
PERSONAJES
LUVAR, el rey
SARBIN, el príncipe heredero
JOZ’HA, el rey elfo
MAESE MARCIUS, consejero y amigo del príncipe SARBIN
MAESE VIRENE, consejero y amigo del príncipe SARBIN
MAESE GRILIAN, consejero del rey LUVAR
PRÍNCIPE SARBIN
¡No, no y no! ¡Jamás! ¡¿Cómo se atreve ese viejo tarado?! Juro por todos los dioses que me las va a pagar.
MAESE MARCIUS
Sosegaos, alteza, no actuéis movido por las emociones. Tenéis que ser inteligente.
PRÍNCIPE SARBIN
¡Inteligencia es lo que le resta a mi padre, maese Marcius! ¡¿Cómo osa desterrarme?! ¡Juro que esto no quedará así. Ya sea más pronto que tarde, clavaré mi acero en el corazón de ese viejo que me ha deshonrado!
MAESE VIRENE
Templaos, majestad. Aprovechad la situación, ponedla a vuestro servicio. Pensad que ahora sois libres. ¿Queréis vengaros? Viven los dioses que nosotros también lo deseamos. No olvidéis, majestad, que quien os ofende a vos, nos ofende a nosotros. Mas nuestro estimado maese Marcius no os engaña, tenéis que ser inteligente.
PRÍNCIPE SARBIN
Hablad pues, mis inteligentes consejeros. ¿Qué debe hacer este príncipe que ya no es tal? ¿Retirarme? ¿Sosegarme? ¿Perdonar y olvidar? ¡Jamás!
MAESE MARCIUS
Nadie os pide tales cosas, mi señor. No os retiréis, pues la ofensa ha sido cierta, y cierta será la venganza. Tenéis que sosegaros, cierto es, pero solo por el bien de vuestras empresas. No perdonéis ni olvidéis, pero usad los recuerdos como herramientas para culminar vuestros objetivos, no como ponzoña que alimente vuestro odio.
MAESE VIRENE
Cabalguemos, majestad.
PRÍNCIPE SARBIN
¿Cabalgar? ¿Con qué rumbo?
MAESE VIRENE
Rumbo a Sirap, mi señor, a las tierras elfas. Pedid audiencia con el rey Joz’ha y, cuando os reciba, aliaos con él, ofrecedle vuestra ayuda con la condición de que, cuando derrotemos a vuestro padre, el trono será vuestro.
PRÍNCIPE SARBIN
Joz’ha no aceptará tales condiciones. ¿Ayudarme a hacerme con el trono? Por los dioses que se reirá delante de nuestras narices, maese Virene. Durante generaciones el odio entre elfos y humanos ha retumbado como trueno en la tormenta. Nuestra sangre ha bañado los campos de batalla y nuestras ofensas llenan libros enteros.
MAESE VIRENE
Pero vos le ofreceréis la paz. Algo que ningún otro humano le ha ofrecido jamás, majestad. Joz’ha aceptará ayudaros si con ello se termina la guerra entre ambas especies. Si le juráis que los elfos serán libres de caminar por tierras de hombres y comerciar y ganarse la vida como cualquier otro hijo de dioses.
PRINCIPE SARBIN
Sea pues como vos decís, mi estimado. Resguardémonos del frío, comamos y bebamos y follemos si eso es lo que deseamos, y mañana con el canto del gallo partiremos hacia Sirap. El rey elfo será nuestro aliado, y el rey loco, mi padre, mi enemigo, morirá ensartado por mi espada. Viven los dioses que así será.
REY LUVAR
Ay, hijo mío, si no hubiérais sido tan codicioso, si vuestros pecados no fueran más poderosos que vuestras virtudes, viven los dioses que ahora estaríais comiendo a mi lado. Mi pena se hace mayor cuanto más tiempo paso lejos de vos y, aunque sé que ahora me odiáis, espero que sepáis perdonarme. Comer no puedo, pues cada bocado me resulta insulso apartado del afecto de mi heredero, beber no debo, pues mis juicios se verían altamente trastocados. Necesito claridad para cumplir lo jurado y no dejar que el licor diga lo que el hombre calla, que soy un viejo loco y que vos no deberíais haber sido desheredado.
MAESE GRILIAN
Majestad, ¿me habéis hecho llamar?
REY LUVAR
Maese Grilian, mi más fiel consejero y amigo, quiero que llaméis a un monje para que redacte mi testamento.
MAESE GRILIAN
Pero majestad, ¿os encontráis bien? Si os sentís mal es menester llamar al médico y no al clérigo. Las atenciones de uno ayudarán a que la pluma del otro no sea necesaria.
REY LUVAR
Os preocupáis, mas no tengo pensado morir en breve. Ahora que mi hijo, el príncipe Sarbin, ha sido desterrado, tengo que poner mis asuntos en orden. El médico no puede ayudarme en tales cosas, a no ser que tenga una medicina capaz de sanar el corazón que, por impetuoso y testarudo, he acabado por romperme.
