
Ardiendo

Cuando llegaron al lago no encontraron al rey, solo una hoguera que parecía deleitarse con la belleza del paisaje, desafiando al agua acomodándose en la orilla. Los soldados peinaron la zona, pero no había ni rastro de Brygant III. Apagaron el fuego y, al hacerlo, en las cenizas que quedaron al descubierto, encontraron una corona que brillaba como si las llamas la hubieran pulido.
—¡Mirad eso! —dijo uno de los soldados reales, señalando la corona humeante.
Sus compañeros se llevaron las manos a la cabeza, algunos incluso a la boca, otros se taparon los ojos. Hubo llantos, quejidos y, entre todos aquellos sonidos, se alzaba la risa unísona de los soldados.
—¡Alguien ha quemado al rey! —exclamó uno de ellos sin dejar de reír, acompañado por sus compañeros en aquel arrebato hilarante. Miró a su alrededor, limpiándose las lágrimas que la risa le provocaba.
—¡Eh, Asesino de Reyes —gritó poniendo las manos alrededor de la boca para amplificar su voz—, si sigues por aquí, no debes esconderte! —miró a sus compañeros, tirados todos en el suelo, riendo a carcajadas—. ¡Gracias por matar a ese bastardo! ■
© 2017 M. Floser.
Por casualidad, ¿entre las cenizas no había también rastros de una ingenua princesa y de su marido?
¡Hola, Ahuanda me temo que no, este rey estaba enamorado de sí mismo, y se rumorea que era eunuco. :O ¿te lo puedes creer? No queda claro quién heredará el trono, pero se dice que el bufón de la corte tiene en realidad sangre azul, quizá un hijo bastardo del anterior rey… ¡menuda locura!
¡Ohh!, es una pena…
Ahuanda, no para el bufón, ahora podrá vengarse por todos los desprecios y todas las penurias.