Microficción #157

cenefa2

icen que quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Eso es porque no me conocen a mí. Mi nombre es Saura, y soy la peor amiga que alguien pueda tener. No es culpa mía, todo hay que decirlo, tengo algo así como una maldición familiar. Es un rollo chungo que heredé de mi padre, él de su madre, y su madre de su padre. Ya sabéis como va esto, no tengo ni idea de cuándo empezó todo, así que a saber cuántas ramas de mi árbol genealógico están podridas.
    ¿En qué consiste la maldición? Digamos que tenemos mucha sed. Una sed que no se quita con agua, ni con Coca-Cola, ni con una cerveza fría en verano. Nuestra sed es de sangre. No, te equivocas, no somos vampiros. El sol no me mata, aunque tampoco es algo que me entusiasme. ¿Las estacas en el corazón? Bueno, déjame hacerte una pregunta, ¿conoces a alguien que pueda sobrevivir a un estacazo en la patata? Yo tampoco. No me crecen los colmillos, ni se me deforma la cara como a los chupasangre de Buffy la Cazavampiros. Soy humana, una humana con una herencia genética muy jodida. ¿Que qué tiene que ver la maldición con la amistad? Llevo toda mi vida sola, porque cuando he pasado más de diez minutos cerca de otro humano, le he matado, le he abierto en canal, y me he amorrado a sus entrañas hasta que me he quedado satisfecha. Por eso mi mejor amigo es ese perro, y mi única compañía son los miembros de mi familia. ¿Lo has entendido? Calculo que llevamos unos siete minutos hablando, empiezo a oler tu sangre a través de los poros de tu piel, y tiene pinta de estar jodidamente buena. Somos del mismo barrio, me has visto varias veces, quizá te he parecido interesante por ese rollo solitario que tengo, o quizá mis ojos rojos —que no son otra cosa que parte de la maldición— te han llamado la atención. Quizá crees que al habernos saludado alguna que otra vez, por cortesía, somos amigos. Me has preguntado si podemos seguir siéndolo. Bueno, nunca lo hemos sido, pero aunque quisiéramos, no podríamos. Dime qué hora es. ¿Sabes lo que eso significa? Que llevamos más de diez minutos hablando, y ahora no vas a poder escapar con vida, porque tengo sed, mucha sed, y cuando tengo sed, no me detengo hasta que la calmo. Lo siento, no es culpa mía, tampoco tuya, es esta puta maldición.

© M. Floser.

4 comentarios en “Microficción #157

¡Coméntame o morirá un gaticornio!

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.