MAESE GRILIAN
Vuestro corazón es grande, majestad, y fuerte como todo un ejército. Os repondréis de este duro golpe, mas no olvidéis que ha sido el príncipe Sarbin, con sus pecados y sus ofensas, el que os ha obligado a tomar decisiones tan funestas.
REY LUVAR
Los motivos no hacen más dolorosas las decisiones, estimado amigo. Mi hijo ha sido un necio pero necio o no sigue siendo mi hijo. Si la reina viviera no habría guardia real, ni amigo, ni dios que pudiera salvarme de su ira y, en parte, me temo que su espíritu vaga por el castillo y me atormenta por mi sentencia. Llamad ahora al monje, maese Grilian, no me hagáis esperar, no sea que en la espera, los remordimientos hagan con ese corazón fuerte del que habláis, lo que haría el veneno.
MENSAJERO
Majestad, perdonad que os moleste en vuestro descanso. Tengo un mensaje para vos.
MAESE GRILIAN
¡Dádmelo a mí, bellaco! ¿No veis que vuestro rey está ocupado? Yo se lo leeré. Ahora, marchaos y no volváis a abrir una puerta de este palacio si antes no recibís permiso.
REY LUVAR
¿Qué nuevas trae el mensajero, maese Grilian? ¡Decídmelo, por todos los dioses, o haréis que los dos bocados que le he dado a ese jabalí se me indigesten por la impaciencia!
MAESE GRILIAN
Malas noticias, mi rey.
REY LUVAR
A tal conclusión he llegado a juzgar por vuestro semblante, mas aún no he conseguido poderes adivinatorios. Decidme ahora qué contiene esa carta, no os hagáis más de rogar. No atormentéis más a este viejo atormentado.
MAESE GRILIAN
Han visto al príncipe Sarbin cabalgando hacia Sirap, y le acompañan maese Marcius y maese Virene.
REY LUVAR
¿A Sirap decís? ¿Qué rayos se le ha perdido a mi hijo en Sirap? Si los elfos lo ven lo apresarán, lo torturarán y, cuando hayan conseguido toda la información que necesiten, lo matarán y nos atacarán. ¿Tan necio es mi hijo? ¡Dad aviso a los mejores soldados para que reúnan a sus hombres y partan de inmediato hacia tierra de elfos!
MAESE GRILIAN
Majestad, mucho me temo que el príncipe Sarbin tiene otras intenciones.
REY LUVAR
¿De qué intenciones habláis?
MAESE GRILIAN
Es posible, majestad, que el príncipe Sarbin haya partido hacia Sirap para pedir audiencia con el rey elfo.
REY LUVAR
¿Con ese salvaje de Joz’ha? No sería capaz… o quizá sí… su honor se ha visto golpeado y pisado por el destierro, y su odio hacia mí ha crecido como una semilla regada por mis palabras. No es descabellado lo que sugerís, maese Grilian, si el príncipe ha partido hacia tierras elfas de repente, es posible que quiera vengarse. De ser así podría pactar con el rey elfo y atacarnos. ¿Tanto me detesta mi hijo, maese Grilian?
MAESE GRILIAN
Vuestro hijo es joven e impetuoso, su odio no es más que el reflejo de la inmadurez. Sus actos y su reciente decisión de traicionaros es feo asunto y debe ser tratado con contundencia. No dudéis, mi señor, pues vuestros enemigos, entre los que de ahora en adelante deberéis contar a vuestro hijo, no dudarán en atacaros por la espalda.
REY LUVAR
Sea así pues, reunid a los hombres, que se preparen para partir hacia Sirap, si ese cerdo de Joz’ha se alía con mi hijo, la guerra entre hombres y elfos será más terrible de lo que jamás haya sido. Marchaos, maese Grilian, que los soldados estén preparados para partir de inmediato.
MAESE GRILIAN
Así será, majestad.
MAESE GRILIAN [APARTE]
Seguid luchando entre vosotros, majadero, seguid escuchando mis consejos, seguid ingiriendo el veneno de mis palabras y, cuando vuestro hijo os dé muerte, será su oído el que recibirá mi ponzoña. Gobernaré en todo el reino y serán vuestras manos las que cometan mis pecados.
REY LUVAR
¿Qué habéis hecho, hijo mío? ¿Partís hacia territorio enemigo, poniendo en peligro vuestra vida, arriesgándoos a que el ejército elfo os dé muerte solo para alzar las armas contra mí? ¿Es tal el odio que me profesáis? Si así ha de ser, que así sea por la gracia de los dioses. No lloréis cuando mi ejército acabe con vos, no supliquéis cuando la muerte os arranque el alma. Recordad que habéis sido vos el que ha traicionado a vuestro rey y no vuestro rey el que os ha traicionado a vos, que con vuestros pecados y vuestras ofensas bien os habéis ganado la muerte que pronto encontraréis. ■

© M. Floser.