IDÚN Y LAS MANZANAS
—Idún ha sido secuestrada por el gigante Thiazi —dijo Bragi a un Loki enfurecido.
—¡El gran Bragi necesita la ayuda del Despreciable!
Loki miró al dios de la poesía y sintió ganas de ensartarlo con su báculo. Incluso aquel que ahora lloraba merecía el respeto de Odín más que él.
—¿No lo entendéis, Loki? Ese pajarraco se ha llevado a mi amada y con ella, las manzanas de la juventud.
Loki sintió como se formaba un nudo asfixiante en el centro de su pecho. Sin las manzanas, los dioses envejecerían hasta morir. El dios del caos cogió a Bragi por la túnica y lo levantó de su asiento, tirando al suelo el arpa que acostumbraba a tocar a cada instante.
—¡¿Habéis permitido que se lleve las manzanas?! ¡¿Qué hacíais mientras esa bestia se llevaba a vuestra esposa y nuestro futuro?!
Bragi se avergonzaba. Le había costado acudir a aquel despojo pero aunque odiase reconocerlo, le necesitaba. El águila gigante le había arrebatado a su diosa. Nada le importaban las malditas manzanas de la juventud eterna, su vida dejaría de tener sentido si algo le ocurría a Idún. Miró a los ojos de su hermano, con lágrimas sagradas a punto de caerle por las mejillas.
—Ayudadme, hermano.
—¡¿Hermano?! ¡Interesante momento para acordaros de los lazos que nos unen! —Loki respiró entre dientes, sintiendo como el calor de la furia iba acumulándose en todo su ser—. Voy a ayudaros, Bragi, pero no lo haré por padre o por vos, ni siquiera lo haré por vuestra amada Idún. Voy a atravesar a ese ave y recuperar las manzanas por Asgard. Podéis volver al Valhalla, hay humanos esperando que les deis la bienvenida. Dejad este asunto en mis manos. Pero recordad una cosa, Bragi: estáis en deuda conmigo.
Y sin decir nada más, sin esperar a que su hermano le respondiera, sin preguntarse siquiera dónde se había metido el todopoderoso Thor, Loki salió del Panteón en busca de Idún.