Microficción #126

•RECORTE•

¡Bienvenidos! Pensaba que no íbais a llegar. Un pajarito me ha dicho que queréis escuchar mi historia. Es normal, os preguntaréis qué cojones ha pasado en la oficina. ¿Habéis visto al tío del despacho del fondo? No me negaréis que lo de haberle ahorcado con sus propias tripas ha sido un puntazo. No sé, me acordé de la película «Hannibal» y pensé: ¿se puede hacer de verdad? ¡La puta que me parió! Se puede, ¡y tanto que se puede! También está la pareja ensartada en el baño de mujeres. No sabía si esperar a que esa idiota se sacara la polla de James de la boca o no, al final me ha parecido más… artístico… dejársela dentro. ¿Os imagináis cuando la poli llegue y se encuentre la escena? Estoy deseando verlo en los periódicos.
    Perdonad, ya me centro. La verdad es que me he vuelto un poco loca, tengo que reconocerlo. Pero cuando ese hijo de puta me ha dicho que me despedía se me ha encendido algo dentro. Pero no, no ha sido por eso que se me ha ido la castaña, más bien ha sido el motivo por el que me ha despedido: «recorte de plantilla», ¿cuántas veces me habrán dicho eso en mi vida? Supongo que ese capullo ha sido la gota que ha colmado el vaso. Pero ni siquiera en ese momento me he convertido en el puto Jason Voorhees, en realidad me he ido a mi mesa y he empezado a recogerlo todo. Me han dado una de esas cajas que se ven en las películas, donde la gente mete la foto de su familia, el pequeño ficus, y la grapadora que, en la mayoría de los casos, no le pertenece. En mi caja habían algunas figuras, una foto de mi perra, y una cizalla para cortar el papel, de esas tipo guillotina que tienen un cuchillo. No sé si me explico.
    Cuando estaba a punto de coger el ascensor mi jefe se me ha acercado y, tras una palmadita condescendiente en el hombro, me ha repetido «no es nada personal, recorte de plantilla», ha sido ahí. He tirado la caja al suelo, he cogido lo primero que he podido y se lo he estampado en la cabeza. Cuando el capullo estaba en el suelo, tocándose la sien que le sangraba, he seguido golpeándole con el objeto grande y duro. Era la cizalla que, en uno de los golpes, se ha roto y el cuchillo ha caído al suelo. No ha tintineado por la moqueta, pero ahí estaba. Lo he empuñado y era tan grande como un machete, con un agujero cerca de la punta, del tornillo que lo unía con el soporte. Sin siquiera darme cuenta, he empezado a golpear a mi jefe con el machete, le he destrozado la cara, la sangre me ha salpicado, incluso se me ha metido en la boca abierta por la rabia y la excitación. Luego todo ha llegado solo, he empezado a matar indiscriminadamente a todos los que me cruzaba por el camino, hasta que me he dado cuenta de lo que había hecho y he corrido al cuarto de baño, dejando a mi espalda al capullo del despacho del fondo, colgado del ventilador del techo por sus propias tripas que le rodeaban el cuello. Ya en el baño me he mirado en el espejo y, por alguna razón que aún no entiendo, estaba sonriendo de oreja a oreja. La cara roja, chorreante de sangre. Me he limpiado y, entonces, he escuchado un ruido a mi espalda, como el de una arcada. Venía de la letrina, he abierto la puerta con cuidado y allí estaba la secretaria de mi jefe comiéndosela a James, el que se suponía que era mi novio. Él estaba sentado en el retrete, con los pantalones por las rodillas y una cara de placer que me ha resultado desagradable. Tenía los ojos cerrados y la boca abierta, y la muy zorra, de rodillas en el suelo, subía y bajaba la cabeza mientras ambos gemían. He cogido el machete que había dejado sobre el lavabo, y he atravesado a esa puta, luego he sacado la hoja del arma de la espalda de la mamona y se la he clavado en la frente a él justo en el momento que abría los ojos y me miraba espantado. Sus ojos han bizquedado y un hilo de sangre le ha descendido por el entrecejo, el tabique nasal y la boca. Dos menos, ya no quedaba nadie vivo en la oficina.
    Eso es lo que ha pasado, ¿qué os ha parecido? Luego me he puesto una gabardina para que nadie viera mi ropa llena de sangre, he ido a casa, me he duchado, he quemado mi ropa y he venido aquí a relajarme mientras miraba el cielo despejado. ¿No os parece que hace un día de puta madre? Yo creo que sí, se acabaron las tonterías, a la mierda los recortes.

© M. Floser.

2 comentarios en “Microficción #126

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