

El país entero estaba pendiente de aquel debate, se retransmitía en varios canales, en multitud de idiomas. Todo el mundo quería escuchar hablar a sus protagonistas. En el plató todo estaba dispuesto.
—¡Prevenidos! —gritó alguien y el presentador se acomodó en el sofá central, se colocó bien el traje, el nudo de la corbata y resopló. Estaba nervioso, se miró las manos de piel roja, las uñas negras, afiladas, y el anillo de matrimonio que lucía en su dedo anular. Recordó un segundo a su querida Fieir, tan hermosa con su vestido de novia, con sus cuernos perfectamente pulidos y los colmillos relucientemente blancos. Era un demonio afortunado, nadie podía decir lo contrario, y ahora iba a presentar uno de los debates más importantes de la historia. Volvió a resoplar, se aseguró el pinganillo dentro de la oreja izquierda, puntiaguda, alargada, se pasó con mucho cuidado la mano por el pelo que había entre los dos cuernos de cabra que se retorcían hacia atrás, solo para asegurarse de que el peinado que le habían hecho seguía en su sitio y volvió a resoplar una vez más.
—5, 4, 3 —la cuenta atrás hizo que se pusiera más nervioso—, 2, 1…
Esperó, en estos momentos los televidentes estaban escuchando la sintonía del debate, unos segundos tras los que el regidor le hizo una seña para que empezara a hablar. Miró a la cámara y, con una sonrisa, empezó el show.
—Muy buenas noches, bienvenidos a este debate en el que hablaremos de la política de Hus’aman, el actual líder de las tinieblas. Soy Garnax, su presentador y tenemos dos invitados de excepción, ambos han luchado en varias ocasiones contra el ejército de Hus’aman en la Guerra Mágica de forma muy distinta. La primera invitada es la miembro más antigua de la resistencia, líder de los elfos libres y azote de abismales, pido un aplauso para Furundel.
El público que asistía en directo al debate empezó a aplaudir, el plano se abrió y entró en escena una mujer alta, de piel pálida y sonrisa radiante. Tenía un pelo largo, lacio de color platino y su traje negro le estilizaba haciendo que pareciera más delgada y alta de lo que en realidad era. Furundel entró saludando al público y, cuando llegó junto al presentador, le estrechó la mano con fuerza. Sus pieles se unieron en un contraste extraño. Garnax invitó a la elfa a sentarse en el asiento que quedaba a su derecha.
—Gracias por venir, Furundel, sabemos que su agenda es bastante apretada.
—Hablar libremente de la tiranía de Hus’aman hace que las agendas más apretadas se aflojen —dijo Furundel con un acento exótico y atractivo. Su voz era suave, elegante y envolvente—. Gracias a vosotros por hacer un debate democrático en una época tan oscura como esta.
—Le he presentado como azote de los abismales, ¿es correcto?
—Bueno, Garnax, en realidad ese es un apodo que me pusieron terceras personas. Personalmente nunca he sido muy fan de ese mote, pero ya sabe como es esto… cuando algo se extiende, no hay forma de detenerlo. He luchado en esta guerra desde que tengo uso de razón, estamos hablando de más de trescientos años, y es cierto que he devuelto al infierno a varios abismales, pero ese era mi cometido.
—Un cometido que ha realizado con mucho éxito, si me permite decirlo.
—Muchas gracias.
—Háblenos un poco sobre Hus’aman. ¿Es cierto que usted le sirvió?
—Como le he dicho tengo más de trescientos años, he hecho cosas de las que no me siento orgullosa, y otras de las que al principio no fui consciente de que estaban mal hechas. Hus’aman es un brujo muy persuasivo, capaz de convencer al más puritano de que matar niños está bien. Sí, le serví, hasta que me di cuenta de que estaba sumiendo al mundo en el caos y la oscuridad.
—Además ya se ha redimido más que de sobras.
—No es que haya pretendido redimirme, simplemente abrí los ojos y me di cuenta de que estaba en el lado incorrecto de la lucha. Hus’aman no se tomó muy bien mi traición pero no es algo que me importe demasiado.
