[Nota fija]→ «Las tres palabras» es una sección dentro de «Ejercicios de escritura». Así mismo, este ejercicio ha sido extraído del blog «CabalTC» de David Olier. En esta sección haré relatos incluyendo tres palabras generadas automáticamente.

Palabras a añadir:
Atleta 1
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Cubo 2
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Pilas 3
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Una risa, y después silencio. Una risa que se introduce en el cerebro a través del oído, perforando el tímpano y haciéndote desear que todo se acabe. Eso es lo que yo escuché ese día. Luego las voces, las de siempre, las que me piden cosas desde que era pequeño. Las que me insultan cuando las ignoro, las que me atosigan hasta que el mundo empieza a darme vueltas y no puedo evitar vomitar en el cubo2 que siempre tengo preparado junto a mi cama.
—¿Ya estamos? —dice una de las voces de mi cabeza, la más agresiva de todas, la que parece cortar el bacalao—. ¿Ya empezamos con la gilipollez esta de hacer como si no me escuchases? Antes o después vas a tener que aceptarlo. ¡Ponte las pilas3, chaval!
Le ignoro, a esta voz especialmente es mejor ignorarla, cuando he cometido la torpeza de ceder a sus provocaciones me lo ha hecho pasar realmente mal.
—¡Deja en paz al chico, bruto! —responde la segunda voz. Es más amable, aunque eso no significa gran cosa, ser más amable que la primera voz no significa forzosamente ser amable. La segunda voz pertenece a una mujer lasciva, pedófila y venenosa como un escorpión—. Yo creo que lo está haciendo muy bien. ¡Míra qué culo tiene! Tiene cuerpo de atleta1, y la polla de un actor porno.
Siempre hace ese tipo de comentarios. Ya ni siquiera me incomodan, simplemente intento no responder, intento no decirle que es una zorra asquerosa.
—Oh, ¿por qué no os echáis gasolina por encima y prendéis una cerilla? —dice la tercera de las voces que rondan mi cabeza. Es la peor, con diferencia. Si la primera es la más agresiva, esta es la más sádica, la más terrible, la más difícil de ignorar. Es joven, es astuta, y manipuladora. Si me despisto (y más de una vez lo he hecho), me convencerá de que meta al gato de mi vecino en el microondas—. Es un cantamañanas. Miradle, solo sabe sentarse ahí, con su puta capucha puesta, haciéndose el macho, ignorándonos. Eh, payaso, ¿no te gustaría follarte a ese perro? —miro a la mujer que pasa por delante de mí, tirando de la correa de su perro. La voz podría haberme preguntado por la mujer, una madura atractiva con la que me acostaría sin pensármelo, pero tenía que preguntarme si quiero practicar sexo con el perro—. ¿O a caso eres más de que te la meta un caballo? ¡Levanta el culo y haz algo, nos estamos aburriendo, payaso! Mata a alguien, o mátate tú mismo. Haz algo, ¡haz algo!
Así es cada día, una voz detrás de la otra, casi siempre en el mismo orden. No tienen nombre, yo les llamo Una, dos y tres. No es original, pero es que no pretendo serlo. Sé que si les pongo nombre tendrán más poder sobre mí, y eso no me lo puedo permitir. Otra vez no. ■

© M. Floser.