
Miradas
Salió de entre los matorrales, conteniendo la respiración, asegurando el paso para no hacer ruido, tensando los músculos de todo el cuerpo, pidiéndole al cielo que le ayudara. Suspiró, mirando a sus ojos tristes, que le contemplaban con resignación, ejerciendo sobre él la presión de una mirada conmovedora. No se movía, no intentaba huir, como si supiera algo que él no sabía, como si le conociera mejor de lo que él mismo se conocería jamás.
Sus ojos negros, brillantes, como poseídos por el cosmos, seguían fijos en los suyos, de una normalidad insultante. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo conseguía que le invadiera una sensación tan poderosa? Se sentía pequeño, ridículo. Sentía que sus pies ensuciaban el suelo de aquel bosque, que su respiración intoxicaba el aire húmedo, que sus ojos no eran dignos de posarse en una figura como aquella, que sus pensamientos eran simples necedades de un ser que quedaba ridiculizado por la imponente figura del lobo albino. Jamás conseguiría cazarle, jamás conseguiría convertirlo en su mascota, y de eso se trataba, de conseguir aquella hazaña imposible, para ser aceptado en la escuela de magia. Un lobo albino, poderoso, seguro, elegante, que jamás sería suyo, ni él del lobo. El animal seguiría libre, y él seguiría preso de su propia miseria.
© 2016 M. Floser.