Furundel aprovechó el silencio para beber un poco de su taza de porcelana.
—¿Cómo cree que afectará este debate al mundo? Quiero decir… es el primer debate abierto que se celebra, en cualquier momento podrían presentarse aquí tropas de Hus’aman para atacarnos, ¿cree que el hecho de que estemos aquí ahora tendrá un impacto positivo en la sociedad?
—Creo que sí. La gente necesita saber que no está sola. Ustedes, los periodistas, tienen acceso a información que los ciudadanos no podrían ni soñar tener. ¿Qué quiero decir con esto? Ustedes saben que hay un ejército que lucha contra los abismales, saben que hay personas como yo, y mucho más valientes que yo, que están ahí en estos momentos plantándole cara a Hus’aman, pero es importante que este debate se televise, es importante que las personas —Furundel se detuvo, miró a la cámara directamente y siguió hablando—… es importante que sepan que ahí fuera hay gente arriesgando su vida por ustedes sin pedir nada a cambio. Los abismales son una plaga liberada y liderada por un fanático, y la resistencia es el pesticida que pretende acabar con esos asquerosos monstruos.
Una salva de aplausos espontáneos inundó el plató en cuanto Furundel terminó de hablar. La elfa se acomodó en el asiento, cruzó su pierna derecha sobre la izquierda y volvió a beber de la taza.
—Magníficas palabras, Furundel. Quisiera ahora hablarle de nuestro siguiente invitado. Él ha sido especialmente crítico con usted —Furundel sonrió con sorna—, ha liderado un subgrupo rebelde que ha adoptado el nombre de «Antiabismales», su lucha es desde las redes, compartiendo datos, vídeos y concienciando a la gente de lo que ocurre en el mundo. Por favor recibamos con un aplauso a Loucious Garrel.
El público aplaudió y siguió con la mirada a un hombre bajo, vestido con ropa informal. Tenía el pelo de punta, una barba poblada, negra como la noche y unas gafas de pasta rojas que no combinaban con nada de lo que llevaba puesto. Se acercó a Garnax, le dio la mano y luego se sentó ignorando a Furundel que quedó con la mano extendida esperando a que el recién llegado se la estrechase. La elfa sonrió y se sentó como si nunca hubiera ocurrido.
—Gracias por acompañarnos, Loucious.
—Es un placer para mí estar aquí —su voz era grave y estaba notablemente afónico, algún que otro agudo se le escapaba—. Es una gozada formar parte de la historia de nuestro mundo.
—Díganos, señor Loucious, ¿cuál es el cometido real de su grupo?
—Antiabismales es un grupo rebelde que pretende desenmascarar los crímenes cometidos por la resistencia.
—¿A qué crímenes se refiere?
—Bueno, me consta que la aquí presente Furundel, sin ir más lejos, ha dejado escapar a varios abismales, cuando su misión es precisamente acabar con ellos.
—Furundel, por alusiones.
—Gracias, Garnax. Dice usted, señor Loucious, que he dejado escapar abismales. Dígame una cosa, ¿alguna vez ha luchado cara a cara con uno de esos seres?
—No, pero…
—Entonces supongo que no sabrá que no todos los abismales constituyen un peligro para la seguridad. Sabrá, ya que me acusa de cometer delitos, que lo que la resistencia hace no es cortar cabezas y clavarlas en picas sin siquiera preguntar. La resistencia intercepta abismales desde mucho antes de que usted naciera, los investiga y luego los libera o los ejecuta. Hay situaciones en las que está más que claro que los abismales son peligrosos como, por ejemplo, cuando un vampiro intenta arrancarte la yugular de un mordisco, o en general con los zombies. ¿Qué ocurre? Que los abismales tienen tantas especies como animales moran en la Tierra, algunos, como nuestro estimado presentador, son inofensivos y se han integrado en la sociedad. ¿Piensa usted que el color de piel de Garnax es producto de una reacción alérgica a algo que ha comido? ¿Que sus cuernos son un simple adorno que le han puesto en peluquería antes de salir a presentar? No, señor Loucious, Garnax es un abismal pacífico. ¿Insinua usted que tendría que atacarle y erradicarle?
