

Después de dos días y dos noches subiendo escaleras de aquel camino conocido como El sendero del conocimiento, ¡por fin había llegado! Mientras recuperaba el aliento, sentada en el último escalón de piedra, pensó que un título más adecuado habría sido El sendero de los calambres o El sendero de los tirones musculares, pero el nombre real le parecía un robo, una tontería. ¿El del conocimiento? ¿Qué conocimiento había adquirido subiendo aquel camino a parte del de «deberían poner escaleras mecánicas o una cinta transportadora»? Miró el paisaje: una alfombra de nubes bajas —o altas, dependiendo desde dónde las mire una/o— y suspiró. «Ponte de pie ahora o no habrá una diosa que te levante, Yulia», pensó. Apoyó las manos en sus rodillas y se levantó, acompañando el movimiento con un quejido de esfuerzo, de esos que hacemos cuando empezamos a no ser tan jóvenes y nos hacen pensar cosas como: «con lo que yo he sido. Yo, que cerraba las discotecas y ahora me cuesta levantarme del sofá. Menos mal que alguien inventó el mando a distancia, sino no sé qué sería de mí». Se dio la vuelta y casi se cae de culo, rodando Sendero del conocimiento abajo. Allí, plantada detrás de ella, o delante en ese momento, había una mujer bajita, arrugada, con el pelo blanco muy rizado, como si acabara de hacerse la permanente, y la piel de un gris marronáceo. Tenía orejas puntiagudas, dos en cada lado de la cara, y de su barbilla descendían dos apéndices que parecían antenas de carne, o globos alargados que un payaso hubiera soplado desde el interior de su piel y los hubiera hinchado, pero se le hubiera olvidado hacer un caniche con ellos.
—¡Coño, qué susto! —gritó Yulia.
—¿Tú asustar de coño? ¿Cómo ducharte? Tener que pasar mal momento.
—¿Quién es usted?
—Depender de quién preguntar.
—¿Cómo puede ser eso?
—Ser fácil: si tu buscar dinero, yo ser anciana que no saber nada, yo lavar manos. Si tú ser asesina, yo tres cuartos de misma cosa.
—No soy una asesina. Estoy buscando a la maestra de estas tierras.
—¿Cómo saber que eso ser verdad? Si tu ser asesina no decir.
—Pero si buscara dinero sí que lo diría, o no conseguiría el dinero.
—Aaaaaah… tú ser demasiado lista. ¿Seguro que no ser asesina peligrosa?
—No que yo sepa. Soy Yulia, vengo de la aldea de la Hoja muerta, mi pueblo está en peligro, se está muriendo.
—Entonces buscar bien nombre aldea. Gente lista, gente lista.
—No tiene nada que ver. La aldea ya se llamaba así antes de que la gente empezara a morirse.
—Claro. Primero crear aldea, luego morir gente. Antes de crear aldea también morir gente, pero no ser de aldea de Hoja muerta, así que no contar.
—¿Quién es usted?
—Tú no leer novelas fantásticas, no conocer clichés. Yo ser maestra tierras. Tú no esperar, tú sorprendida. Tomar giro guión.
—¿Usted es la gran maestra? ¿La que controla la magia negra?
—También blanca y gris. Conocer magia verde, pero solo servir para hacer reír. Usar palabras mágicas «Mis tetas» y gente partir culo.
—No la entiendo. Pero me da igual. Necesito que me enseñe a dominar la magia, necesito que despierte mis poderes. Por favor, maestra, ayúdeme, mi aldea me necesita.
—Claro. Porque tú estar aquí y no morir. Tú joder estadística aldea Hoja muerta.
—¿Qué? ¡No! No es por eso, tengo que salvar a mi gente. Un villano, un… un demonio, creo que es un demonio, se ha autoproclamado señor de la comarca y exige que cada semana se le entregue un niño.
—Aaaaaaah, monstruo tonto, ser aldea Hoja muerta no ser aldea Hoja naciente. No niños nuevos. No tener sentido.
—¡Sí que hay niños!
—Tú contradecir.
—Los niños que solicita ya están vivos. Nadie en su sano juicio engendraría nuevas criaturas para que sean sacrificadas a esa… esa… esa cosa. Por favor, enséñeme sus secretos.
—Vale, yo enseñar mis secretos. Tú acercar oreja. Escuchar, yo susurrar ahora: no llevar sujetador, incomodarme mucho, mejor libertad. Dónde parar.
—¡¿Pero qué dice?!
—Yo enseñar secreto. Cosa íntima. Tú contenta.
—¡Necesito usar la magia!
—Aaaaaaaaah, por ahí tú tener que empezar. No.
—¿No?
—No. Yo no enseñar magia. Yo poder enseñar a cocinar, saber hacer huevos estrellados. Mucho sabor. Pero magia no enseñar. Yo pasar.
—Pero mi aldea…
—Yo dar solución a problema.
—¿Cuál? ¡Lo que sea, por favor!
—Tú cambiar nombre aldea. Hoja muerta no dar buena suerte. Llamar mal tiempo. Tú llamar aldea Hoja viva, o aldea Hoja sobrevivir, o… ¿tener que ser hoja? Porque ocurrir a mi nombres.
—¿Esa es su solución? ¿Cambiar el nombre de mi aldea? ¿Va a dejarnos morir?
