Microficción #38

runes1
(Imagen libre de licencia de: Couleur)

Canicas

Dos esferas chocaron en un suelo formado por el cosmos. Dos bolas de cristal que parecían tener universos en el interior. Una risa resonó, enlatada en el eco, y navegó despreocupada por el infinito.
    —¡Toma! —dijo el Girador. Llamado así por que su único ojo, que ocupaba desde la frente, hasta donde cualquier otro ser no amorfo tendría la nariz, no paraba de girar. Su iris y pupila se perdían por la derecha, como si quisieran observar el interior del cráneo, y volvían a aparecer por la izquierda. Su boca era enorme, y su sonrisa mostraba unas encías desnudas, y una léngua trífida—. ¡Menuda paliza te estoy dando, Marea! —el Girador chasqueó las tres puntas linguales con el cielo de la boca—. No sé por qué te empeñas en jugar conmigo, Marea, ¿no te cansas de perder tus universos?
    Marea era una mujer hermosa, si te gustan las mujeres formadas por tornados y rocío. Sus ojos eran dos rendijas en la nada de su piel.
    —¡Que te zurzan, Girador, eso ha sido trampa!
    Marea tenía una voz que, cuando estaba contenta, parecía una brisa veraniega, pero que cuando estaba de mal humor —como era el caso— parecía un tifón furioso.
    —¡Yo no hago trampas nunca, Marea! Si no sabes jugar, no juegues. Vamos, págame, me debes diez universos.
    Marea hinchó los carrillos, o lo habría hecho si hubiera tenido carrillos. Se puso roja de furia, o lo habría hecho si no fuera porque su piel eran torrentes enloquecidos.
    —¡Doble o nada!
    —Marea —dijo el Girador, que por aquel entonces mantenía su ojo fijo en la dama de viento—, no pienso jugar contigo otra partida. ¿Cuánto llevamos con esta tontería del doble o nada? No te quedan casi universos, y quiero que me pagues.
    —¡Vamos, Girador, doble o nada! Si me ganas esta vez, te pagaré todo lo que te debo.
    Se hizo el silencio, y el ojo del Girador volvió a su rutina mareante. Miró las canicas que tenía en la mano, con los colores cósmicos y las estrellas que parecían motas de polvo infiltradas en el interior del cristal. Sonrió, se encogió de hombros, y se preparó para volver a vencer a Marea.

© 2016 M. Floser.

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