—Eso es demagogia.
—¿Demagogia? ¿Sabe de qué me he dado cuenta durante mis muchos años de vida, señor Loucious? Que generalmente la gente que acude a la palabra «demagogia» se ha quedado sin argumentos.
Furundel sonrió y bebió de su taza mientras miraba como Loucious intentaba replicarle sin éxito. Garnax miró a ambos y, al ver que ninguno de los dos hablaba, tomó la palabra.
—Usted es un usuario muy activo en las redes sociales, señor Loucious, y nos ha llamado la atención un tweet que leímos hace unos días dirigido a la señora Furundel. Queremos que nuestros teleespectadores vean el tweet en cuestión.

—¿Quiere decir algo, Furundel? —preguntó el presentador.
—¿Qué puedo decir? En realidad no había visto este tweet porque el señor Loucious me tiene bloqueada en todas las redes sociales, así que no comprendo muy bien que me mencione si no me va a permitir responderle. Supongo que es otra de las cosas buenas de este debate, ¿no es así? Tener ocasión de defenderme, aunque en realidad no veo demasiada necesidad. Usted dice en su tweet, señor Loucious, que no debo acudir a los platós porque debo estar luchando contra los abismales. La siguiente pregunta no se la hago para darme importancia, pero ¿sabe usted a cuántos abismales he matado mientras venía hoy hacia este estudio de televisión? ¿Sabe que mis hombres de confianza están montando guardia ahora mismo por si algún abismal decidiera presentarse? No, no lo sabe, porque lo que usted hace, señor Loucious, es hablar. Entra en sus redes sociales, desde la comodidad de su casa, con un plato de comida y el calor de una chimenea, y empieza a teclear en su teclado, escudado por… ¿qué es eso? —Furundel miró con atención el avatar que había en el tweet que seguía en pantalla—… ¿la cabeza de un demonio dentro de una señal de prohibido? Encantador, señor Loucious, si eso fuera obra de un niño, pero usted ya tiene una edad como para saber qué debe decir y con quién debe meterse. Hay personas: magos, guerreros, elfos, enanos, gnomos, y un sin fin de razas más luchando para que usted siga soltando sus bravuconadas en las redes sociales. Veo que también mencionó a Hus’aman, ¿sabe que el brujo tiene la capacidad de localizar a quien quiera siempre y cuando esa persona haya establecido un vínculo de cualquier tipo con él? Si no lo sabe ahora está enterado. Si sigue vivo, señor Loucious, es por dos posibles razones: la primera es que usted es insignificante para Hus’aman, la segunda es que el brujo envió a sus abismales a matarle y alguien de la resistencia los interceptó. Solo existen esas dos opciones, no hay ninguna otra, a no ser que usted sea el nuevo Merlín y haya conseguido asustar al brujo más poderoso y psicópata de la historia de este planeta. ¿Es usted el nuevo Merlín, señor Loucious? Eso me temía.
Hubo un silencio incómodo, Loucious no sabía qué decir, estaba contra las cuerdas. Furundel bebía porque no estaba acostumbrada a hablar tanto, era una elfa de acción y tenía la boca seca. Garnax carraspeó y recibió una orden por el pinganillo.
—Es momento para una pausa publicitaria —dijo de repente—. No se vayan, en unos minutos regresaremos con este debate y abriremos las líneas telefónicas para que puedan hacer sus preguntas. Les esperamos.
Alguien en el plató avisó de que no estaban en el aire y el equipo de maquillaje acudió raudo para corregir algunos brillos que empezaban a aparecer en la piel del presentador y de los invitados. Furundel agradecía cada cuidado, Loucious no decía nada, Garnax miraba a ambos sin saber cómo iba a terminar aquel debate. Estaban haciendo historia, estaban intentando cambiar el mundo. La guerra contra Hus’aman estaba a punto de tomar un rumbo nuevo. ■

© M. Floser.
Fantastico!! Me ha encantado! Sigue así.
¡Muchas gracias, Pablo! Me alegra mucho que te haya gustado. La verdad es que es uno de los relatos que más satisfecho me han hecho sentir. Un abtazo.