—Yo no dejar morir. Yo no conocer. Yo vivir aquí, no gente, no comerciales teléfono, no propaganda electoral. Yo tranquila. Tú venir, seguro que ensuciar Sendero del conocimiento, yo ahora tener que mirar si tú ensuciar. ¿Tú querer salvar aldea Hoja muerta? Tú matar demonio. Pero no necesitar magia, tú engañar. Tú decir «¡mirar detrás!» y cuando demonio mirar detrás como tú decir, clavar cuchillo en corazón o cortar cabeza por si demonio tener muchos corazones. Pero magia no enseñar, magia solo poder usar maestros mágicos. Y yo ser última, así que tú joder. Ahora yo dormir, tú bajar Sendero del conocimiento y no volver. Por favor, si tú ensuciar, limpiar, yo tener cadera pocha, y no tener chichi para farolillos. Tú joven no respetar. Hale, marchar, marchar, Hoja muerta necesitarte, no joder estadísticas.
Y tal como apareció, desapareció, sin grandes efectos, sin explosiones de humo, simplemente se desvaneció y me dejó allí sola, con cara de imbécil. Ahora no solo seguía indefensa contra el demonio, sino que además tenía que volver a bajar el puto sendero. ¿Qué acababa de pasar? ■
—¡Coño, qué susto! —gritó Yulia.
—¿Tú asustar de coño? ¿Cómo ducharte? Tener que pasar mal momento.
—¿Quién es usted?
—Depender de quién preguntar.
—¿Cómo puede ser eso?
—Ser fácil: si tu buscar dinero, yo ser anciana que no saber nada, yo lavar manos. Si tú ser asesina, yo tres cuartos de misma cosa.
—No soy una asesina. Estoy buscando a la maestra de estas tierras.
—¿Cómo saber que eso ser verdad? Si tu ser asesina no decir.
—Pero si buscara dinero sí que lo diría, o no conseguiría el dinero.
—Aaaaaah… tú ser demasiado lista. ¿Seguro que no ser asesina peligrosa?
—No que yo sepa. Soy Yulia, vengo de la aldea de la Hoja muerta, mi pueblo está en peligro, se está muriendo.
—Entonces buscar bien nombre aldea. Gente lista, gente lista.
—No tiene nada que ver. La aldea ya se llamaba así antes de que la gente empezara a morirse.
—Claro. Primero crear aldea, luego morir gente. Antes de crear aldea también morir gente, pero no ser de aldea de Hoja muerta, así que no contar.
—¿Quién es usted?
—Tú no leer novelas fantásticas, no conocer clichés. Yo ser maestra tierras. Tú no esperar, tú sorprendida. Tomar giro guión.
—¿Usted es la gran maestra? ¿La que controla la magia negra?
—También blanca y gris. Conocer magia verde, pero solo servir para hacer reír. Usar palabras mágicas «Mis tetas» y gente partir culo.
—No la entiendo. Pero me da igual. Necesito que me enseñe a dominar la magia, necesito que despierte mis poderes. Por favor, maestra, ayúdeme, mi aldea me necesita.
—Claro. Porque tú estar aquí y no morir. Tú joder estadística aldea Hoja muerta.
—¿Qué? ¡No! No es por eso, tengo que salvar a mi gente. Un villano, un… un demonio, creo que es un demonio, se ha autoproclamado señor de la comarca y exige que cada semana se le entregue un niño.
—Aaaaaaah, monstruo tonto, ser aldea Hoja muerta no ser aldea Hoja naciente. No niños nuevos. No tener sentido.
—¡Sí que hay niños!
—Tú contradecir.
—Los niños que solicita ya están vivos. Nadie en su sano juicio engendraría nuevas criaturas para que sean sacrificadas a esa… esa… esa cosa. Por favor, enséñeme sus secretos.
—Vale, yo enseñar mis secretos. Tú acercar oreja. Escuchar, yo susurrar ahora: no llevar sujetador, incomodarme mucho, mejor libertad. Dónde parar.
—¡¿Pero qué dice?!
—Yo enseñar secreto. Cosa íntima. Tú contenta.
—¡Necesito usar la magia!
—Aaaaaaaaah, por ahí tú tener que empezar. No.
—¿No?
—No. Yo no enseñar magia. Yo poder enseñar a cocinar, saber hacer huevos estrellados. Mucho sabor. Pero magia no enseñar. Yo pasar.
—Pero mi aldea…
—Yo dar solución a problema.
—¿Cuál? ¡Lo que sea, por favor!
—Tú cambiar nombre aldea. Hoja muerta no dar buena suerte. Llamar mal tiempo. Tú llamar aldea Hoja viva, o aldea Hoja sobrevivir, o… ¿tener que ser hoja? Porque ocurrir a mi nombres.
—¿Esa es su solución? ¿Cambiar el nombre de mi aldea? ¿Va a dejarnos morir?
—Yo no dejar morir. Yo no conocer. Yo vivir aquí, no gente, no comerciales teléfono, no propaganda electoral. Yo tranquila. Tú venir, seguro que ensuciar Sendero del conocimiento, yo ahora tener que mirar si tú ensuciar. ¿Tú querer salvar aldea Hoja muerta? Tú matar demonio. Pero no necesitar magia, tú engañar. Tú decir «¡mirar detrás!» y cuando demonio mirar detrás como tú decir, clavar cuchillo en corazón o cortar cabeza por si demonio tener muchos corazones. Pero magia no enseñar, magia solo poder usar maestros mágicos. Y yo ser última, así que tú joder. Ahora yo dormir, tú bajar Sendero del conocimiento y no volver. Por favor, si tú ensuciar, limpiar, yo tener cadera pocha, y no tener chichi para farolillos. Tú joven no respetar. Hale, marchar, marchar, Hoja muerta necesitarte, no joder estadísticas.
Y tal como apareció, desapareció, sin grandes efectos, sin explosiones de humo, simplemente se desvaneció y me dejó allí sola, con cara de imbécil. Ahora no solo seguía indefensa contra el demonio, sino que además tenía que volver a bajar el puto sendero. ¿Qué acababa de pasar? ■