Microficción #166

cenefa2

entro de la cafetería había mucho ruido, pero no era un ruido molesto: el repicar de las tazas, el ronroneo de la cafetera, el siseo del vapor calentando la leche y el burbujeo de la misma se unían al rumor general de las conversaciones. Aimée hizo una foto con su smartphone y la subió a Twitter con un mensaje que pretendía expresar el placer que le provocaba ese ambiente, seguido del hashtag #EnMiSalsa. Aimée era joven para su especie, una mezcla de varias cosas: tenía algo de vampira por parte de madre, un poco de humana por parte de padre y un poco de influencer por parte de sí misma. Tenía ciento diecisiete años, y estaba a pocos meses de cumplir la mayoría de edad. Tenía la piel bronceada, porque lo de que los vampiros no pueden tomar el sol es cien por cien falso, lo que ocurre con esta especie es que son muy sensibles y se queman muy rápido, como los guiris cuando viajan a una ciudad más soleada que la suya y acaban con ese color rojo gamba. Sus ojos eran color avellana, y su pelo, largo y ondulado, era castaño. Tenía los labios menudos, muy bonitos, y de un color muy vital para ser vampira. Aimée se acercó a la barra y esperó pacientemente a que la camarera, una elfa que se convirtió inmediatamente en su crush, le atendiera.
    —¡Hola, bienvenida a Costa Coffee! ¿Qué desea?
    Aimée miró el amplio surtido de bebidas, escritas en paneles que colgaban de la pared sobre y tras la cabeza de la barista.
    —Ponme un blood latte, por favor.
    —¿Grande o pequeño?
    —Pequeño.
    —¿Para llevar o para tomar aquí?
    Aimée se fijó por primera vez en el acento sedoso de la elfa.
    —Para tomar aquí.
    —Vale. —La barista se giró hacia un compañero, en aparienza humano, pero de una especie que seguramente no tenía nada que ver con los humanos y le dijo—: Blood latte primo para tomar aquí. —Volvió a mirar a Aimée y sonrió—. ¿Algo más?
    —No, nada más.
    Pagó y luego se fijó en cómo el compañero preparaba la bebida: echó en un vaso de plástico transparente con el logotipo de la cafetería un chorro de líquido rojo y espeso. Sangre fresca. Luego abrió un brik de leche y la echó en una jarrita de aluminio, introdujo el pitorro de vapor de la cafetera en la jarrita y giró una rueda negra. Al cabo de un rato apagó el vapor, sacó el pitorro, lo limpió con un trapo y echó la leche caliente y espumosa en el vaso de plástico, sobre la sangre. Se giró hacia Aimée y le preguntó:
    —¿Quiere canela o chocolate espolvoreado por encima?
    Tenía un acento que no era de la Tierra.
    —Un poco de canela, sí.
    El barista espolvoreó canela, puso una tapa transparente en el vaso de plástico y se lo entregó a Aimée junto con una pajita de plástico.
    —Gracias —dijo Aimée mientras se giraba y se alejaba de la barra, no sin antes echarle un último vistazo a la elfa, que ya estaba atendiendo a otra gente.
    Un joven humano se acercó a Aimée y le saludó. Aimée le sonrió, mostrando sus colmillos afilados e impolutamente blancos y le estrechó la mano.
    —Jordi, ¿verdad?
    —Así es.
    —¿Llevas mucho tiempo esperando?
    —Un rato, pero no pasa nada, estaba adelantando trabajo —dijo el humano señalando la mesa redonda que ocupaba. En ella había un ordenador portátil abierto, y un cuaderno con un bolígrafo encima de la hoja que estaba usando.
    —Lo siento, de veras. ¿Nos sentamos? —Aimée introdujo la plaita en el vaso, dio un sorbo de la bebida y sintió una oleada de placer. Aquello estaba de vicio, ya lo había probado en varias ocasiones. Se sentó delante de Jordi y dio otro sorbo—. Por teléfono me dijiste que tenías muchas preguntas que hacerme.
    —Así es. Gracias por aceptar esta entrevista. Sé que tienes mucho jaleo, y seguro que hay mucha gente que quiere entrevistarte.
    —Menos de la que crees —dijo Aimée con una risotada sincera que hizo que Jordi se relajara y se riera—. Pues empieza cuando quieras.
    —¿Te importa que grabe la entrevista?
    —Para nada, dale caña.
    Aimée dio un sorbo más largo a la bebida mientras Jordi buscaba en su smartphone la aplicación Grabador de voz.
    —Está bien —dijo Jordi—. Háblame un poco de tu último libro… La teoría del perrito caliente, ¿qué es esa teoría?
    —Bueno, Jordi, la teoría del perrito caliente nos dice que una persona se come un perrito caliente en un puesto callejero de las calles de Nueva York, y en la otra punta del mundo, alguien muere de un ataque de apendicitis.
    —¿Es algo así como la teoría del caos?
    —¿Lo de la mariposa y todo eso?
    —Exacto.
    —No, eso es una tontería. Se demostró hace muchos años que lo que pasa si una mariposa bate las alas en Brasil, es que en la otra punta del mundo, alguien deja de ver Sálvame Deluxe y piensa: «¿Qué he estado haciendo con mi vida?». La teoría del perrito caliente es algo totalmente distinto. Si tienes tiempo te la explico con detalle. Es interesante inculcar esta teoría, y explicarle a la gente lo erróneo de la otra, porque estaremos siempre confundidos si nos creemos los residuos educativos que nos han inculcado. Es lo que yo llamo en el libro: «Los otros recuerdos».

3 comentarios en “Microficción #166

  1. Me ha encantado!! Una entrevista en un Starf*vamps! La personalidad de la influencer está muy bien desarrollada 🙂

    Oye, ¿tus libros solo se pueden comprar desde facebook?

    • ¡Hola! Me alegra que te haya gustado. Sobre lo de mis libros, aún no tengo ningún libro propio publicado, pero tengo un par de relatos en Lektu que puedes descargarte compartiendo en tus redes que lo haces, y antologías en las que he participado (gratuitas y de pago en formato físico). Las puedes encontrar en la sección Libros de este blog: https://mfloser.com/libros/. ¡Gracias por tus comentarios!

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