

oy Carol Sánchez y soy una superheroína. No me conoces, lo sé, es demasiado pronto, solo hace 9 días que tengo poderes especiales. No me ha dado tiempo a hacerme famosa. Todo empezó a las 04:00 dela madrugada del lunes veinte de mayo, justo cuando acabó el último capítulo de Game of Thrones. Estaba comiendo palomitas cuando llegó el final de la serie de mi vida, un final que me indignó casi más que el de los Serrano.
—¡¿Cómo va a acabar así?! —grité levántándome del sofá con la boca llena de palomitas—. ¡Menuda mierda de temporada! ¡Espero que alguien recoja firmas para rehacegggg…!
Una palomita aventurera se me coló por la garganta y me impidió terminar la frase. Morí, salí de mi cuerpo y toda la pesca. Me vi allí tirada en el sofá, con la parte superior del pijama subido ligeramente, dejando al aire un vientre cuyo ombligo se había convertido en un minicuenco de granos de maíz quemados. Los ojos muy abiertos, con ojeras por las horas que eran. En ese momento, en mi forma astral, pensé que era demasiado tarde para ver una serie de televisión, pero ¿quién iba a comentar el capítulo un minuto después de emitirse ignorando que mucha gente aún no lo habría visto?
No me costó asimilar mi muerte. Luego descubrí que en ese estado espectral todo es más sencillo de comprender. Fue como si la empatía me hubiera aumentado tres puntos, o quizá más.
—Hola, Carol —dijo una voz huesuda a mi espalda.
—¿Quién eres tú? —pregunté, aunque por su aspecto me pareció una pregunta muy tonta: era una figura alta, cubierta por una túnica con capucha que le envolvía el rostro en sombras espesas y profundas, su mano izquierda, hecha de huesos, sin músculos ni carne, sujetaba una guadaña enorme.
—Dame un segundo, por favor —dijo la figura, encaró el hueco de la capucha hacia el techo, o quizá hacia mucho más allá del techo, las nubes o las estrellas, y gritó—: ¡FLOSER, ME CAGO EN TUS MUERTOS! ¡¿VAS A DEJAR DE METERME EN TUS RELATOS O QUÉ?! ¡ESTABA A PUNTO DE VER EL FINAL DE JUEGO DE TRONOS, CABRÓN! ¡¿POR QUÉ TUS PERSONAJES SON TAN IMBÉCILES E INOPORTUNOS?! ¿NO CONTESTAS? ¡YA TE PILLARÉ, CALVO DE MIERDA, YA TE PILLARÉ! —Volvió a mirarme con la penumbra de la capucha, se fijó en que yo miraba hacia arriba y carraspeó para que le prestara atención—. Tranquila, son cosas entre El Creador y yo.
—¿Dios se llama Floser?
—¡Ja! Qué más quisiera el calvo ese ser Dios. No, no, es… bueno, da igual, no lo entenderías. Soy la Muerte y vengo a decirte que… bueno… que has muerto.
—Sí, eso veo.
—¿Ya está?
—No entiendo.
—¿No vas a ponerte en plan gilipollas? ¿No vas a lloriquear o a decirme «no quiero morir, no quiero morir»?
—A ver… no quiero… no quería morirme, pero me he muerto, ¿no? Supongo que tendrás más gente a la que visitar, así que de qué me sirve negar lo evidente. Es decir… mírame, estoy ahí tirada, con la boca llena de palomitas, delante de un televisor con el fondo de pantalla del Chromecast, tengo los ojos abiertos de par en par y no me muevo. Además estoy fuera de mi cuerpo. No sé… creo que es más que evidente que estoy muerta.
—Wow… eso no me lo esperaba, en serio. Me has dejado anonadada. No estoy acostumbrada a que los personajes del idiota ese sean tan racionales.
—¿Qué quieres decir con personajes?
—Nada, olvídalo. Se me ha ocurrido una idea, te puedo devolver a la vida.
—¿En serio?
—Sí. Te devolveré a la vida, pero todo tiene un precio en este mundo. Si te resucito tendrás que luchar contra las criaturas del infierno que pululan por la Tierra. Tendrás poderes, poderes infernales, poderes sobrenaturales que te ayudarán en la tarea.
—No entiendo. ¿Por qué haces eso?
—Bueno, cada vez hay más demonios en la Tierra, y estoy un poco harta de que maten humanos. Entiéndeme, me importáis una mierda, pero a más humanos muertos, más trabajo tengo. Antes moríais de enfermedad, o de idiotez, ahora morís devorados, descuartizados, por atragantamiento de palomitas… bueno, eso. ¿Aceptas?
