Microficción #153

Imagen libre de licencia de: Ddimitrova.
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DESCANSA
cenefa2

«Los adultos son simplemente niños obsoletos.»

— Dr. Seuss.

Los dos zombies que se colaron en la casa se quedaron petrificados al ver a la niña durmiendo plácidamente en su cama. El mundo se había ido a la mierda ahí afuera pero, en aquella habitación con las paredes púrpuras cuyo color solo se intuía en los escasos milímetros de separación que dejaban las docenas de pósters de Wonder Woman que habían clavado con chinchetas, parecía que el tiempo se había detenido. A través de la ventana, de cristales aislantes, podía verse el caos en forma de coches en llamas, personas corriendo y no-muertos intentando llevarse algo a la boca.
    —¿Y ahora qué hacemos? —preguntó uno de los zombis con una voz que parecía una botella de plástico con arena de playa dentro.
    —¿Nos la comemos? —dijo el otro, cuya voz era más de montaña y sonaba como el crujir de una piña seca al quedar aplastada por unas botas de montañero marca Quechua.
    El zombie uno no respondió, se quedó mirando a la niña, que seguía dormida como un angelito. En comparación con ella, podríamos decir que aquellos dos engendros eran el chicle que se queda pegado a la suela del zapato de Lucifer.
    —No sé… es una niña.
    —No, si ya… pero nosotros somos zombies.
    —Pero solo porque hemos vuelto a la vida, sino seguiríamos siendo muertos, y nadie se comería a nadie.
    —Buen punto… ¿entonces nos vamos?
    —¿Y la dejamos sola?
    Nadie contestó, en lugar de eso se volvieron a fijar en la suave respiración de la niña, en sus pequeñas fosas nasales que se ampliaban, y en sus mejillas sonrojadas y redonditas.
    —¿Y su madre y su padre?
    —Se los ha comido un zombie del grupo ese country.
    —Menuda faena.
    —Ya te digo.
    Los zombies suspiraron, y se les hizo raro, porque al estar muertos ni siquiera respiraban, así que aquel suspiro unísono fue una excepción.
    —¿Y qué tiene de malo que nos vayamos?
    —Podría venir un zombie a comérsela. No sé si todos tienen nuestra compasión.
    —Si hubieras visto lo que el del grupo country ha hecho ahí abajo no dudarías. Pero… no podemos quedarnos aquí.
    —¿Por qué no? ¿Podríamos ser sus cuidadores?
    —¿A santo de qué?
    —Podríamos adoptarla.
    —¿Juntos? No somos pareja. Además, creo que no está permitida la adopción entre personas no-muertas.
    —Tecnicismos…
    Un nuevo suspiro, aquel resultó más sencillo que el primero, era como si sus pulmones muertos se hubieran recuperado del susto de la primera bocanada, y ahora no les hubieran pillado por sorpresa.
    —Yo voto por que nos quedemos con ella. Al menos hasta que se calmen las cosas.
    —No sé yo si el apocalipsis zombie es una cosa que se vaya a calmar.
    —En algún momento se tendrá que calmar todo. O los zombies nos comemos a todos los humanos, o los humanos nos vuelan los sesos a todos los zombies.
    —Personalmente prefiero la primera opción. Aunque significaría que tendríamos que comernos a esta niña.
    —Pero con un poco de suerte habrán pasado años y será una adolescente impertinente y respondona, y no nos sabrá tan mal comérnosla.
    —Buen punto…
    Los zombies sonrieron, suspiraron, ya casi acostumbrados a aquel fenómeno, y se quedaron allí, mirando a la niña.

© M. Floser.

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