

Han pasado diecinueve años desde que nací, pero en realidad hace solo un año que abandoné aquel cuerpo en el que nací, pero que no me representaba. Nací como hombre, mis padres me llamaron Gurien, en honor a mi abuelo. Ahora soy Guriana, porque lo que siento por mi abuelo nunca cambiará. Soy feliz, soy inmensamente feliz. En este año, complicado en muchos sentidos, pero gratificante en muchísimos otros, he luchado contra todo tipo de amenazas. Mis compañeros no tienen ninguna opinión sobre mi cambio de sexo, o si la tienen se la reservan, lo cuál muchas veces es tan de agradecer como que lo respeten de forma natural. Yo creo que lo respetan, hemos crecido juntas/os, hemos combatido espalda contra espalda contra ifrits, contra lamias, contra vampiros, contra sombras pétreas, que son una especie de demonio que parece una sombra, pero que es completamente sólido. Hemos aprendido que en un batallón no hay nada más importante que la confianza. Soy una buena guerrera, saben que pueden confiar en mí, independientemente de lo que tenga entre las piernas, o lo que diga mi documento identificador de mí. Soy Guriana, capitana de la F.C.P. (La Fuerza Conta lo Paranormal), no he puesto yo el nombre, es una organización tan antigua como la magia. De hecho se dice que nacieron juntas, porque cuando la magia se coló en nuestro mundo, la Tierra, a través de una brecha en la energía vital del planeta, las criaturas del mal aprovecharon para invadirnos.
—¡Aquí estás, Guri!
Esa que grita como si hiciera un siglo que no me ve, es Firin, mi mejor amiga. Nuestros padres estaban tan unidos que podría decirse que nacimos juntas, somos, como a Firin le gusta decir, gemelas de distinta madre.
—Hola, Firin —digo sin girarme, mientras me pongo la ropa. Aún me siento un poco incómoda mostrando mi cuerpo, aunque sea a ella, que me ha visto sin camiseta millones de veces antes de la operación—, estaba dándome un baño en el lago.
—Ya veo, ya. ¿No hace un poco de frío para eso?
—Ya sabes que me gustan las experiencias extremas.
Me giro, por fin, y veo a Firin, tan radiante como siempre, con sus mejillas redondas y sonrojadas, sus pecas salpicándole la cara, sus ojos castaños, brillantes, y su cuerpo ancho. No tiene pelo, hace menos de un mes que ha decidido unirse a la fuerza, y todos los novatos tienen que tener la cabeza afeitada. Recuerdo eso. Firin viste un jersey de lana color mostaza y unos tejanos negros. Está guapísima. Tiene los brazos extendidos hacia mí y las manos abiertas hacia arriba, sobre ellas, en la misma unión de ambas manos, tiene un cupcake y, en el centro de la cobertura blanca con virutas de colores, se alza una única vela fina con la llama encendida.
—¡Feliz cumpleaños!
Firin no se refiere a mi diecinueve cumpleaños, ella se refiere a mi primer año de vida como mujer. Me emociono, es imposible no hacerlo.
—¡No llores y sopla la vela, tonta! Que se va a llenar el cupcake de cera.
Obedezco, soplo la vela pero no pido ningún deseo, porque ahora ya lo tengo todo: soy quien siempre he soñado y he sentido ser, tengo la mejor amiga del mundo, y gracias a mi trabajo, la vida de muchas personas es tranquila y libre de demonios. ¿Puede alguien juzgarme? Lo pueden intentar. ■
—¡Aquí estás, Guri!
Esa que grita como si hiciera un siglo que no me ve, es Firin, mi mejor amiga. Nuestros padres estaban tan unidos que podría decirse que nacimos juntas, somos, como a Firin le gusta decir, gemelas de distinta madre.
—Hola, Firin —digo sin girarme, mientras me pongo la ropa. Aún me siento un poco incómoda mostrando mi cuerpo, aunque sea a ella, que me ha visto sin camiseta millones de veces antes de la operación—, estaba dándome un baño en el lago.
—Ya veo, ya. ¿No hace un poco de frío para eso?
—Ya sabes que me gustan las experiencias extremas.
Me giro, por fin, y veo a Firin, tan radiante como siempre, con sus mejillas redondas y sonrojadas, sus pecas salpicándole la cara, sus ojos castaños, brillantes, y su cuerpo ancho. No tiene pelo, hace menos de un mes que ha decidido unirse a la fuerza, y todos los novatos tienen que tener la cabeza afeitada. Recuerdo eso. Firin viste un jersey de lana color mostaza y unos tejanos negros. Está guapísima. Tiene los brazos extendidos hacia mí y las manos abiertas hacia arriba, sobre ellas, en la misma unión de ambas manos, tiene un cupcake y, en el centro de la cobertura blanca con virutas de colores, se alza una única vela fina con la llama encendida.
—¡Feliz cumpleaños!
Firin no se refiere a mi diecinueve cumpleaños, ella se refiere a mi primer año de vida como mujer. Me emociono, es imposible no hacerlo.
—¡No llores y sopla la vela, tonta! Que se va a llenar el cupcake de cera.
Obedezco, soplo la vela pero no pido ningún deseo, porque ahora ya lo tengo todo: soy quien siempre he soñado y he sentido ser, tengo la mejor amiga del mundo, y gracias a mi trabajo, la vida de muchas personas es tranquila y libre de demonios. ¿Puede alguien juzgarme? Lo pueden intentar. ■
¡Hola! Me ha conmovido la bella historia de Guriana que no solo lucha contra las criaturas del mal sino que sabe lo que quiere alcanzar en la vida.
Somos seres humanos con defectos y virtudes y con el pleno derecho a ser felices. Hace falta una buena dosis de respeto y tolerancia. Quizás en un futuro cercano, el sueño se haga realidad. Saludos.