—¿Dices que tendré poderes?
—Sip.
—¿Como si fuera una superheroína?
—Seh…
—¿Como Wonder Woman y Captain Marvel?
—Distintos, pero la esencia es la misma: serás poderosa de la hostia, sí.
—¿Y tendré que salvar a los humanos? ¿Podré volar? ¿Tendré fuerza sobrehumana? ¿Seguiré siendo humana? ¿Tendré punto débil?
—Por orden: síp, sí, sep, nope y nope.
—¿No seré humana?
—No del todo. Vuelves a la vida, serás un ser sobrenatural.
—¿Y no tendré punto débil?
—Supongo que te podrán dar una paliza, pero serás inmortal.
—¡Inmortal!
—Lo que está muerto no puede morir.
—Eso es de…
—Soy amiga de Martin, me consultó cosillas.
—Ok… me da igual, acepto todo lo que me has dicho. ¿Cómo lo hacemos? ¿Chasquido de dedos y vuelvo a la vida?
—Bueno… te iba a apuñalar con la guadaña, pero si prefieres la forma aburrida, lo hacemos así. ¡Ah, una cosa! Si usas tus poderes para hacer el mal, volveré a por ti y te irás al infierno a revivir tu primera muerte, esta, por toda la eternidad.
—Me parece justo. Vamos, dale caña.
—Y búscate un buen nombre de superheroína.
La Muerte chasqueó los dedos y volví a mi cuerpo, como si fuera aspirada por él. Tosí, expulsé todas las palomitas, vomité para que saliera la hija de puta que se me había alojado en la garganta, y me esforcé al máximo por recuperar la normalidad de mi respiración.
—¡Me cago en la puta! —dije y añadí—: ¡me cago en la puta! —Estaba sobreexcitada, acababa de volver a la vida, con poderes—. Vale, un buen nombre de superheroína.
Suspiré, me levanté y, por primera vez, noté como por mis venas había empezado a fluir el poder. Me sentí indestructible, fuerte, capaz de todo. Pensé en cómo había muerto, mis poderes que, según la Muerte, eran infernales, habían llegado a mí gracias a Game of Thrones. Lo tenía, a partir de ese momento me haría llamar:
—Infernalia… ■
—¡¿Cómo va a acabar así?! —grité levántándome del sofá con la boca llena de palomitas—. ¡Menuda mierda de temporada! ¡Espero que alguien recoja firmas para rehacegggg…!
Una palomita aventurera se me coló por la garganta y me impidió terminar la frase. Morí, salí de mi cuerpo y toda la pesca. Me vi allí tirada en el sofá, con la parte superior del pijama subido ligeramente, dejando al aire un vientre cuyo ombligo se había convertido en un minicuenco de granos de maíz quemados. Los ojos muy abiertos, con ojeras por las horas que eran. En ese momento, en mi forma astral, pensé que era demasiado tarde para ver una serie de televisión, pero ¿quién iba a comentar el capítulo un minuto después de emitirse ignorando que mucha gente aún no lo habría visto?
No me costó asimilar mi muerte. Luego descubrí que en ese estado espectral todo es más sencillo de comprender. Fue como si la empatía me hubiera aumentado tres puntos, o quizá más.
—Hola, Carol —dijo una voz huesuda a mi espalda.
—¿Quién eres tú? —pregunté, aunque por su aspecto me pareció una pregunta muy tonta: era una figura alta, cubierta por una túnica con capucha que le envolvía el rostro en sombras espesas y profundas, su mano izquierda, hecha de huesos, sin músculos ni carne, sujetaba una guadaña enorme.
—Dame un segundo, por favor —dijo la figura, encaró el hueco de la capucha hacia el techo, o quizá hacia mucho más allá del techo, las nubes o las estrellas, y gritó—: ¡FLOSER, ME CAGO EN TUS MUERTOS! ¡¿VAS A DEJAR DE METERME EN TUS RELATOS O QUÉ?! ¡ESTABA A PUNTO DE VER EL FINAL DE JUEGO DE TRONOS, CABRÓN! ¡¿POR QUÉ TUS PERSONAJES SON TAN IMBÉCILES E INOPORTUNOS?! ¿NO CONTESTAS? ¡YA TE PILLARÉ, CALVO DE MIERDA, YA TE PILLARÉ! —Volvió a mirarme con la penumbra de la capucha, se fijó en que yo miraba hacia arriba y carraspeó para que le prestara atención—. Tranquila, son cosas entre El Creador y yo.
