿no? Pues eso.
    La periodista miró a su entrevistada intentando averiguar si estaba hablando en serio o no. Las gafas de sol redondas ocultaban los ojos rasgados de la mujer del paraguas y el resto de su rostro no parecía conocer el significado de la palabra expresividad.
    —¿Me está diciendo que ha llegado a lo más alto en su negocio porque un día pisó una mierda de perro?
    —No.
    —Ya me parecía a mí. No me habían dicho que fuera usted tan bromista.
    —No fue un día, fue un lunes a primera hora. Es importante el matiz. Mucha gente dice que lo importante para que pisar una mierda te dé suerte es que lo hagas sin darte cuenta. Absurdo. Eso lo inventaron los magos para que la gente no andara pisando mierdas a diestro y siniestro. No… lo importante para que pisar una mierda te dé suerte es que sea a primera hora un lunes.
    —Vamos a ver. —La periodista alzó la mano derecha cerrada—. Es usted la matriarca más joven del mundo sobrenatural —dijo ella desplegando el dedo pulgar.
    —Así es.
    —La primera humana en conseguirlo. —Separó ahora el dedo índice.
    —Sí.
    —Incluso los clanes más antiguos, como el de los vampiros y los trols, la respetan y la temen. —El dedo corazón se unió a los otros dos.
    —No sé si respeto y temor son las palabras correctas, pero sí, cuento con el apoyo de varios clanes.
    —Ha conseguido que los elfos la inviten a su hogar —dijo la periodista ignorando a la joven y alzando el dedo anular—. Convirtiéndola de esa esa forma en la primera humana en pisar Búrinel.
    —Preciosa ciudad. Ojalá los elfos se abrieran más al mundo y organizaran tours guiados. No se imagina usted la cantidad de monumentos y la importancia que le dan a la historia.
    —Y por último, pero ni por asomo menos importante, ha conseguido poner fin a la Segunda Guerra Mágica.
    —Me ha ayudado mucha gente.
    —Y me dice que todo eso es gracias a que pisó una mierda de perro un lunes a primera hora.
    —Así es.
    La periodista se quedó un momento con la boca abierta, como si estuviera esperando a que la del paraguas le dijera que todo era una broma y que se lo había currado para llegar a lo más alto. No ocurrió. La joven sonreía por primera vez desde que había empezado la entrevista.
    —Si te soy sincera —dijo la del paraguas—, ni siquiera quería dedicarme a esto. Acababa de empezar en mi nuevo trabajo, iba a ser community manager de una editorial importante y cuando me dirigía a la oficina el primer día noté como pisaba algo viscoso. Levanto la pierna y ahí estaba la mierda de perro. De repente escuché un ruido en un callejón. Entré, como en las películas. ¿Sabe cuando ve una peli y la protagonista va a inspeccionar un ruido y usted, desde el sofá, le grita que no vaya y cree que si le pasara a usted no iría ni de coña? —La periodista asintió descolocada—. Pues no es así, cuando te pasa a ti vas a ver, porque está en nuestra naturaleza, somos cotillas. El caso es que fui a ver qué ocurría y de pronto me encuentro con dos criaturas peleando a muerte. ¡Allí mismo! Me quedé paralizada, ahí, en medio del callejón. Una de las criaturas, alta, delgada, apuesta, con las orejas puntiagudas, el pelo largo, lacio y rubio y la piel de un color sepia, tenía una espada de acero negro cuya hoja estaba envuelta en una especie de bruma púrpura. La otra era de la misma especie, pero su piel era pálida y su espada de acero pulido parecía un espejo luminoso en el que se reflejaba todo. Eran dos elfos, uno de ellos oscuro. Ya sabe, los malos. El de la espada negra atacó al otro, le clavó el arma en un costado y el de la espada pulida aprovechó para cortarle la cabeza. Tal cuál. Un tajo limpio que hizo que la cabeza del elfo oscuro rodase hacia mí por la pendiente del suelo. Los ojos color ámbar se me quedaron mirando y unos segundos después la cabeza desapareció en una explosión de humo negro. El elfo de la espada pulida cayó al suelo, corrí hacia él y me arrodillé.
