[Nota fija]→ «Story Cubes» es una sección dentro de «Ejercicios de escritura». En esta sección haré uso de los dados Story Cubes para componer una historia improvisada.

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Hasta donde yo sé, Rag siempre fue una joven atrevida e inteligente, capaz de cualquier cosa por una aventura. Cierto es que sus historias solían tratar sobre fantasmas, demonios4, casas encantadas, arañas5 mutantes y otras cosas del mismo estilo. Cierto es también que sus fantasías nunca habían ido más allá de la imaginación.
Rag, cuyo nombre completo era Ragnfrid*, era una apasionada de las novelas de fantasía y terror desde muy pequeña. Estaba obsesionada también con la mitología, con los vikingos2 y con su historia y sus leyendas. Con la magia, la brujería y todo lo que oliera a sobrenatural. Conoció a Asdis*, su novia, cuando tenían dieciséis años, en una librería antigua llena de tomos descatalogados y de segunda mano. Asdis era más alta que ella, más delgada y más rubia. También era más tímida, más miedosa y más seria. Juntas hacían un equipo perfecto, a las dos les apasionaban los mismos temas y podían tirarse horas, días, semanas, meses y años hablando de ellos.
Todo cambió una noche tranquila en el poblado de Kjedelig*, cerca de Noruega. Las chicas ya tenían veinte años y estaban cada vez más enamoradas. Rag le dijo a Asdis que había encontrado un mapa que supuestamente le llevaría hasta la caja de Pandora1, que quería ir a por ella y hacer un reportaje.
—La caja de Pandora no existe, Rag —le dijo Asdis sin tapujos—. No existe una mujer encerrada en una caja capaz de despertar los males y las desgracias humanas.
—¡Claro que no existe Pandora! —protestó Rag que, por un momento, pensó que su novia la tomaba por tonta.
—¿Entonces?
—No existe Pandora, pero sí que existe la caja. No encierra a una mujer, ni maldiciones, pero hay un tesoro3 y una leyenda. ¡Hay una historia!
Asdis miró la cena que tenían en los platos, miró las llamas de las velas que se mecían suavemente, miró la copa de vino con la marca de sus labios rojos y suspiró antes de beber un trago.
—¿De dónde has sacado ese mapa?
—De Drømmesone —respondió Rag. Drømmesone era la librería antigua—. El señor Biorn* me lo dio.
—Ese viejo verde. Sabe que te gustan estas historias y te daría cualquier cosa pensando que así conseguiría algo contigo.
—¿Estás celosa del abuelo? Ya sabes que no le tocaría ni con un palo. El caso es que el mapa parece antiguo y, aunque es muy posible que sea falso, no perdemos nada por vivir una aventura.
—¿«Muy posible»? ¿«no perdemos nada»?
—¿No me acompañarías? ¡Si encontramos el tesoro de Pandora saldríamos en la televisión6! ¡Seríamos famosas!
—Yo no quiero ser famosa, Rag. Ni siquiera me seduce la idea de ser rica. Me gusta mi vida actual.
—¿Qué vida? ¿Trabajar para una jefa gilipollas, ayudar a tus padres en el gallinero8 y ver documentales de tiburones7 tirada en el sofá de casa? ¿Esa es la vida que te gusta?
Asdis respiró hondo, intentó que no se notara que aquella puñalada que su novia le acababa de dar no le había dolido. Se esforzó para que no se le saltaran las lágrimas y, cuando lo consiguió, un sentimiento afloró en su pecho. Estaba furiosa.
—¿Quieres ir a cazar tesoros? ¡No pierdas más el tiempo y lárgate! ¿Que qué vida es la que me gusta? La que vivo contigo, aquí, en este pueblo de mierda en el que cada día nos miran por ir cogidas de la mano. En ese trabajo de mierda, sí, que me permite volver a casa cada día y ver tu foto en la mesilla de noche de mi dormitorio. Pero supongo que esa vida no es lo suficientemente intensa para miss aventurera.
—¡No seas melodramática, As!
—¡¿Melodramática?! Estoy harta, Ragnfrid —ahora fue Rag la que sintió una puñalada en el pecho al escuchar su nombre completo. No solía significar algo bueno—. Podría haberme ido hace años, no a vivir una aventura sacada de una novela de Dan Brown, sino a estudiar filología a una buena universidad. Podría haber hecho muchas cosas y no las hice para poder estar contigo. ¿Recuerdas quién era la que no quería salir de este pueblo? ¿Recuerdas quién era entonces la que intentaba convencer a la otra de vivir aventuras realistas y con futuro? ¡¿Y qué me dijiste entonces, Rag?! ¡Me dijiste que no podías irte de aquí porque tu madre volvía a estar deprimida! Ahora me pides que deje lo que tengo aquí, cuando ya perdí lo que tenía fuera por elegirte a ti. ¡Puedes irte a la mierda!
—¿Qué estás haciendo, As? —Asdis se había levantado de la silla. Había tirado la servilleta sobre el plato lleno de comida y se alejaba de la mesa—. No seas así, Asdis, no te vayas enfadada. No seas cría.
Asdis se giró y la fulminó con la mirada. Estuvo a punto de decirle algo, pero se mordió la lengua. Se acercó a la puerta, cogió su abrigo, que estaba colgado en la pared, se colocó una bufanda, un gorro de lana y, entonces sí, se encaró a su novia, que se había levantado de la silla y se había acercado a ella.
—No soy yo la que quiere huir, Ragnfrid. No soy yo la que tira la toalla y se quiere embarcar en una búsqueda estúpida de un tesoro inexistente. No soy yo la que lo va a dejar todo por una mierda de mapa que le ha dado un viejo salido que se masturba cada noche pensando en nosotras dos juntas. No soy yo la cría, Rag… piénsalo.
Asdis, que no había podido aguantar las lágrimas más tiempo, salió de la casa y se alejó, envuelta en un frío terrible y en la oscuridad rota por las farolas de la calle. Los adoquines sonaban con las botas de la chica, un sonido que se metió en la cabeza de Rag. ¿Acababa de perder a Asdis? ¿Tendría que emprender aquel viaje ella sola?
—Que te follen —dijo Rag en voz alta para sí misma—. No te necesito. No necesito a alguien que no me apoya.
Rag cerró la puerta con todas sus fuerzas, se dejó caer al suelo, con la espalda apoyada en la madera, y empezó a llorar. Su vida había cambiado. «Quizá es lo mejor que me podía pasar» pensó Rag entre sollozos, intentando autoconvencerse. ■
* N. del A. Ragnfrid significa «diosa adorable» en noruego.
* N. del A. Kjedelig es un pueblo ficticio.
* N. del A. Asdis significa «espíritu divino» en noruego.
* N. del A. Biorn significa «oso» en noruego.

© M. Floser.