

«Un libro es un pájaro
con más de cien páginas para volar.»— Ramón Gómez de la Serna.Recuerdo la primera vez que sentí esto. Hace ya más de ochenta años. Las nubes debajo mío, como un mar blanco que se extiende, invitándome, pidiéndome que me sumerja en él.
Todo era más fácil por aquel entonces, los huesos no me dolían, y no me costaba tanto mantenerme erguido para mantener el equilibrio durante el vuelo. Incluso la lycra me quedaba mejor, ahora con este color amarillo, con los calzones negros por encima, y la cama negra con forro amarillo, parezco un abejorro, torpe y cansado que, en cualquier momento, se va a dar un golpe contra el cristal de alguna ventana.
Algunos de mis enemigos se han jubilado, otros directamente han muerto, como el profesor Lunaroja, que falleció de cáncer hace ya unos cinco años. Me dicen que lo deje mientras me queda algo de dignidad, pero la dignidad no tiene nada que ver con esto. Lo dejaré cuando me muera y, teniendo en cuenta lo mal que tengo la tensión, la artrosis, las almorranas y que el corazón me funciona gracias a un marcapasos de adamantium, no creo que tarde mucho en acompañar al profesor Lunaroja.
Es una lástima, no quiero morir. Pero no porque me dé miedo, ni nada de eso. No… he tenido una vida larga y fructífera, yo impedí que Sadoman sodomizara al mundo a golpe de látigo, impedí que el Capitán Gorrino, conviertiera Times Square en una cochiquera. Lo que me ocurre es que no quiero dejarle la defensa de la paz y la justicia a los nuevos superhéroes. ¿Qué pasará cuando yo me vaya? ¿Nueva York tendrá que confiar en Ladytuber para ser salvada cuando caiga la próxima lluvia de meteoritos? Todo lo que hace lo hace para colgarlo en su canal de YouTube, ¿Hipsterman? La mayoría de los villanos ya saben quién es, esa barba es inconfundible aunque en su vida diaria se cambie las gafas de pasta por unas lentillas, es imposible que pase desapercibido. Y si los villanos no han ido a lincharle, es solo porque tienen miedo de que Ladytuber les grave apaleándolo y lo suba a su canal. No es la primera vez que esa niñata influencer gana millones de likes y dólares por subir imágenes de sus enemigos sin permiso. Solo queda Patrocinio nocturno, un héroe cuyo traje cambia según el anunciante que le pague las patrullas. Trajes con neones de Coca-Cola, Apple y otras compañías, que le delatan porque el muy idiota solo sale a cazar por la noche y se le ve desde Wisconsin.
No puedo jubilarme todavía, aunque las varices me tengan las piernas como queso azul, aunque no vea bien por las cataratas y la precisión de mis rayos láser no sea ni medio buena. Tengo que seguir luchando, porque los jóvenes de hoy en día son todos unos egocéntricos, más preocupados por ganar seguidores que por defender la paz y la justicia. Menuda vejez me están dando. ■© M. Floser.