    »“¿Qué es esa peste?”, dijo él con voz moribunda, que es igual que la de alguien que se ha pasado media vida fumando puros de forma enfermiza, a lo que yo le respondí que acababa de pisar una mierda de perro. “¿Qué día es hoy?”, me preguntó, a lo que le dije que era lunes. “Bien, no hay mejor día para pisar una mierda de perro que un lunes. No me queda mucho tiempo. A partir de hoy, humana, te van a pasar cosas increíbles. No lo olvides, venga mi muerte, venga la muerte de mi familia, la familia Redondel» y cuando dijo eso se murió y en cuestión de segundos desapareció en un fogonazo de luz blanca. Después de eso me fui a casa. No sé muy bien por qué decidí ir a casa en vez de a la oficina, supongo que el trabajo de community manager me parecía un poco banal después de ver a dos elfos matándose a espadazo limpio. Es normal, ¿no?
    »Me duché, apagué el teléfono, cerré las persianas y me acurruqué en el sofá. No salí de casa en una semana. Al anochecer del séptimo día alguien llamó a mi puerta. No usó el timbre, golpeó la madera. Me levanté, eché un vistazo por la mirilla y no vi a nadie. “Putos críos”, pensé, pero cuando me fui al sofá volvieron a golpear la puerta. Cuando la abrí, dispuesta a darle una somanta de collejas a los niños, me encontré cara a cara con un tipo de metro cincuenta, barba larga color cobre, cejas pobladas, nariz de patata, ojos pequeños, verdes y unos labios gruesos que no se disimulaban con el vello facial. En la mano tenía un hacha enorme, medía un metro setenta y cinco exactamente, lo sé porque es lo que yo mido y ese arma llegaba desde el suelo hasta mi cabeza.
    »“¿Es usted la que pisó la mierda de perro un lunes a primera hora?”, dijo él con una voz ronca de marcado acento británico. “Así es…”, respondí yo. “Bien, llevo una semana buscándola, ese idiota de Vular Redondel se murió sin marcarla y empezaba a pensar que no la encontraría nunca. Mi nombre es Elmer Curio, líder de la casa de Curio, guerrero y pensador. Tenga usted mi tarjeta». Yo estaba boquiabierta, como lo está usted ahora, pero aquel hombre me hablaba como si nos conociéramos de toda la vida. «Disculpe, señor… Curio», dije yo, él me interrumpió para pedirme que le llamara Elmer, «Vale… Elmer. ¿Puedo saber qué hace usted aquí?», el hombre se golpeó la frente ancha con la palma de la mano de dedos gruesos y cortos, «¡Seré idiota! Perdóneme usted, creerá que soy un trozo de vutruk sin cerebro. He venido para llevarla al reino de Burumbrum, donde liderará usted la resistencia. Es el destino, cuando usted pisó la mierda de perro aquel lunes a primera hora, selló su futuro. Le esperan grandes cosas, desde luego que sí, verá qué bien todo». Cuando la joven del paraguas terminó de hablar se quedó mirando a la periodista, ésta tenía la boca abierta de par en par.
    —Pisó usted una mierda de perro un lunes en el que presenció la lucha de dos elfos, uno de ellos oscuro, una semana después le va a buscar un enano.
    —No he dicho que fuera enano. De hecho no lo era, pero es un prejuicio muy extendido.
    —Le fue a buscar alguien con un hacha y le dijo que le llevaría a no-sé-qué-sitio para que liderara la resistencia. ¿Así empezó su historia? ¿Su leyenda? ¿Sabe que se está preparando una película inspirada en su vida?
    —Eso me han dicho. Es un honor. Ojalá mi papel lo interprete Scarlet Johansson.
    —¡Y todo porque pisó una mierda de perro!
    —Un lunes a primera hora.
    —Es de locos.
    —No tanto. En realidad hay muchas grandes historias que han empezado con un golpe de suerte. Incluso a usted le podría pasar algo igual de fantástico si pisa una mierda de perro el día correcto. No se desanime. ¡Mire por donde! Ese gran danés está descomiendo. Hoy es domingo, si el dueño no la recoge puede venir usted mañana a primera hora y saltar sobre ella.
    La del paraguas anduvo satisfecha, la periodista se quedó mirando al gran danés y el hipnótico flujo, el perro la miró como diciendo: «Un poco de intimidad, ¿no?». Sólo tenía que volver al día siguiente y pisar aquella deposición, quizá así cumpliría su sueño de ser una escritora de éxito, aunque su biografía, cuando se escribiese, tuviera que empezar con la frase: «No hay mejor manera de empezar un lunes que pisando una mierda de perro».


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