Microficción #156

cenefa2

radiciones. Qué cosa tan importante para los humanos. Cuando finaliza el año, por ejemplo, en algunos países se hace una cuenta atrás, como acompañando al tiempo, como si se le fuera a olvidar que tiene que seguir su curso. En otros, sin embargo, se dejan de cuentas y comen doce uvas al ritmo de las últimas campanadas del año. Doce uvas, dicen que «de la suerte». Tradiciones. Hay tantas, y tan extrañas, que se podría escribir un libro titulado «Las tantas y tan extrañas tradiciones de fin de año». Sea como sea, hay algunas tradiciones que merecen la pena. Por ejemplo, fíjense en ese bosque, ¿lo ven? Desde esta altura parece una cama gigantesca de púas verdes. Si nos adentramos en él y seguimos uno de los muchos senderos que lo cruzan, nos encontraremos con una mujer y su hija. No son una mujer y una hija normales y corrientes, ni están ahí solo por estar. No, están ahí para cumplir una tradición familiar.
    La mujer lleva a su hija a la espalda, como si fuera equipaje de mano, canta una cancioncilla inventada, y la niña intenta seguirla, repitiendo parte de la última palabra de cada frase. No nos detendremos en la letra, ya que estaba cantada en un idioma que no puedo repetir sin tragarme la lengua. Un idioma más antiguo que, en realidad no sé cómo de antiguo es, pero es antiguo de la leche.
    —¿Jugamos, Bebé? —dice la mujer. Dice Bebé con mayúscula, como si fuera el nombre propio de la pequeña Marta.
    —¡Vale!
    —¿Al juego de las preguntas?
    —¡Sí!
    La madre sonríe, mira a su alrededor para inspirarse.
    —¿Qué hacemos si vemos un fuego fatuo?
    La niña empieza a pensar, piensa tanto que su cara se contrae, por el esfuerzo de buscar la respuesta dentro de su cabecita.
    —Lo… ¿dejamos?
    —¿Por qué?
    —Porque los fuegos fatudos no son malos.
    —Fatudos no, fatuos.
    —Eso
    —Muy bien, Bebé. Siguiente pregunta: ¿por qué hacemos esto hoy?
    La niña sonríe.
    —Porque es una tadicisión familiar.
    —¿Una qué?
    —Tadicisión familiar. Cuando se acaba el año, las nenas de la familia se meten en el bosque y hacen pam-pam, a los nenes malos.
    —Tradición familiar, Bebé.
    —Eso.
    —Muy bien. ¿Quiénes son los «nenes malos»?
    —Los demonios que salen de la tierra para hacerle pupa a las hadas, y los unicornios.
    —Muy bien, cariño. ¿Por qué lo hacemos?
    La niña no se espera esa pregunta, o mejor dicho, desea que no se la hiciera, porque nunca se acuerda de la respuesta.
    —No lo sabo, mamá.
    —No se dice «no lo sabo», se dice «no lo sé».
    —Eso.
    —Lo hacemos porque esta noche, los demonios intentarán matar a la reina de las hadas y a la reina de los unicornios. ¿Recuerdas?
    —¡Si! Cada año lo hacen. Son malos. Y las nuestra familia es la… la… guar… ¿guardana?
    —Guardiana.
    —Eso. La guardana del reino.
    —Muy bien, Bebé. Pero se dice «guardiana».
    —Eso.
    La madre sonríe, mira al frente y sigue andando. El lago que conectaba el mundo mortal y el mundo mágico está a tan solo unos metros. La mujer está nerviosa, será la primera guardia de su hija. 2018 está a punto de terminar, y la nueva vida de la pequeña Marta está a unas horas de empezar.

© M. Floser.

¡Coméntame o morirá un gaticornio!

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.