
Hambre

—Mira eso, Grorg. ¿Has visto alguna vez algo tan hermoso?
—Es un simple pato, Moreen.
—¿Un pato? Eso no es un pato, idiota, es un cisne, pero aunque fuera un pato, no sería «un simple pato», es la belleza, la fragilidad.
—Si tan frágil es, acabemos con él, tengo hambre.
—No seas bruto, Grorg. No vamos a matar a esa preciosidad.
—El sentimentalismo no llena el buche, Moreen, eres demasiado blando, y por eso nunca cazamos nada.
—¡Eso no es cierto!
—¿Ah, no? Ayer salimos a pescar, y te enamoraste de un salmón, y de «la belleza que guardaba su empeño por remontar el río», la semana pasada queríamos carne, pero tú te negaste a romper la paz de una familia de ciervos, porque «la belleza del sol entre las hojas de los árboles, bañando las astas de aquellos ejemplares, te parecía arrebatadora». ¡Por el amor de todos los gusanos, Moreen, somos orcos, necesitamos comer!
—Comeremos algo, pero mira eso, Grorg, ¿cómo puedes pretender comerte a esa belleza?
—Se le parte el cuello y a la cazuela, o crudo. Me da igual.
—Anda, vamos, encontraremos alguna otra cosa.
—Te juro que como encontremos un jabalí y me digas que sus gruñidos son música celestial para tus oídos, te comeré a ti, sin matarte primero. ■
© 2017 M. Floser.
Jajajajajaja, qué ternura! Me encantan los nombres de tus personajes, son…originales?
¡Hola, Ahuanda! Perdona que haya tardado en responderte. Me alegra que te gusten los nombres de los personajes, jajajaja, la verdad es que me divierte mucho inventarlos.