—¿Dios se llama Floser?
—¡Ja! Qué más quisiera el calvo ese ser Dios. No, no, es… bueno, da igual, no lo entenderías. Soy la Muerte y vengo a decirte que… bueno… que has muerto.
—Sí, eso veo.
—¿Ya está?
—No entiendo.
—¿No vas a ponerte en plan gilipollas? ¿No vas a lloriquear o a decirme «no quiero morir, no quiero morir»?
—A ver… no quiero… no quería morirme, pero me he muerto, ¿no? Supongo que tendrás más gente a la que visitar, así que de qué me sirve negar lo evidente. Es decir… mírame, estoy ahí tirada, con la boca llena de palomitas, delante de un televisor con el fondo de pantalla del Chromecast, tengo los ojos abiertos de par en par y no me muevo. Además estoy fuera de mi cuerpo. No sé… creo que es más que evidente que estoy muerta.
—Wow… eso no me lo esperaba, en serio. Me has dejado anonadada. No estoy acostumbrada a que los personajes del idiota ese sean tan racionales.
—¿Qué quieres decir con personajes?
—Nada, olvídalo. Se me ha ocurrido una idea, te puedo devolver a la vida.
—¿En serio?
—Sí. Te devolveré a la vida, pero todo tiene un precio en este mundo. Si te resucito tendrás que luchar contra las criaturas del infierno que pululan por la Tierra. Tendrás poderes, poderes infernales, poderes sobrenaturales que te ayudarán en la tarea.
—No entiendo. ¿Por qué haces eso?
—Bueno, cada vez hay más demonios en la Tierra, y estoy un poco harta de que maten humanos. Entiéndeme, me importáis una mierda, pero a más humanos muertos, más trabajo tengo. Antes moríais de enfermedad, o de idiotez, ahora morís devorados, descuartizados, por atragantamiento de palomitas… bueno, eso. ¿Aceptas?
—¿Dices que tendré poderes?
—Sip.
—¿Como si fuera una superheroína?
—Seh…
—¿Como Wonder Woman y Captain Marvel?
—Distintos, pero la esencia es la misma: serás poderosa de la hostia, sí.
—¿Y tendré que salvar a los humanos? ¿Podré volar? ¿Tendré fuerza sobrehumana? ¿Seguiré siendo humana? ¿Tendré punto débil?
—Por orden: síp, sí, sep, nope y nope.
—¿No seré humana?
—No del todo. Vuelves a la vida, serás un ser sobrenatural.
—¿Y no tendré punto débil?
—Supongo que te podrán dar una paliza, pero serás inmortal.
—¡Inmortal!
—Lo que está muerto no puede morir.
—Eso es de…
—Soy amiga de Martin, me consultó cosillas.
—Ok… me da igual, acepto todo lo que me has dicho. ¿Cómo lo hacemos? ¿Chasquido de dedos y vuelvo a la vida?
—Bueno… te iba a apuñalar con la guadaña, pero si prefieres la forma aburrida, lo hacemos así. ¡Ah, una cosa! Si usas tus poderes para hacer el mal, volveré a por ti y te irás al infierno a revivir tu primera muerte, esta, por toda la eternidad.
—Me parece justo. Vamos, dale caña.
—Y búscate un buen nombre de superheroína.
La Muerte chasqueó los dedos y volví a mi cuerpo, como si fuera aspirada por él. Tosí, expulsé todas las palomitas, vomité para que saliera la hija de puta que se me había alojado en la garganta, y me esforcé al máximo por recuperar la normalidad de mi respiración.
—¡Me cago en la puta! —dije y añadí—: ¡me cago en la puta! —Estaba sobreexcitada, acababa de volver a la vida, con poderes—. Vale, un buen nombre de superheroína.
Suspiré, me levanté y, por primera vez, noté como por mis venas había empezado a fluir el poder. Me sentí indestructible, fuerte, capaz de todo. Pensé en cómo había muerto, mis poderes que, según la Muerte, eran infernales, habían llegado a mí gracias a Game of Thrones. Lo tenía, a partir de ese momento me haría llamar:
—Infernalia… ■
Muy bueno. Lo mejor de todo, el nombre de la superheroína. Bueno, lo del Creador Floser también ha estado bien. 😀
Jaaa, muy bueno; chistoso y de temporada👐👐👐
Hola! El relato me enganchó desde el inicio y el final fue buenisimo. La pelona y su mal carácter, pero tiene estilo. Felicitaciones. Saludos.