¡Hola! No me puedo creer que esta sección haya llegado a los cien relatos. ¡Cien historias solo en Microficciones! He perdido la cuenta de cuántos relatos hay en total en el blog. Para celebrar este centenar de cuentos, os voy a dejar el listado completo de Microficciones en orden cronológico, justo después del relato de hoy. ¡Gracias por estar ahí!

Error de cálculos

Primero una serie de crujidos parecidos al sonido que hacen las palomitas dentro de un microondas, luego el viento se levanta y dibuja un pequeño remolino que remueve el polvo, por último un estallido de luz. Lo siguiente que recuerdo es ver a aquellos dos idiotas peleándose en el centro de la estancia. Joshua está sobre Barris golpeándole la mandíbula con los puños ensangrentados, pero Barris no se queja, de hecho no deja de reírse.
Carraspeo para que dejen de pelearse, pero están demasiado enfrascados en sus estupideces como para reparar en mi presencia.
—¡Joshua, Barris, deteneos!
Joshua sufre una serie de espasmos y sus brazos se detienen justo cuando va a golpear de nuevo a Barris. Está paralizado por mi orden.
—Joshua, atrás.
Los brazos de Joshua se abren como si alguien le hubiera crucificado en una cruz de madera invisible. Se levanta sin abandonar esa postura forzada y da unos pasos hacia atrás. Barris se incorpora sin dejar de reír y se limpia la sangre de la boca con el reverso de la mano. No tiene dientes, pero es un regenerador, así que no me preocupa demasiado: en una hora volverá a tener la dentadura intacta y podrá arrancarle la nuez a Joshua de un bocado si no se lo impido. Suspiro cansado de tener que lidiar con ese par de idiotas.
—¿Dóngue eftamof? —pregunta Barris incapaz de vocalizar por la mandíbula destrozada.
—Estamos en Garanin, creo.
—Demasiado calor para que sea Garanin, señor —dice Joshua que aún está crucificado.
Chasqueo los dedos y libero a mi siervo de sus cadenas invisibles.
—Debería ser Garanin —aclaro.
—Puegue que efe mago nof la haya jugago, jefe.
—Imposible, si nos la hubiera jugado tendría que matarle.
No quiero creerlo, los magos no suelen actuar así. Pero es la única explicación posible. Quizá las runas del portal estaban mal escritas, quizá el hechizo no era el adecuado. No lo sé, el caso es que no tengo ni idea de dónde estamos.
—Definitivamente no es Garanin, señor —se atreve a decir Joshua mientras se acaricia las muñecas como si realmente alguien le hubiera clavado algo en ellas—. Estamos en época de nieves, si esto fuera Garanin estaría todo nevado. La nieve se habría colado por ese tragaluz.
Miro el tragaluz, es cierto, no estamos en Garanin. Me acerco a una puerta, la abro y me encuentro de bruces con el desierto más extenso que jamás haya visto. En la arena, casi enterrados, pueden verse esqueletos de animales de tamaños imposibles.
—Efto ef Fruiguig —dice Barris sobre mi hombro.
Lo miro confuso. Esta vez no he entendido lo que ha dicho. Luego miro a Joshua con el ceño fruncido y este suspira mirando a su compañero que no se ha dado cuenta de que su aportación ha sido inútil.
—Dice que es esto es Fruidid —Barris asiente con entusiasmo. Su boca desdentada y chorreante de sangre me da un poco de asco. No demasiado, después de todo me dedico a mutilar a la gente—, creo que tiene razón. Es el desierto de Fruidid y esos son los famosos esqueletos de virnins, los titanes de las arenas. Ese mago nos la ha jugado, señor.
Salgo al desierto y las botas se me llenan de arena fina y caliente. Mis dos lacayos me siguen. Miro a mi alrededor sin entender muy bien qué puedo hacer ahora. No puedo quedarme en Fruidid, el emperador se pondrá como una furia. Miro a Barris, luego a Joshua y luego a la puerta que hemos dejado entornada. Escucho un crujido familiar y peligroso, y mis ojos se abren de par en par.
—¡Va a explotar!
Pero antes de que pueda hacer algo, antes de que pueda alejarme, la caseta de teletransporte explota en mil pedazos, en medio de un fulgor cegador que envuelve y desintegra a mis ayudantes que están más cerca. Yo salgo despedido por los aires a varios metros de distancia. Doy de bruces contra la arena que, a pesar de lo que parece, está dura y hace que me cruja la espalda. Me quedo un momento mirando al cielo despejado de Fruidid que poco a poco se apaga para mí. El último pensamiento que tengo antes de perder el conocimiento es que estoy atrapado en ese desierto y que el mago, como bien había dicho Barris, que en paz descanse, nos la ha jugado. ■
© 2017 M. Floser.
100 RELATOS, ¡MUCHAS GRACIAS!
16) ¡Edición Twitter! 1ª parte.
21) ¡Edición Twitter! 2ª parte.
22) Conversación con un zombie.
39) ¡Edición Twitter! 3ª parte.
45) Una historia sin final feliz.
62) ¡Edición Twitter! 4ª parte.
69) El andén de las almas perdidas.
80) ¡Edición Twitter! 5ª parte.
97) ¡Edición Twitter! 6ª parte.
Muchas gracias a ti por hacernos soñar con cada relato que nos has contado. Sigue asi y a por los 200. GRACIAS.
¡Mil gracias! Me alegra que los disfrutes. 🙂