Microficción #147

CRUZANDO LA LÍNEA

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Si me dieran un céntimo por cada vez que me han aconsejado que no cruce la línea, seguramente a estas alturas de la vida podría estar tumbado en una colchoneta con forma de rodaja de limón, flotando en la piscina del jardín de mi mansión de oro macizo mientras me tomo un cóctel Gigi1 como el que se toma una gaseosa. Es muy fácil dar consejos cuando es otro el que arriesga el culo. Pero cuando una niña viene y te pide por favor que salves a su padre, o un hombre te pide que te comuniques con su pareja, te olvidas de la línea, la traspasas, y lo haces tantas veces que, el guardián que vigila la puta línea, te saluda con un gesto perezoso de cabeza, como el que sabe más que de sobras quién eres y qué haces ahí.
    A eso me dedico, cruzo al otro lado, al Mundo espejo, o al más allá, como prefiráis llamarlo. Los expertos le llamamos Mundo espejo porque es exactamente eso, una dimensión que coexiste con la nuestra, un reflejo del mundo de los vivos que funciona igual que el reflejo de un espejo. Todo igual y, a la vez, todo completamente distinto.
    Los que podemos viajar al Mundo espejo somos llamados nexus. Una bendición para algunos y una maldición para otros. Para mí no es ninguna de las dos cosas, para mí es solo un negocio. Como el detective privado que es contratado para pillar infragantis a matrimonios infieles, yo soy contratado para abandonar este mundo y adentrarme en la locura del Mundo espejo, encontrar al objetivo de mi cliente y darle un mensaje o pedirle que me acompañe a una sesión soporífera de espiritismo, en la que los vivos se empeñarán en decirles lo mucho que los aman, lo mucho que los añoran, mientras los espíritus, dentro de mi cabeza, me preguntarán cosas como «¿quién es esa persona?» o «¿cuándo voy a poder volver a casa? Hoy jugamos un partido de fútbol entre los espíritus nuevos y los espíritus viejos».
    Os pensáis que cuando alguien muere y va al otro barrio, conserva recuerdos de su vida anterior, que siente una pena inmensa por estar en ese mundo de muertos y que es un alma en pena. No os equivoquéis, ¿alguna vez os han dicho eso de «no te preocupes, está en un lugar mejor»? Pues es cierto, el Mundo espejo es un paraíso para los que mueren, al cruzar la línea sus recuerdos son borrados y su existencia eterna se reinicia para vivir en paz en un lugar idílico en el que nadie juzga a los demás por la ropa que lleva, por sus creencias o por si le gusta la pizza con piña. Mi obligación, por ley, es avisar de esto a la gente que pretende contratarme. A veces me hacen caso y me quedo sin cobrar, otras son más idiotas y me llevo un buen pellizco. No cobro barato, el viaje al Mundo espejo es arriesgado, no es un lugar tan bonito para los vivos que nos colamos allí.
    Ese soy yo, un nexus que tiene la mala costumbre de pagar sus facturas y llenar su nevera. Así que aquí estoy de nuevo, otra vez he cruzado la línea y ahora tengo que encontrar al objetivo de mi cliente antes de que mis recuerdos desaparezcan, mis órganos se marchiten, mi cuerpo se pudra y mi alma se quede encerrada para siempre en este lugar. Deseadme suerte.

1. N. del A. El cóctel Gigi está considerado el cóctel más caro del mundo, se vende en el restaurante Gigi (Mayfair, Londres) y cuesta unos 11.500 €.

© M. Floser.

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