Microficción #88

(Imagen libre de licencia de: Comfreak)

Calavera

Cenefas

John intentó deshacerse de las cuerdas que le ataban a la silla atornillada al suelo. Sabía que era inútil, pero estaba desesperado. La puerta de aquella amplia habitación en la que solo estaba él, y una sucesión de gotas que caían en un pequeño charco formado en el hormigón del suelo, se abrió con un chirrido enervante. El matón que le había saltado varios dientes de un puñetazo entró primero y sujetó la puerta que se cerraba sola por su propio peso. Luego entró un hombre elegante, trajeado y atractivo, si no fuera por aquella cara terrible cuya mitad derecha mostraba a una persona madura, con arrugas y el pelo plateado, pero cuya mitad izquierda mostraba la calavera desnuda. Tras el tipo deforme entró el segundo matón, cargando una silla de hierro que arrastraba, solo para poner más nervioso al preso, con aquel ruido desquiciante. Dejó la silla a tan solo un metro de distancia del hombre atado, y se apartó, mirándole con una mezcla de odio y diversión. El de la cara perturbadora se sentó en la silla libre, sacó un cigarro, se lo puso en aquella boca que mostraba por un lado labios finos, y por el otro dientes maltratados, y se lo encendió. Dio una profunda calada, y el humo se le escapó entre las mandíbulas de su lado izquierdo.
    —Eres un hijo de la grandísima puta, John —fue lo primero que dijo cuando se sacó el cigarro de la boca, sujetándolo entre el dedo índice y el dedo corazón—, un perfecto, completo, y maldito hijo de la grandísima puta.
    —Yo también me alegro de verte, Peter. Tienes buena cara.
    El hombre del rostro partido miró al matón que ya había golpeado a John, asintió con la cabeza, y se apoyó en el respaldo de la silla mientras su empleado golpeaba el rostro del preso con el reverso de la mano. John escupió un poco de sangre y miró al matón con odio.
    —¿Por qué lo hiciste, John?
    —Bueno… tu hijo mató al mío cuando se enteró de que se follaba a tu mujer. Mi esposa se volvió loca y se metió una magnum en la boca y se voló los putos sesos. Ay gente que lo llamaría karma, Peter.
    —Esa gente moriría en cuanto dijera esa estupidez. ¿Karma? Aquí está el increíble John Perkins, el puto sicario más peligroso de Nueva York, indefenso, atado a una silla, con —Peter llevó la mano a la cara de John con una velocidad sorprendente para alguien de su edad, le obligó a abrir la boca y echó un vistazo a su interior—… ¡tres putos dientes! Y a punto de morir de un tiro en la cabeza. Creo que deberías haberte volado la cabeza con la zorra de tu mujer, antes de venir a joder a mi familia. Una lástima, John, te quería como a un hijo.
    —No mientas, Peter, no me querías como a un hijo… a mí no me metías mano por la noche.
    En cuanto dijo aquello, Peter chasqueó un dedo, extendió la mano y, sin que tuviera que decir nada más, uno de los matones sacó su pistola y se la posó en la mano. Peter la sujetó, la martilleó y disparó a John entre los ojos. Fue todo tan rápido, que John no tuvo tiempo a hacer ningún otro comentario hiriente y sarcástico.
    —Puto John, no puede estar callado ni un minuto… bueno, eso acaba de cambiar.

© 2017 M. Floser.

3 comentarios en “Microficción #88

    • Ahuanda, te pido mil disculpas por la tardanza en responderte. Estoy mudándome y, aunque ya casi estoy instalado, aún tengo cajas que mover y vaciar. Me alegra muchísimo que te gustase este relato, la verdad es que disfruté mucho escribiéndolo. ¡El lunes cinco vuelvo a publicar!

      • Descuida, lo leído, leído está. Enhorabuena por tu mudanza, los cambios suelen ser para mejorar y espero que sea el caso. Un abrazo.

¡Coméntame o morirá un gaticornio!

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