¡Cuarenta microficciones! Se dice pronto, pero eso suponen cuarenta relatos en el blog. Estoy muy contento con la nueva dirección que ha tomado este sitio. Quitando la paja, y haciendo que los árboles nos dejen ver el bosque. Este es el blog de un escritor, y en consecuencia, lo que os merecéis los que me seguís, es ver como escribo, ¿tiene sentido? Vamos a lo nuestro, ¡el relato número cuarenta!

Tocado
Su dedo tocó el barro, a pesar de la resistencia que los hijos celosos y temerosos ponían sobre su padre, tirando de su túnica, y de su barba que caía en cascada sobre el mundo. La yema de su índice ejerció una presión suave, mimosa, y el barro empezó a temblar, a fluctuar como la lava candente, a burbujear como el jabón, y a salpicar como salpica el río al recibir la zambullida de un salmón.
El fango se estiró, adquiriendo forma y consistencia. Lo que antes era viscoso, arenoso y húmedo, ahora tenía tonos rosados y empezaba a formar apéndices que se movían individualmente, flexionándose y solidificándose hasta que se convirtió en una mano suave, tierna. Un dedo se estiró, el índice, y la nueva yema quedó unida a la yema del gran índice que se esforzaba por no romper el contacto, luchando contra la fuerza que sus hijos, alados y desnudos, estaban poniendo en aquel intento inútil.
El fango siguió formándose, como si fuera lo más normal del mundo, y donde el lodo había ocupado una extensión considerable, descansaba ya un hombre desnudo, frágil, tembloroso, acurrucado sobre la hierba mojada, en posición fetal. El contacto de ambos dedos se rompió, y el hombrecillo salido del barro dejó caer el brazo sobre su propia cabeza, y quedó relajado, respirando por primera vez.
—Eres mi hijo —dijo una voz que sonó como los truenos del cielo, el murmullo del mar, y el crujir de la tierra—. Tu nombre será Adán, y serás el primero de tu especie. Despierta hijo mío, abre los ojos al mundo, y deja que él te hable. Cuídalo, pues la Tierra en la que has despertado es tu madre, como yo soy tu padre.
Adán abrió los ojos, obedeciendo a su padre. Al hacerlo, estaba solo, en una explanada tan inmensa y hermosa que sus ojos, recién estrenados, se humedecieron emocionados. Lloró por primera vez, y al hacerlo, se sintió vivo. ■
© 2016 M. Floser.
Me ha gustado. Al igual que otras cosas que he leido tuyas, me parece fluido, buen ritmo y ameno.
Y en cuanto al relato en sí, me parece hermoso.
Muchas gracias, Javier. Me alegra saber que mis relatos son de tu agrado. La verdad es que estoy contento desde que he quitado el sobrante del blog y me he centrado en los relatos.