
Esperando al maestro

Ahora tocaba esperar. Era lo peor de aquel trabajo. La parte en la que espiaba a sus enemigos era divertida. Por no hablar de la parte en la que se tomaba una de las píldoras que su maestro le había dado, y se convertía en halcón. Sobrevolar el cielo era una sensación increíble, eso sí… el frío se le metía en los huesos. También tenía que estar atenta: los efectos de aquella magia eran temporales y, si no vigilaba, podía acabar transformada en humana en pleno vuelo y… bueno… el desenlace sería trágico.
Esta vez estaba preparada para la espera. Se sentó, tapada con la manta que se había asegurado de guardar en aquella montaña, y observó el paisaje. Era increíble que su maestro pudiera acudir a su encuentro con un simple chasquido de sus dedos. Aparecer en aquel lugar en un par de segundos, aunque se encontrase en la otra punta del mundo. Lo que no sabía aquella pobre chica, era que aquella vez su maestro no acudiría a la llamada, porque se encontraba en el suelo de un callejón solitario, en la fría y lluviosa Londres, con el cuello rajado, muerto sobre su propia sangre. ■
© 2017 M. Floser.